Ya
tenemos a los protagonistas. El zagalico se llama Ginés, si lo sé,
entre sus muchos defectos también está su nombre... Este está
posicionado en el lugar 27 del ranking de los nombres de varón más
frecuentes en Murcia. Tiene, en mi opinión, un regusto a huertano
que es donde el mozo pasa su vida. Situemos al chiquillo, ya
talludito y poco versado en las habilidades del cortejo. Deambula por
La Arboleja. Su casa, en bajo con soportal y parra a la entrada, pasó
de sus abuelos a sus padres y si acaso siguiera en pie, dentro de un
tiempo, será su única y escasa herencia. Fue levantada en el Camino
de los Cabilas. Su oficio principal es el de estudiante, pero el nene
no le dedica demasiado entusiasmo ni tiempo a ese menester. Los fines
de semana ayuda a su padre en el Juego de Bolos que éste lleva desde
tiempo inmemorial en el Carril de Los Chornos. El chavea realiza las
funciones de recadero y se dedica a alisar el carril del juego para
que los parroquianos lo tengan dispuesto siempre que deseen echar
unas manos. En ese menester se afana cuando poco a poco fue reparando
en Laura (nuestra otra partenaire). Del latín laurel, que no es
precisamente una flor, pero cumple con los requisitos propuestos en
el objeto de esta historia. Laura es el nombre que ocupa el puesto 18
en la lista de nombres de mujer más usados en la región. El caso es
que Laura cruza por el quijero que serpentea junto a la bardiza que
separa la acequia del juego de bolos y marca el lindero con el huerto
del vecino de al lado. Laura debe ser estudiante, pues Ginés la
observa los días de diario cruzar con su falda de tablas y cuadros
escoceses, su cola en el pelo o unas coquetas trenzas. Laura es
menuda y pizpireta en el andar. Ginés observa cada día como no se
le hunden sus coquetos taconcicos al pasar por declive del brazal,
liviana, tan sutilmente que pareciera que, como Jesucristo, cruzara
sobre las aguas sin tocarlas...
Ya
conocemos sucintamente a los dos protagonistas de la historia. Poco a
poco iremos sabiendo más de ellos, lo que piensan, como son, que
desean y como viven.
Por
fin, Ginés reúne el valor suficiente para realizar el primer
acercamiento a la chica que cree de sus sueños. Como buen huertano,
nunca hace una pregunta directa, así que no va a ponerse en medio
del azarbe y la va a abordar. Decide escribirle una carta y ésta
dice así.....
Estimada
señorita Laura:
Me
llamo Ginés y no es mi intención asustarla cuando reciba ésta. Lo
primero que desearía es poder explicar quien soy, como he llegado
hasta usted y cuales son los motivos de esta misiva.
Todos
los días cruza por el quijero de la acequia que pasa junto al juego
de bolos de mi padre. Con ésto ya sabe quien soy, el hijo de Pepe
“El chatarra”, el de los bolos.
Seguramente
no se habrá fijado en mi persona. Le ruego que cuando reciba ésta,
levante la mirada y al pasar por el brazal, ya he comprobado que
camino a su casa, mire y allí me verá. El chico que lleva el mandil
negro y rastrilla con obsesivo método la arena del carril. Que sepa
usted que la arena ya hace años que dejó de necesitar ser
rastrillada y mi señor padre me lo reprocha orientándome a otros
menesteres, pero yo no puedo dejar de salir todas las tardes a
moverla, con el único objeto de verla una vez más.
Si
una vez leído ésto sigue con la hoja de papel en la mano, será que
la curiosidad o el buen fin de estas letras le impulsan a llegar al
final de la misma.
Se
extrañará que mi carta le llegue en un sobre de “Destilerías
Bernal”. Ha sido el único que el manazas de mi padre no ha roto al
abrirlo para sacar la factura. El objeto de enviarla dentro de ese
sobre, no es otro que el evitar que los brutos de sus hermanos se
percaten de estas palabras y me partan la cara por rondar a la
pequeña de la familia. Si alguna vez se fijó en mi persona, habrá
observado que soy menudo y poca cosa para enfrentarme a los fieras de
sus señores hermanos. Así mismo, es mi deseo, que su señor padre
también se mantenga al margen de esta nueva y esperemos que larga
relación, aunque sea epistolar. También he sopesado que su
progenitor sospeche al percatarse que la destilería le envía una
carta, pero eso es un mal menor teniendo en cuenta la fama de, con
todo mi respeto, “mala follá” que tiene su señor padre entre
los convecinos de su carril.
Para
evitar este pequeño problema he ideado una sencilla forma de
hacernos llegar las cartas, si es que usted desea dar respuesta a la
mía. Al principio de la bardiza, junto a la pequeña loma que separa
el brazal del carril hay una gran piedra. Seguro que usted no ha
reparado en ella, no se preocupe, la he puesto yo esta mañana.
Debajo de ella hay una bolsica y dentro de ella dejaremos, ahora y en
el futuro, nuestras cartas, si usted a bien lo tiene. La única bolsa
que he encontrado, es una que mi señor padre utiliza para que el
atún de hijá no se le reseque. Nuestras cartas tendrán todas un
fino y suave olor a mar, de la que se que a usted le gusta tanto
visitar. Y si no huele a mar, al menos lo hará a un fruto de él,
como es el atún.
Como
es necesario que en todas las relaciones las partes convengan los
términos de la misma, le comunico que el sello de esta primera carta
me ha costado veinte céntimos, que en su momento serán abonados al
cincuenta por cierto por usted y ya tenemos, usted y yo, algo en
común, una deuda.
Vigilaré
al cartero y como el color del sobre, rojo y azul es llamativo, me
percataré cuando lo entrengan en su casa de usted. A partir de ese
instante comenzaré a mirar bajo la piedra, para ver si obtengo
respuesta. Es posible que tarde en hacerlo, la comprendo. Si viera
que se demora en exceso iré dejando epístolas en el lugar
convenido, mientras compruebe que usted las recoje.
Siempre
a sus pies y esperando con verdadero anhelo su respuesta,
suyo que lo es,
Ginés
La Arboleja, Febrero de 2.013
suyo que lo es,
Ginés
La Arboleja, Febrero de 2.013