Una breve entrada. Una situación familiar que se complica poco a poco me impiden tener tiempo, ni ánimos para contar lo sucedido en Valencia.
Un par de fotos o tres nos muestran la cara y la cruz del viaje. Valencia y sus gentes se portaron de maravilla, incluso por encima de nuestros merecimientos...
El maratón fue cruel conmigo. Es la magia. Crees que todo está decidido y en los últimos metros sucede lo más inesperado, lo más cruel. Sabía que tenía en mis piernas las 3:25 que me había propuesto. No era lo que esperaba a principio de temporada, pero estaba bastante bien dadas las circunstancias... Mi sonrisa se borró en un segundo... Todo lo que no ocurre en una vida, sucede en un instante... Mi mente decía que era un gran día y me rodilla dijo que no iba a ser así.
Os muestro las caras del viaje. Dos muy alegres y una tercera llorando y sufriendo como un principiante, pero es lo que tiene que la carrera no se acabe hasta la línea de meta. En el kilómetro 37 ni siquiera sabes si llegarás a meta, aunque oigas la megafonía o veas las grúas del puerto a lo lejos. Allí sobre el cartel del 37 la rodilla dijo basta. Me dolía como nunca más lo había hecho, pero seguí corriendo, como pude. No le podía dar el susto a mi Santa de estar esperándome en meta y no llegar, no le haría pensar en que me había sucedido para que no me viera en el horizonte de la línea de meta.
Otro día, con más tiempo y más ánimo hablaremos de más cosas... Hoy sirvan estas fotos como muestra.