sábado, 29 de septiembre de 2007

Manual del Corredor Popular. Capítulo I "Como parecer uno más entre ellos"

Un día decides que vas a comenzar a correr. Lo primero es salir a la calle y poner tus piernas a trabajar. Como buen novato eres una esponja, miras a un lado, a otro y comienzas a darte cuenta que quizás tú seas el elemento discordante de la sinfonía. ¡Joder, si todos parecen que corren el doble que yo!. En ese momento comienza tu calvario, el descenso a los abismos. Te das cuenta que necesitas correr más deprisa…
Esta es una guía práctica que pretende asesorarte para que no cometas los errores básicos del corredor popular principiante.
Cuando nos damos cuenta que estamos gordos y que corremos bastante más despacio que los demás corredores que nos cruzamos, lo primero que hacemos es fijarnos en su fisico. ¡Primer error!.
Tras analizar a “nuestros rivales” que corretean por el barrio lo primero que distinguimos como diferencia principal entre ellos y nosotros es “su pinta”. Ellos van alicatados desde la cabeza a los pies de “atletas” mientras que nosotros llevamos un pequeño punto más que la vestimenta que nos ponemos de pijama para ver la tele. ¡Ya vamos de cráneo!. Camiseta de marca atlética, Niké, Adidas, Puma…. Pantalón corto o mallas de tejido “técnico”. Calcetines inexistentes y zapatillas de colores agresivos y con una pinta de que corren solas que “te cagas”. Por el contrario nuestro “look” es: Camiseta de algodón en la que se puede leer “Benidorm es diferente”. Pantalón hasta las rodillas de esos que puso de moda “La Lazio” con escudo del Real Madrid. Calcetines de algodón con dos rayitas, una azul y otra roja que nos acompañan en cada una de nuestras salidas familiares al campo y para finalizar la bomba del perfomance atlético, las zapatillas de fútbol sala que utilizamos desde los dieciséis años y que tantos goles no han facilitado marcar en las pachangas con los amigos. Esta equipación que es complementada por una barriga cervecera sobradamente notoria, más unos pelicos en las piernas que serían la alegría de cualquier persona con alopecia conforman nuestra puesta en escena. Alguna que otra vez, los más osados, los que se saben guapos incluso desnudos, ponen la guinda en forma de unos auriculares dignos del mismísimo “disk-jokey” de la discoteca de moda de tu pueblo. Evidentemente, como uno no es ciego, cuando ha dado tres vueltas al parque y se ha cruzado con cuarenta “pofesionales” decide mimetizarse con el terreno e irse al Corte Inglés, Decatlhon para los pobres y comprarse un traje de campaña.
Lo primero que hay que tener claro es que no podemos comprarnos toda una equipación a juego. Queda de un globero manifiesto el ir con gorrita, camiseta y pantalón o mallas a juego. La verdad es que a todos nos gusta “ir monos” pero ese interés por vestir uniformados denota que pertenecemos al grupo de “novatos”. Lo primero es comprar una camiseta de mangas, una de tirantes para ir a seis treinta el minuto canta mucho, que sin dejar de sentarnos bien, no sea demasiado escandalosa. Para continuar debemos comprarnos unas mallas o pantalón corto que no sea del mismo modelo que la camiseta, a ser posible ni siquiera de la misma marca, ese detalle nos catalogará desde ese mismo momento en el grupo de los que tenemos tantas equipaciones que sacamos las primeras prendas que encontramos en el cajón y en principio, mientras que comienza la carrera, nos facilitará el mezclarnos con los “otros”. Por último las zapatillas. Las zapas son el elemento principal del “disfraz”. Debemos siempre elegir con moderación. Unas zapas de la marca “La Tórtola” quizás no nos vendrían mal, por supuesto a nuestro bolsillo le vendría de perlas, pero quizás no sea la marca “ideal” para hacer amigos en este deporte. Una marca de prestigio nos ayudará a confeccionar una imagen de “pro” y un perfomance que abra las puertas a la conversación pre competición o entreno con nuestros congéneres. Lo principal es saber elegir en función del precio. Unas de 120 euros serán sin dudas excesivas, más teniendo en cuenta que el noventa por ciento de los neocorredores lo dejan a los cuatro días. Otras, demasiados baratas, nos dejarán “fuera” del grupo por falta de prestigio de las mismas o sencillamente por “demodé”. No nos dejaros influenciar por los comentarios de los “otros” populares, en otro post os indicaré la verdadera intención de cada una de sus frases, afirmaciones o consejos. Unas zapatillas pronadoras u otras de supinador no os harán correr más deprisa. ¡Falso!. ¿Acaso no has estado jugando al futbito con tus amigos treinta años sin notar ni una sola molestia?. ¿Cuál era tu criterio para comprar unas zapas?. Pues bien sencillo, las que llevaba tu ídolo del futbol-sala. ¿Ronaldiño es, pronador o supinador?. ¡Eso no te lo has planteado en la vida! y nunca si te dieron una patada que hizo que te tuvieran que escayolar la pierna le echaste la culpa a las zapas, ¿o no?. Las zapatillas deben ser de “marca reconocida” pero de modelo no demasiado moderno, ni demasiado antiguo. No es de recibo por parte de los “atletas populares” que te plantes en la salida de una carrera con unas zapatillas Nike de esas que llevan “muelles” en la suela. Unas Adidas fabricadas en el 32 tampoco serían bien recibidas bajo el arco de Coca-cola en una prueba. Así que la moderación es factor principal en el gasto. Unas zapas de 40 euros son suficientes para, sin ganar la carrera, poder parecer uno más entre ellos.
Las lesiones por culpa de las zapas son leyendas urbanas. ¿Cuándo corrías con tus Jhon-Smith por el jardín que había cerca de casa detrás de tus vecinas para levantarles la falta, acaso te produjiste alguna lesión?. Cuando compras unas Nike Robiño ¿acaso el vendedor te inquiere sobre si cargas a la derecha o a la izquierda?. Esta jerga la inventaron los “populares” para excusar los mil y un pufos que pegan en las carreras de los pueblos. Cuando jugabas al basket en el cole, ¿alguna vez tuviste un tirón de recto anterior?. ¿Acaso pensaste antes de ser un corredor popular que el “recto” pudiera ser algo diferente a tú culo?.
Pues esta es mi primera lección. Ya tenemos los criterios para adquirir la equipación y las zapatillas. La próxima clase estará dirigida hacia los planes de entrenamiento. ¿Qué debo hacer cuando ya equipado y pasados los primeros días he decidido, mientras que la mayoría lo abandona, seguir corriendo?. Este es un momento donde el ser humano, el “popular novato” comienza a dudar. ¿Si yo entreno lo mismo que los demás, porqué todos me ganan en los entrenos?. La solución y el porque de esa pregunta también tiene su respuesta y yo, que no tengo abuela y por eso os digo que lo se todo, os voy a iluminar y llevar al éxito, que nunca será ganar una carrera, pero que si será el que todo el mundo os reconozca como uno más de la manada y vuestra opinión, por supuesto errónea y falta de razonamiento lógico, sea aceptada dentro del exquisito, sectario, estricto y ridículo circulo del “corredor popular”.




¡Hasta pronto queridos alumnos!

jueves, 27 de septiembre de 2007

I.T.E.

Algunos no relacionarán esas siglas a nada, no habrán oído hablar de ellas, como pueden ser las de EEUU o RPM o cientos más que escuchamos a diario. Por eso titulo así esta entrada, quiero hablar de algo pasado pero no por ello antiguo. Cuando nosotros teníamos diez años, por los setenta, nuestros padres nos hablaban de los cuarenta, realmente sólo habían pasado treinta años y nos parecía el pleistoceno, cuando llegamos a saber, si es que alguno llegó a saberlo alguna vez, a la época que se refería esa palabra.















Vista del Cardenal Belluga desde la casa donde nací, después me llevaron a la calle del Arbol

Si nos remitimos a treinta años atrás, hablaremos de los setenta. Voy a ser un pelín más osado, retrocederé un lustro más, recordaré la segunda mitad de los sesenta. Intentaré encontrar fotos de la época, es difícil pues la mayoría que encontramos publicadas de la Murcia antigua se hicieron a finales de los cuarenta. Escarbando ligeramente en la historia contemporánea, no mucho pues ni uno es historiador, ni este entretenimiento pretende tener más rigor formal que un recuerdo de mi infancia, encontraremos que desde los cuarenta, tras la reconstrucción hasta los cincuenta Murcia estuvo sumida en un subdesarrollo manifiesto, sin ningún dinamismo económico y por lo tanto dormitando esperando el paso del tiempo. En los cincuenta aparecieron los primeros impulsos en la sociedad y economía de la ciudad con el estudio y puesta en marcha del último, hasta esa fecha, plan de desarrollo, el Plan Blein. El río constreñía la urbe e impedía el desarrollo de ésta hacia el sureste. Este plan diseñado por Blein marcaba las pautas del ensanche en esta dirección. Teniendo en cuenta los antecedentes y que mientras que se desarrollaban y ejecutaban las obras debieron pasar unos años, la Murcia de las fotografías de los cuarenta no
Los Maristas al fondo en el centro donde estudié, rodeado de huerta
mostraban una realidad muy diferente a las realizadas a mediados de los sesenta. En esta década los proyectos estaban ejecutados pero aún le quedaba a Murcia mucho de lo que se pudo mostrar veinte años antes. Mas tarde los planes quinquenales de desarrollo de otro famoso personaje dejaron atrás a la Murcia sabrosa, genuina y nos presentaron a una Murcia uniformada al estilo de cualquier ciudad dormitorio de las que rodean a una gran urbe.
Volviendo al título de la entrada, ¿qué es el I.T.E.?. No es otro que el Impuesto de Tráfico de Empresas. Un impuesto que fue sustituido por el IVA, ¿verdad que eso si lo recordamos?, tampoco es tan antiguo lo del “valor añadido”. Esa es la Murcia que yo quiero describir, una antigua pero no tanto.
Es domingo, a las ocho de la mañana ya estábamos de pie. Los cuatro hermanos teníamos la ropa, “de los domingos” sobre una silla del comedor. La ropa de fiesta era totalmente distinta a la de diario. Los componentes eran siilares pero el colorido y la prestancia era sustancialmente diferente a la de ir al colegio. Los zapatos marrones se cambiaban por unos negros o de charol. Las calcetas, del mismo color, pasaban a ser de otro más claro, generalmente blancas. Las camisas tenían los cuellos y puños nuevos, en otro caso se catalogaría de “para todos los días”,
Los Maristas en primer término, lo que ahora es el nudo de la autopista era "La Feria"
el jersey de pico no tenía bolas y al cuello llevábamos una corbata de las de elástico, menos el Capitán Bajoca, que como era más pequeño llevaba pajarita. Mi hermana vestía igual pero con falda y una cinta en el pelo a juego con el jersey o la falda. Los domingos, además de la leche que calentábamos en la olla y que uno de nosotros vigilaba atentamente para que no hirviera, se saliera del cazo y tuviéramos que recogerla de la hornilla, tomábamos “torrás”. Las torrás no son ni más ni menos que la versión proletaria de las tostadas. Pan duro que se tostaba en el fuero de la cocina pinchado con un tenedor. Entonces sólo conocíamos la mantequilla Arias. Nuestras torrás se untaban con mantequilla o aceite y le poníamos por encima azúcar. Los adultos, mi padre y mi madre, allí no había nadie más, se ponían sal, símbolo de madurez en el desayuno. Mi madre nos ofrecía ponernos aceite, como no queríamos líos con ella, con mucha educación rehusábamos el ofrecimiento. No era la primera vez que nos machábamos la ropa de los domingos con el aceite que resbalaba entre el pan caliente y nos manchábamos “la ropa de los domingos” teniendo que soportar el berrinche de mi madre, así como la “medalla” en todos y cada uno los actos previstos para la fiesta. El primero era ir a misa de diez, a la Iglesia de San Antolín.
Vivíamos en la calle San Luis Gonzaga, primero siete y luego con la revisión catastral de los años setenta once, primero izquierda. En la puerta de entrada al inmueble, eufemismo con el que se denomina a un caserón con seis viviendas que ya era viejo el día que lo construyeron, había una aldaba. Cuando un visitante venía a casa y la puerta estaba cerrada daba unos golpes con ella en la puerta. Cada vivienda tenía convenido un número de golpes, cuando daban cuatro es que la visita venía a casa. Abríamos la puerta de casa, nos asomábamos al descansillo y tirábamos de la cuerda que mediante pequeñas poleas abrían la puerta de la calle. Lo siguiente que nos había enseñado a hacer mi madre era preguntar “¿quién es?.
La calle era conocida popularmente por “la calle del árbol”, nombre que nunca entendí pues jamás vi en ella ni uno solo de estos elementos. Sinuosa y de tierra nos conducía al barrio.
Salíamos de casa en dirección a la farmacia de Botía. El farmacéutico era el referente de la calle y el hombre con más lustre y prestigio del contorno. La
Salto de agua en la calle Teatro Circo
farmacia hacía pico esquina en un cruce de cuatro calles. De frente por un estrecho callejón salíamos en dirección al “Jardín Botánico”, nombre que seguía teniendo un descampado en el que en el pasado hubo un pequeño jardín. Cuenta la leyenda que habían cientos de plantas distintas. Los críos y mayores del lugar lo conocíamos por “La Feria”, ya que en septiembre en ese enclaver montaron durante muchos años las atracciones feriales. En ese inmenso erial habían tres pequeñas construcciones. En el centro pegada al Malecón estaba la casa de ensayo del “Orfeón Fernández Caballero”. Más hacia la parte del Puente Viejo nos encontramos la sala de fiestas de verano “Nairobi”, lugar que se caracterizaba, como era tan crío era en lo único que me fijaba, por tener una pantera de piedra negra en medio de las escaleras que daban acceso al Malecón. Hoy en día las escaleras perduran pero de la pantera nunca más se supo. A la altura del Nairobi pero orientada a la parte que está junto al Mercado de Verónicas estaban las instalaciones deportivas del Frente de Juventudes. Demasiado nombre para una simple pista de baloncesto con unos barracones sin duchas que servían de vestuarios.
Volviendo a la esquina de la farmacia, si nos íbamos hacia la derecha recorríamos otra calle también sin pavimentar en donde lo primero que nos encontrábamos era la panadería del Cartagenero. Establecimiento, que no se porque, supongo que porque no era muy limpia, mi madre no nos dejaba comprar el pan y nos enviaba, primero a San Andrés “anca Carlos” y más tarde mucho más cerca a la del “Manco”. El pan se vendía a peso y cuando faltaban unos gramos para el
La Gran Vía
oficial, de las seis barras que por entonces se compraban, nunca jamás oí hablar de un colín, baguette y menos chapata, cortaban un trocico de otra y la ponían en la bolsa verde a cuadros donde guardábamos el pan. Ese trozo era el que utilizábamos para calmar nuestro hambre en el paseo que nos devolvía a casa. Tras la panadería del Cartagenero, el bar de Carrampón, uno de los muchos que visitaba mi padre y por supuesto yo en su compañía. Seguidamente nos encontrábamos el que fue mi primer colegio, el de doña Amparo. Esta institución docente se caracterizaba por un par de cosas. La primera era que había que pagar (por eso tuvimos que salir de allí pitando) y otra porque doña Amparo, a la que siempre conocí mayor y gorda más don Antonio pegaban unos palmetazos en las manos de aupa. La palmeta era una regla de madera antigua que tenía el mismo grosor que una viga maestra. El hablar en clase, el no saber una respuesta o no haber hecho la caligrafía eran merecedores de dos, tres y más palmetazos, en función del humor que nuestra maestra tenía ese día. Hacia delante ya era huerta y nos encaminábamos hacia el Malecón, encontrándonos con un conjunto de viviendas bajas, más bien chabolas que se reunían alrededor de un pilón de agua que daba acceso a la escalera que tras cruzar el Malecón nos llevaba a los Maristas, último colegio en el que estuve.
En la farmacia si nos íbamos hacia la izquierda cogíamos la primera calle del barrio que estaba con asfalto y que accedía directamente hacia lo que llamaríamos casco urbano. Misa de diez y a continuación la catequesis que nos preparaba para hacer la comunión a cargo de los Hermanos Maristas y de su corte de chicos de PREU que estaban internados en el colegio. Al terminar siempre nos regalaban unas golosinas y un tebeo.
Al salir de la catequesis, sobre las once y media, sino era antes ya éramos hombres libres. Generalmente nos dirigíamos hacia la calle del Pilar.
Plaza del Cardenal Belluga
Hoy en día calle peatonal tomada por los chinitos que venden de todo y a todas horas. En aquella época era también una calle comercial pero con negocios del barrio. Recuerdo con especial cariño la droguería Botylibar, pues el padre de mi amigo Francisco Caravaca era el dueño. Al entrar en la calle lo primero que hacíamos era parar en “La Botera”. La Botera fue el primer centro de ocio que yo conocí. Se podía jugar al futbolín, al billar y también comprar los periódicos y revistas del momento, siendo el diario “Pueblo” lo que más se vendía junto con La Verdad y el Línea periódicos locales. Una vez jugadas unas partidas al futbolín, en función de los reales que lleváramos, proseguíamos nuestro camino. Nos adentramos en el barrio de San Pedro, ya intramuros de la ciudad antigua, dejando el arrabal. En San Pedro habían varios sitios que visitar, lo primero era un bar que al principio estaba en un callejón sin salida donde hacían unos “caballitos” riquísimos. Más tarde me acordaré del nombre. A continuación pasábamos por la Plaza de las Flores y Santa Catalina. En la Las Flores estaban como elementos más característicos el templete y la marquesina del Bar La Tapa y la Funeraria de Jesús. En Santa Catalina nos encontramos con una cristalería “La Veneciana” que hacía que nos paráramos delante de sus escaparates a mirarnos en sus bellos y grandísimos espejos, ¡es que íbamos de domingo!. En esa plaza estaba la sede de la aseguradora La Unión y el Fénix, con su característica estatua del Ave sobre su cúpula. Otro elemeno, además de la iglesia que le da nombre, es el monolito coronado con la imagen de la Inmaculada que está en el centro y que era en el día de su homónima punto de reunión de los fastos en honor de la virgen. Salíamos
El Malecón al fondo. Los molinos de pimentos en ambas orillas del río.
El de la izquierda se llamaba el Molino de Roque, hoy no existen
de la plaza por la derecha. En un callejón estrecho habían varios comercios que nos llamaban la atención. Lo primero una tienda, que hoy aún existe, donde venden figuras de santos y pinturas, por nosotros, que somos del arrabal, llamados cuadros. Seguidamente el estudio fotográfico “Orga”, lugar donde nos hicieron las fotos de la primera comunión y por donde todos los domigos pasábamos para admirar las instantáneas de los chicos que ya la habían celebrado y las fotos de las novias. Enfrente estaba el “Mostrador de Piedra”, comercio que exponía en su escaparates las últimas novedades en juguetes y que nosotros admirábamos con la esperanza de que ese año nos los trajeran “Los Reyes”, apócope con el que nos referíamos coloquialmente a los Reyes Magos. Seguidamente pasábamos por la puerta lateral del desaparecido Cine Coy, que después pasó a ser una pista de patinaje y en la actualidad un Mercadona y consultábamos las carteleras y si había función matinal.
Cruzábamos la Gran Vía por “Calzados Segarra” y tras admirar las Chiruca, las botas de militar y demás calzado que nunca tendríamos, nos dirigíamos directamente por la Catedral hacia “La Cosechera”. Este bar era un lugar grande, lleno de barriles de madera con artesonado en el techo y con el mostrador protegido por una pequeña barandilla del mismo material que los toneles por el lugar donde estaba la caja y que siempre estaba vigilada por un señor mayor que nosotros intuíamos que sería el dueño. Allí mi padre, que salío de casa tras nosotros, jugaba a las porras con sus amigos. Mientras tanto nos tomábamos unas Mirindas de limón a su salud. Cuando acababa temprano nos íbamos de la mano de él, mi hermana de una, yo de otra. El Capitán Bajoca asido a la de mi hermanica que como una tigresa en celo lo vigilaba y yo prendía la de mi hermano Pepe al que no soltaba bajo ningún pretesto y haciendo tal fuerza que el pobrecico, que cuando era chico no se quejaba, no como ahora, llegaba con ella estrujada a casa. Cruzábamos el barrio de San Lorenzo por su parte más corta, directamente por la puerta de la plaza de abastos. De allí en el cruce con la Calle Puerta Nueva nos parábamos a ver el gran salto de agua que había justo a la entrada de la calle donde estaba el cine “Teatro Circo”. Este salto no era otro que una acequia cimbrada que en ese lugar estaba al descubierto y que hasta bien entrados los años setenta no fue tapada definitivamente. De allí, ya de regreso, nos dirigíamos hacia la Plaza de Santo Domingo, cruzábamos de nuevo Gran Vía, saliendo de “tierra extraña” volvíamos a San Andres, esta vez por la calle Santa Teresa y desembocábamos en el bar “La Viuda”. En él, Paco nos servía unas cervezas, a quien estaba en edad de tomarlas y unos caballitos. Por el Matadero antiguo, hoy un jardín donde sólo hay inmigrantes aburridos y que da la bienvenida a los pasos de Salzillo cuando estos salen a la calle el Viernes Santo cruzábamos la calle y por “El Picadero” regresábamos de nuevo a la calle del Arbol esta vez por el lado contrario, por la esquina donde estaba la carpintería. Dejábamos atrás la corrala donde se hacinaban decenas de familias gitanas, con las que nunca tuvimos un solo problema y mi padre, el único que llegaba a la aldaba de la puerta, daba cuatro golpes para que mi madre la abriera y subiéramos a comer. Por la tarde, si jugaba el Murcia, esta vez solos mi padre y yo, iríamos a la Condomina. Mi madre y mis hermanos nos esperarían al finalizar el fútbol en el quiosco, hoy desaparecido, de la esquina de la calle Puerta de Orihuela, ero eso ya lo contaré otro día.
Hasta la próxima, querido diario.

martes, 25 de septiembre de 2007

Esta semana quería ser de trabajo... jajajajajaja

Lo que tenía que ser una semana de descanso y que pensaba no tomármela pues estoy muy gordo y quería comenzar a perder peso, se quedó como estaba escrito en el plan como eso, como semana de descanso.
Desde el lunes hasta el miércoles lo pasamos, mejor que en brazos, en Granada. Allí fuimos a visitar a una tía de mi santa. De Granada, como de casi toda España, lo más que conocía era los pabellones y algún que otro campo de fútbol de mi época de entrenador de balonmano y jugador de rugby. También conocía la Alhambra, monumento que no pude dejar de visitar en nuestro cutre viaje de novios a bordo de la “Alsina”. La tía Beatriz nos llevó por todos los sitios que no se deben dejar de conocer del riquísimo centro histórico de la ciudad. Su títa, una señora de una edad, es también un referente en lo que se denomina la salida a tomar unas tapas y un “ligero” aperitivo. No dejamos bar que mereciera la pena sin visitar en las pocas horas que allí estuvimos. Lo único malo de Granada es que no hay “Estrella de Levante”. Tengo que ser un poco más transigente y aceptar cervezas de otra fábrica. Una de las muchas cosas que me gustaron pero que más me impresionó es ver el “encendido” de la Alhambra desde el carmen del tío Paco. El tío Paco, no era otro que Francisco Izquierdo, afamado pintor, escritor, periodista, contertulio y presidente de varias Academias, de esas de mayúsculas, como la de las Letras de Granada y algunas más. Son famosas sus tertulias en la terracica del carmen, bajo el manto del castillo árabe, refrigerados por algún vino o licor exquisito. En esas tertulias sólo el tío hablaba y nadie osaba cortar su discurso, excepto un cuñao que tengo yo que es un insconsciente y que el tito callaba con sólo una mirada. Contaba historias de rincones de Granada, de sus personas y sus personajes. Las horas pasaban en un tris y era frecuente que apagaran las luces de la Alhambra antes de que el tío Paco acabara con sus hermosos, divertidos y curiosos relatos. Yo personalmente lo conocí poco, un par de ligeras conversaciones en algún que otro sarao familiar, es obvio que el personaje no era familia mía, sino tito de mi santa, sólo ella podría ser estirpe de alguien con clase, cultura, conocimientos y merecedora del respeto de todo un pueblo. Para el comienzo de la próxima primavera se prepara un gran homenaje, exposiciones de pintura y fotografía, reedición de libros del autor. Todo un festín en honor del tío. Lo que más me gustó es que en una de la fotos que se expondrán en el macro homenaje hay una de mi santica, eso sí en compañía de primos, hermanos y demás familia, como enuncian las esquelas, pero vamos, que al final mi santa va a ser famosa antes que yo. Igual la llaman para alguna tertulia, a fin de cuentas un primico de ella es presentador de televisión, lo que es estar sólo un escalón por debajo de los ministros y los reyes…
El jueves lo dediqué a espiar los excesos de los tres días anteriores y me puse como penitencia una doble sesión. Por la mañana 1.600 mts. de natación, por cierto, que el Capitán Bajoca se está tomando unas libertades, que veremos si no tengo que pararle los pies… Ayer no tuvo otra cosa que hacer que criticar mi “excelso estilo natatorio”, diciendo que meto los bracicos en el agua no más allá de mis orejas y que cuando va tras de mí en la piscina tiene que ir frenándose para no darme en los pies… ¡Esta juventud es atrevida y además no tiene vergüenza. ¿Qué yo nado mal y lento?. ¡Amos…!. Por la tarde cuarenta y cinco minutos de spining que me vienen muy bien para sudar, sobre todo para esto pues hace un calor en la sala que te cagas, además de para intentar mantener algo mi forma física, pues saco poco a “la china”. El viernes tocaba descanso y el sábado pensaba salir con la bici… El viernes nos fuimos de cena, como sabe todo el mundo, el Stani y compañía, Xarli y su media naranja, El Lobo y su nena y me santica y un servidor. Se terminó tarde y moajos, más por dentro que por fuera, aunque por fuera también caía agua “a manta” como riegan en la huerta. El sábado entre que me levanté tarde porque tuve una leve “corná” y que tuve que asistir a mis padres de una “pequeña gran inundación” en su casa me fue imposible acudir a las dos citas que tenía, montar en bici y acudir al almuerzo que se había apalabrado con Stani y el Lobo.
El domingo, ya recuperado del revolcón de toro del viernes y sin necesidad de tener que hacer el papel del 112, monté a “la china” y me fui con la peña ciclista de Algezares, Peña Cresta del Gallo a realizar la salida propuesta. La marcha de 81 kilómetros salía de Algezares y pasando por San Ginés, Alcantarilla, Barqueros, con la subida al Cabezo Negro, Albudeite, Campos del Río, Torres de Cotillas y regreso de nuevo por Alcantarilla y demás. Nos salieron 81 kilómetros que nos ventilamos en tres horicas escasas. El recorrido es duro, pues el terreno tiene, sin ser puertos de montaña, el recorrido por las estribaciones de Sierra Espuña, ladera orientada a la zona de Pliego y Mula y se está constantemente subiendo y bajando. La etapa además se hizo dura porque estuvo lloviéndonos desde el comienzo de la subida al Cabezo Negro hasta Barqueros. Como siempre en la peña se marcan los altos a disputar y hubo un gran ambiente toda la mañana. El grupo, de diez componentes (fue una gran asistencia, nunca solemos ir tantos) se partía en todas y cada una de las subidas en dos, por delante los que andaban algo más y detrás los de “algo menos”. Siempre al final de cada subida se espera a los últimos. En el primer “alto” llegué hasta la cima en el grupo de cabeza, en los sucesivos me quedé cortao a escasos metros de coronar, se ve que los once kilos hacen mella en mi organismo, siempre estuve entre los cuatro primeros… Bajando hacia las Torres de Cotillas demarré en compañía de “La Perla y Termineitor” y logré cortar al resto del grupo pero nuestra hazaña, como somos unos pringaíllos globeros no tuvo la repercusión mediática que tienen cuando “los elite” de la peña llegan primeros en los puertos de montaña.
El lunes nadé dos mil metros por la mañana y por la tarde, aunque no tocaba, me impuse el castigo de hacer 45 minutos de spining, tengo que perder kilos como sea. En la clase de bike me acompañó el Capitán Bajoca y montamos un pequeño revuelo que casi nos cuesta la expulsión inmediata, como en Gran Hermano, eso nos pasa por estar todo el rato riéndonos, hasta que la monitora que está más fuerte que los pilares del Puente Viejo, creyó que estábamos mofándonos de ella y se vino a recriminarnos. La situación, como siempre, la salvó el Capitán que con unos ojos amorosos, como él solo sabe ponerlos, le explicó a la chica que la risa venía motivada porque veníamos directamente de una “despedida de soltero” que comenzó el viernes y que los psicotrópicos aún anidaban en nosotros…
Ya he recibido el plan del Octubre, no tengo que doblar ningún día, pero si puedo lo haré todos, intentaré bajar peso como sea… Este domingo tenemos un problemilla, en principio teníamos que ir a Totana a una carrera de 10 km. que es todo subida. El tema está en que el sábado es el “santo” del Capitán, su aniversario de boda y no se cuantas cosas más, como es tan roñoso lo puso todo el mismo día para con una celebración despacharse. El problema radica en que si “toma” de más no va a ir a la carrera y a mí no me apetece irme solo, así que si no lo tiene claro no nos inscribimos y me iré con la peña de la bici. ¡Ya veremos!
Esta semana, seguramente, tendré otra entrada en el diario. El viernes entre efluvios de alcohol acordamos que haríamos tres relatos sobre la “Murcia que se nos fue” una descripción de la ciudad que unos conocimos y otros de la huerta que finiquitó. Stani, Xarli y yo quedamos en trabajarnos una trilogía y que yo sería el primero en comenzar. Ya tengo un pequeño esbozo de lo que quiero contar… Espero que guste…
Hasta pronto, querido diario.

Esto es un incunable, así que estad atentos a la pantalla

viernes, 21 de septiembre de 2007

¿Y por dónde empiezo?.

¡He vuelto, como el turrón por navidad, las promesas de cambiar de vida de año nuevo y las renovadas promesas de amor después de un buen polvo…!. El último comentario no es políticamente correcto, pero… ¿quién no ha renovado sus promesas de amor eterno después de…?. Somos incorregibles. Yo también soy incorregible y por eso me presento, me postro antes sus pies y me ofrezco voluntario al sacrificio cual carnero en Pascua o como la novia en la noche de bodas… ¡Qué sea lo que los hados quieran!. ¡Aquí estoy con el pecho descubierto!. Pero como los toreros ventajistas llevando al toro con la punta de la muleta, sin peligro pero con mucha “transmisión”, con mucha afición, con “mucho arte”.
Todo lo que se cuenta es cierto, todo lo que se cuenta está novelado, amañado y da la imagen de un personaje, Garbanzito. La persona una vez estará muy cerca del personaje, otras el escritor no tiene porque ser el reflejo de su alter ego forzosamente…
Como buen entrenador lo primero que hay que hacer es buscar objetivos, evaluar los medios y conocer el punto de partida… No me autoentreno, pero he tenido la “profesión” durante muchos años, así que algo recuerdo…
El año pasado en estas fechas estaba eufórico. Mejor decir que estaba en una situación anímica mezcla de la euforia y la diarrea… Me había metido en un berenjenal de consideración con la decisión de correr un Ironman. Muchas variables a controlar, las primeras las familiares. Una prueba de este tipo sin un mínimo de apoyo familiar es imposible. Luego teníamos que controlar las materiales, bicicleta, piscina… Al final las espirituales, ¿sería capaz de hacerlo…? El entusiasmo era grande, los nervios también y ese estado de alerta permanente me llevó a vivir un año intenso, pleno de satisfacciones y ganas de vivir… Ahora todo es algo diferente. La falta de ilusión en algo en particular, resta una parte del sentido de la aventura a la vivencia. Esa parte no es tan grande como para que desaparezca la motivación, pero si que el cuerpo no está como estaba hace doce meses, sobre todo la mente, la alegría, la capacidad para sorprenderse de todo, como el niño que descubre algo nuevo cada día.
El objetivo es competir. Competir en todas y cada una de las carreras, duatlones, triatlones y demás cuchipandas que me apetezcan. Tres eventos en principio centrarán mi atención. El primero la Maratón de Valencia. Me ofrecí a mi amigo Pepo que es del Correcaminos para que, si le faltaban prácticos, contaran conmigo para el de las tres horas y media… Eso o acompañarle a él personalmente para intentar batir su marca… Un objetivo como éste me haría mantener el entusiasmo hasta el mes de febrero. Los siguientes son el Triatlón de Elche y el de Zarautz. El primero como confirmación en el triatlón y el segundo como apuesta por no ahogarme en el bravo y frío Cantábrico… Los medios son los mismos. Ya tengo “la china”, hay que sacarle partido y en La Flota he encontrado el lugar idóneo para entrenar. Ahora viene lo bueno… Evaluar el punto de partida…El año pasado estaba en estas fechas en un pelín más de 70 kilos… Muy mal en la natación, regular en la bici y en progresión en la carrera a pie… ¡Tachín, Tachín….!, ¿Dónde estoy ahora…?. Pues creo que mucho mejor en la natación, aunque es más una mejora espiritual que material. Los tiempos no son mejores pero las sensaciones sí, así que será una buena plataforma para el lanzamiento definitivo al estrellato de Garbanzito “López Zubero”. La bici está infinitamente mejor que hace un año y la carrera a pie está muy bien, teniendo en cuenta este pequeño y último detalle, mi peso… En Nonduermas corrí ligeramente más deprisa que el año pasado con cuatro kilos más de lastre, pues ahí está el talón de Aquiles, la espada de Damocles… Este año adornan mi cuerpo unos majestuosos, inconmensurables y muy a la moda 74 kilos trescientos gramos… Once kilos más que hace escasamente tres meses… ¡Conozco vidas mejores, pero son muchísimo más caras!...
Lo primero pues es bajar peso… Para ello se eliminan de la dieta los “donpedritos”… Tampoco nos volvamos locos, eliminarlos de lunes a viernes. Los viernes a las doce de la mañana se abre la veda que será cerrada a las tres del domingo… pero con moderación, con moderación… Además de los “donpedritos” quedan fuera el pan, la cascaruja, la mojama, la hueva… En fin, todas las cosas que engordan o que son caras, que al mismo tiempo que ha crecido la panza ha disminuido la cartera.
El mes de vacaciones no ha estado mal. No he corrido todas las carreras que tenía previstas… Los triatlones porque la mayoría se suspendieron y alguna carrera a pie a la que estaba inscrito fue cambiada, como los cromos, por alguna cena, sarao o fiestorro que, curiosamente, coincidía esa misma fecha. Al final el match entre el Capitán Bajoca y yo quedó en empate… Me ganó en Almoradí y Novelda (esta derrota me hizo mucha pupa) y yo lo dejé atrás en Librilla y Nonduermas, estoy corriendo bastante bien, si tuviera 11 kilos menos estaría en tiempos estratosféricos. He entrenado bastante en este mes, habré fallado como mucho nueve días, a cambio la mayoría de los días he doblado…
Los próximos retos serán la Subida a la Santa, en Totana y veremos y nos enganchamos a las medias maratones de los meses de Octubre en Molina y San Javier… Por una parte me apetece correr, por otra, disfruto mucho con la peña ciclista los domingos, me costará decidir pues sería prescindir de la bici demasiados domingos…A todo esto… ¿qué pensará mi entrenador de ello?... Intentaremos hacerle el máximo de caso, pero no prometo nada…
Pongo una foto del Capitán Bajoca, aunque encontrar una en la que él se vea agraciado va a ser difícil pues su opinión de sí mismo es bastante más elevada que la realidad, pero…
La próxima entrada espero encontrar algo divertido que contar, seguramente en cuanto comencemos a entrenar de otra manera, de una manera más “pofesional” seguro que encuentro la musa que ahora me falta…
Un saludo y gracias por la visita…
¡Hasta la próxima, querido diario!
Los dos hermanos en Alemania, el que tiene pelo es el Capitán Bajoca. ¿Te gustas ahí más, nenico?