lunes, 29 de septiembre de 2008

¡FELIZ CUMPLEAÑOS PABLETE!...


Tras haberme disfrazado de corredor eventual. Realmente no era un disfraz, iba vestido correctamente. Lo ocurrido es que verdaderamente mi imagen iba acorde con mi condición de globero, lo incierto, la mentira, la trampa era que me había apropiado de una falsa “personalidad”, la de atleta. Tres minutos largos, más que el año anterior y la pasada por las armas de varios de los presentes en la comida del sábado más el correspondiente adelantamiento en el kilómetro tres del Capitán Bajoca, que me sacó más de dos minutitos en meta, me pusieron en el sitio que me corresponde, en el de “incapaz para la práctica de la carrera a pie”. Con estos antecedentes comenzó la siguiente semana, es decir, esta.


¿Qué podríamos destacar de estos siete días?. La primera es que cada vez me respetan menos mis compañeros de entreno. No hacían más que suplicarme que volviera a la pista para dirigir los E.T. (algo así como señalar con el dedo la puerta para irnos a casa). Mi firme decisión de no volver a semejante lugar durante toda la temporada pasada y mi periodo de descanso de estos días atrás, me había mantenido alejado de aquel sitio. Una vez revocada la norma y finalizado el período vacacional, allí que me presenté el martes pasado. El lunes anterior me había metido 45 minutos de cuestas varias por las colinas que rodean mi casica, un recorrido magnífico si no hubiera sido por dos perracos que aparecieron para ponerme el pulsómetro a más de 300 pulsaciones por minuto y que sólo decidieron dejarme cuando el dueño, varios minutos más tarde, tiempo que a mí me parecieron horas, apareció para cogerlos. Los perros se llevaron un par de “pedrás” y el dueño un “¡Me cago en “t´os tus muertos!”, eso sí, con gran hidalguía y valentía por mi parte, pues se lo grité cuando ya estaba a más de doscientos metros y supongo que no me oía. Más que nada, por si acaso me soltaba de nuevo los chuchos babosos esos… ¡ ¡Qué uno tiene más sangre en la venas y más ganas de lucha que la María Patiño!.


El martes, con el mismo espíritu que siempre ha caracterizado mis entrenos en la pista, es decir, ninguno. Llegué a ella aplicando mi principal lema para estos entrenos: “Sólo con haber ido me lo apunto”, aunque una vez allí me pase la tarde haciéndome sangre en la “pancha” de tanto rascármela. Reunidos bajo la escalera de jueces de la línea de meta, el numeroSO grupo, arengados por mi persona nos dispusimos a comenzar el calentamiento. Dos vueltas al césped por la línea del fuera de banda, diez minutos de tiempo y no más de trescientos metros de distancia. “¡P´habenos matao!”. Tras esto y pensando que todo seguiría en la misma tónica, comenzamos con los quince minutos de ejercicios para los tobillos. ¡Estos no son mis chicos, me los han “cambiao”!. Con disciplina aprendida, por lo visto en la Unión Soviética, el nutrido grupo se formó en parejas y comenzaron con el guión aprendido a realizar los distintos ejercicios. ¡Muerto me quedé!. No hacía falta mi chuleta para ná. “To´el” personal sabía lo que tenía que hacer y se dispusieron a realizarlo con un interés y perseverancia digna de las “abejas”. Allí que me quedé yo tó chafao y echando el bofe para no quedarme el último. Tras aquella demostración de eficacia, como si estuviéramos en la demostración sindical del Primero de Mayo (San José Obrero para los adictos) en el Bernabeu y en presencia del “generalísimo”, las varias decenas de “ETEROS”, por aquello de que hacemos E.T., se entregaron a su desarrollo con entusiasmo y empeño dignos de la mención para una medalla del trabajo. Ya, justo en aquel momento, me di cuenta que mi tiempo ha pasado… Ni dios me escucha y en el tiempo que en otras temporadas hacíamos tres recorridos, los tíos se metieron cinco repeticiones de las estaciones. ¡Esto ya no es para mí, abandono!. Excusándome con la frase: “¡Es que sólo tengo que hacer cuarenta y cinco minutos!”, metí el rabo entre las piernas y salí lijando a la ducha.


El miércoles el Capitán Bajoca me acompañó en mi recorrido por las cuestas que hay tras la casa durante cuarenta y cinco minutos y nos dedicamos a sacarnos el pellejo y a planear nuestro próximo desafío, que no es otro más que la Maratón de Valencia.


Pasó el día y fue el jueves cuando nos reunimos: Xarli, el tío que tiene los dientes más longevos del mundo mundial, pues son de plástico. Juan, que es el “primico político” del Stani y un servidor de las monjas. Este año he dejado el Complejo Deportivo La Flota y he destinado los recursos que éste tenía asignados al Club Natación Murcia. Allí espero aprender y nadar mejor esta temporada. Ello acarrea que no podré usar más el gimnasio de La Flota y por tanto me tengo buscar el gimnasio por otros lugares. Juan, resulta que tiene un coqueto y bonico gimnasio en casa, así que le hemos dicho que lo queremos y lo apreciamos, pero que a cambio de nuestro cariño nos tiene que dejar usar su gimnasio. Juan no es tonto y no se ha creído ni una palabrica, lisonja, ni requiebro que le hemos contado, pero como es un buen amigo nos ha convidado a que acudamos a su casa todos los días que haya que hacerlo. Salimos por entre los carriles de la huerta y embutidos en la hiriente humedad de la huerta en otoño corremos entre estación y estación de ejercicios. Es divertido, nos lanzamos puyicas, nos desafiamos a las más disparatadas aventuras y se nos pasan los noventa minutos más rápidos que si hubiéramos estado viendo por la tele un Madrid- Barça. Vale como triatletas que somos debería haber dicho una final olímpica de triatlón, pero hay que ser honestos y ver eso por la tele nos puede gustar a nosotros, pero para la vil canalla eso es un tostón de tres pares de cojones.


El viernes tendría que haber ido a nadar, pero como no comienzan los entrenos en el club hasta el día uno me planteé dos alternativas. La primera era salir a trotar un rato por los alrededores de casa y la segunda descansar. Como no podía ser de otra manera, elegí la segunda.


El sábado Juan, Stani, Xarly y yo nos fuimos a El Tollé. Una aldea que está camino de la Sierra de La Pila. El recorrido, sin ser duro, si que es entretenido y nos daría un punto de trabajo de fuerza que en estas épocas de entreno nos vendrían bien. En la primera subida, la del Puerto de Santomera, ya me quedé descolgado. Me esperaron muy amablemente en el alto, junto al restaurante. Les amenacé: “¡Cómo me esperéis más, no vuelvo a salir con vosotros!”. En la definitiva subida a El Partidor, volví a quedarme. Es algo que ahora no me preocupa. Quiero acumular trabajo en un segmento de pulsaciones adecuado al entreno que corresponde. Regresamos a casa, para poco más de sesenta kilómetros.


El domingo habíamos quedado Stani y yo para ir a Sierra Espuña. Quiso el cielo ponernos a prueba y mandarnos una lluvia, ni muy fuerte, ni muy pertinaz, pero lo suficientemente intensa como para diluir nuestro frágil entusiasmo. De nuevo se propuso una doble alternativa: Salir a correr por los alrededores de casa o preparar las cosas para la migas que nos íbamos a comer como celebración del vigésimo cumpleaños de mi hijo pequeño. Tras una espectacular lucha intestina entre el “deber” y el “querer”, digna de las tribulaciones de Santa Teresa, opté por quedarme en casa con unos don pedritos, un poquico de cascaruja y el mundial de ciclismo en la tele, esperando que aparecieran los comensales para comenzar la fiesta.


Y ahí, acabó todo. El Alonso ganó, los italianos nos engañaron como chinos en el mundial y las migas me dejaron el estómago con un “ardor” que más parecía que estaba en el puro infierno.

¡Hasta mañana, querido diario!


lunes, 22 de septiembre de 2008

¡Lo que no puede ser, no puede ser!.

En la güerta, cuando al finalizar un sucedido que se cuchichean entre dos y el final es tan desastroso como esperado, se finaliza con esta frase lapidaria asintiendo cada uno de los contertulios a la vez y como no entendiendo que alguien ose a desafiar las leyes del “sentío” común exclaman al unísono: “¡Y es que lo que no “pue” ser, no “pue” ser y "tó" lo demás es imposible.!”.

Con un fin de semana como el que se presentaba los resultados no pueden ser otros y cualquier otro punto y final que se le quiera dar a la cuestión es imposible, porque lo membrillos sólo se “pueen” coger en septiembre.

Con mi plan de adelgazamiento en siete días, que no viene a ser otra cosa que un vil plagio a lo de: “Tratamiento de belleza Pons en siete días”, esa crema milagrosa de la que tanto esperaban nuestras madres y que lo único que consiguió fue hacer rico al frabricante, en marcha, las actividades propuestas y mucho cuidado con el que se ría, eran:
Viernes: Asistir a la Gala de los chicos de Operación Triunfo en Orihuela.

Sábado: Comida extraordinaria que conmemoraba el nacimiento, floración y muerte de nuestro muy querido y nunca mejor enterrado “Club Atletismo Santomera”, en el pantano que nuestro “caudillo” tuvo a bien construirnos en las inmediaciones del pueblo, para que nos defendiera de las riadas. Lástima que el pantano se llenara de agua salá y ésta no sirviera ni para bañarse, pero vamos, que si algún día vuelve a llover allí está “pá lo que se le “nesecite”. Por la noche, actuación de los Parrandboleros en Patiño y coronación de las Reinas de las Fiestas de la pedanía. ¡Sí, coño, no os ríais más de mí, me voy a tragar más coronaciones que el principito y doña Leticia juntos!. En mi descargo comentar que no sabía que la actuación llevaba aparejada otra patética entrega de ramos y diademas del “todo a cien”. Estos chiquillos míos se están especializando en cutre fiestas, pero vamos que van donde les llaman.

El domingo teníamos la Carrera de la Ermita de Burgos. Un diez mil con chorrera, más cerca del once mil, que de un tiempo a esta parte ha cogido un auge sin igual. Hace unos pocos años no corríamos más de sesenta tíos y ayer aparecimos por la línea de salida casi setecientos.
Con este plan de entreno iba aparejado el siguiente ejercicio. El viernes un paseo de hora y media con mi santa por los andurriales y la montaña que rodean el lugar donde habito, ¡toma ya, que “requetebonico que m´ha quedao!. El sábado cincuenta kilómetros en bicicleta con Stani y Juan, que el pillico del “nenico de Monteagudo” con malas artes quería aumentar a cien “pa´que no los dejara solicos” por esos mundos de dios. Menos mal que mi sabiduría, sólo aparejada a mi vejez que no a mis estudios, supo descubrir la trampa y no me dejé embaucar con las lindezas que me lanzaban al son de cantos de sirena para que les acompañara todo el camino. El domingo el once mil ese.
Comenzaremos por el principio. El paseo con mi santa magnífico. Le propuse tres o cuatro sitios donde parar a tomar la sombra y descansar del esfuerzo del camino, pero mis ojos lujuriosos le hicieron adivinar donde estaba la trampa de la invitación, con lo cual la declinó con la sutileza y saber estar que tanto la caracteriza: ¡Cà, y un jamón, qué t´has creío tú que aún tengo 15 años!.
Proseguimos la marcha, como cualquier otro día hasta que regresamos a casa, como es costumbre, con el único bagaje añadido de más cansancio y más sudor…

En Orihuela sobre las diez y cuarto comenzaron la actuación los “nenicos” de Operación Triunfo. ¡Ya se que vais a decir que estamos, yo más que mi santa, algo mayorcicos para ese tipo de fiestas!. En nuestro descargo, manifestar, que el motivo de nuestra presencia en tan insigne fasto no era otro que llevar a nuestra sobrinica Marta, la misma a la que llevamos a ver El Canto del Loco, a escuchar y deleitarse con Pablo, “la perra” de Ivan o los dulces temblores de “la marea azul” que ahora no me acuerdo como se llama la nena. Este concierto es de esos a los que vas con una prevención horrible. Pones más cuidado que en beber agua del Júcar en la misma puerta de la nuclear de Cofrentes. Nos fuimos armados de nuestra neverica, nuestros bocatas, nuestros quinticos, nuestros gin-tonic (matizar que cuando sacábamos algo de la nevera con alcohol a la chiquilla le tapábamos los ojos para que no cogiera malas costumbres) y sobre todo con un buen “calzao” pues intuíamos que a pie plantón y con los triunfitos la noche podía ser toledana. ¡Pues no señor!, dejando al margen cualquier prevención, que te guste su música o no, que te guste la forma en la que han accedido a es “fama” prestada y con fecha de caducidad, los chicos presentan un espectáculo en el que el sonido es bastante bueno, a ratos, depende quien sea la o el que cante, los músicos son excelentes y el conjunto en general se gana el sueldo en hacer, las dos horas largas que dura, un concierto agradable al gentío que llenó la explanada. Bailan (dentro de un orden moderado y genérico de lo que es el baile), cantan y no descansan con esas largas peroratas que sueltan lo profesionales cuando necesitan alargar el espectáculo y no tienen suficientes canciones para ello. No sería justo con los “otros” si no hiciera ver que ellos tienen ventaja, pues son ocho en el escenario. Mención a parte merecen las dos bailarinas, coristas, que sobre todo la pelirroja, se gana el la soldada ampliamente.

El sábado salimos a las nueve menos veinte de la plaza que han creado en Zarandona con “la mierda de obra de arte” que el blanqueño José Lucas nos ha obsequiado o vendido al pueblo de Murcia. Stani, Juan y yo salimos sin prisa, pero sin pausa en dirección a Librilla, con la intención de que en el momento que mi cuenta alcanzara la cifra de 25 kilómetros me volvería a casa y ellos proseguirían solos. No estuvo mal, charlando y contando las últimas andanzas de cada uno, los veinticinco kilómetros se pasaron en “ná”. De regreso me propuse ir todo el tiempo en la parte de abajo del manillar, es uno de los objetivos de este año en la bici, ponerme más aero y no ir siempre en plan globero en lo alto de las manetas de freno. En una hora y cuarenta y tantos minutos ya me encontraba donde vive mi señora.

Mi santica, que es un sol, nos había preparado para la comida, como era en el monte, ya lo dice el refrán: “Si al monte vas, de lo que lleves comerás”, el siguiente menú:
Tortilla de patatas, al gusto, al gusto de los dos, claro.
Porra, que es un plato típico de su pueblo natal, la gloriosa Antequera.
Pan y café. En la nevera b, iban los quintos y las coca-colas, pasé de gin que era una reunión de atletas y ex y no quería que me tomaran por lo que no soy, un irredento bebedor social… (sic).

Una agradabilísima reunión donde nos volvimos a encontrar muchos de aquellas personas que allá por el año 1.992 se juntaron, yo llegué mucho después, para crear de la nada unos de los mejores y más dinámicos clubs de la región. Muchos de los que en su día eran criaturas acudieron con sus novias, mujeres y críos pequeños, bebés. Una delicia en la que no se paró de contar anécdotas que con el paso del tiempo no han hecho más que aumentar sus divertidas situaciones y darnos cuenta de cuanto vivimos juntos. Paella para más de cuarenta personas, dulces a tutiplén y un montón de buen humor que no hizo más que recordarnos lo fútil que es la vida para los humanos y lo que dejamos perder y pasar sin darnos cuenta cuan grande, hermoso y enriquecedor es.
Unos comían y bebían con más entusiasmo que otros, a fin de cuentas eran atletas, otros comíamos y bebíamos como si fuera a ser ese nuestro ultimo yantar. El resultado de todo aquello no fue otro que los primeros nos pasaron por la piedra a los segundos en la carrera del día siguiente.
Por la noche en Patiño concierto en la línea de siempre. Un placer para el oído.

Amaneció el domingo. Cabeza pesada, por las pocas horas de sueño y un sentimiento de culpabilidad como sólo lo podemos tener aquellos que de nuevo hemos pecado. Mi plan para quedarme “en ná” en siete días se había ido al garete por culpa de mi falta de voluntad. Los don pedritos del sábado, el dulce, el bizcocho y los helados se amontonaban a partes igual por los alrededores de lo que fue, cuando nací pues aquello debió durar días, digo horas, mi cinturilla de abispa. A Nonduermas nos desplazamos mis dos zagalitos, el Capitán Bajoca, que no hacía nada más que llamar para confirmar que iba, estaba ansioso por volverme a humillar y sacarme una minutada, Special Force y varios amigos más.
Mi primera tarea era elegir el look que llevaría. Lo más fácil, en vez de elegir algo, era comenzar por lo que no me pondría. Como estoy en esa fase de “barrilete” en pantalones cortos, lo primero era eliminar toda aquella vestimenta que pudiera indicar que yo era o había sido corredor o atleta. Rechacé todo aquello que salió del cajón que podría identificarme en mi roll de runner. Fuera camisetas de tirantes, fuera pantalón técnico, fuera calcetines cortos. Buscando en el baúl de los recuerdos encontré, como primera prenda que me pondría, una camiseta años setenta, de esas que no eran ni de algodón, ni de licra. De esas que estaban hechas con un material indefinible que al sacarlas de la lavadora te arañaban la piel y que al plancharlas se contraían en un “gurruño” del que después era imposible sacar ni un milímetro liso. Esa camiseta con cuello redondo ajustado a la altura de la campanilla, de color amarillo, algo pálido a causa del uso y del desuso a la que, por la parte de delante, le cruzaba una franja en diagonal de color azul, al estilo del Rayo Vallecano. Esa camiseta con un siete blanco a la espalda, de esos que vendían sueltos de cuero.Nada de modernices de los que se planchaban y cuando los ponías a secar al sol un par de veces se cuarteaban y rompían apreciendo finas aristas que cortaban cual papel. En el pecho, en la tetilla izquierda, flameaba un escudo que rezaba “Atlético Vistalegre Club de Fútbol”. Esa camiseta me serviría. Total la usaba cuando tenía catorce años. No es que me estuviera muy holgada, pero valía para su función, que no era otra que desviar la atención de la mirada de mis oponentes a la victoria, de mi barriga cervecera a mi aspecto global. Me verían y no dirían: “¡Vaya gordo!", sino que exclamarían: "¡Mira qué globero”. Una vez elegido esto, lo siguiente era encontrar el pantalón adecuado. Uno de futbolista era demasiado evidente, no quería que me confundieran con un iluminado del fútbol que pretendía ganar a estrellas del atletismo. Mi idea era más sutil, o al menos eso creía yo, mi idea era que por mi aspecto dijeran: “¡Aquel señor de allí, el de la camiseta amarilla y azul, ese, seguro que decidió ayer comenzar a correr. Vaya estampa que se gasta!”. Con eso y con cara de “asustao” seguro que promuevo la pena, en vez de la risa. Elegí un pantalón blanco de tenis, de esos que utilizaba Santana. Tela recia blanca. Bolsillos a los lados y más apretaos que el tornillo de un submarino. Como el pantalón corría serio riesgo de no llegar entero a meta, me aseguré el botón de la cintura con un imperdible que diera seguridad a la estabilidad de la prenda en caso de que el botoncico decidiera salir disparado en los primeros , o últimos compases de la carrera. Me embutí en unos calzoncillos blancos, por si acaso la rotura fuera por la pernera, como a Nadal en su homenaje y no fueran diciendo los críos: ¡Mamá, mamá ese señor está sangrando por el culo!, al confundir la sangre con el encarnado de mis gallumbos. Tenemos lo importante. Ahora lo secundario. Los calcetines irían a juego con los pantalones, así que me busqué unos de esos de lanilla fina que llevan dos franjas, una roja y otra azul, que en mi niñez creí que eran las oficiales del gremio de barbería, por aquellos sinfín que adornaban la puerta de los barberos, que llevaban esos colores. Con la edad descubrí que las dos raquetas que llevaban bordadas en los laterales eran las que los diferenciaban de los profesionales de las tijeras y te daban el pasaporte para incorporarte al mundo del tenis. En cuanto a las zapatillas no tenía elección. De mi etapa de futbolista y jugador de balonmano no me quedaban ningunas alpargatas, así que tuve que, irremediablemente, sucumbir a mis Kalenji nuevas, que aunque me podrían descubrir, no aportaban ningún glamour a mi aspecto. Todo eso, tocado con una gorra verde oliva, bien grande, en la que se leía, “Derribos Los Uñas, La Arboleja”. Pensé que harían de mi algo así como el hombre invisible.

El disfraz me duró como cuarenta segundos, no se, sí porque no me tapaba lo suficiente o porque a mi lado iban mis hijos y mi hermano, junto con Special Force y oteando el grupo el quinto componente, el de la gorra con la camiseta de futbolista y pantalones de tenis, no podía ser otro que el gordo del Garban.

Se dio la salida y comencé a penar, pero eso será motivo de otro análisis.

¡Hasta pronto, querido diario!.

viernes, 19 de septiembre de 2008

¡Hágase la Luz!. Y la luz se hizo.

Pues sí. Así comienza la historia, bueno… la historia documentada de aquella forma. Al fin y al cabo si algo está escrito en un libro podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que al menos uno se erró al explicar algo antes que yo.

En el antiguo testamento se narran algunas historias de manera que fueran entendibles por nuestra mezquina y corta entendedera, al menos la mía es cortica, ya me lo dice mi santa. Como en esos libros es donde muchos encuentran la verdad, la revelada y la divina, allí que voy yo para hallar la explicación de lo que me acontece. Buscando y rebuscando me termino el primer tocho, es decir el Viejo Testamento y me veo comenzando el Nuevo hasta que por fin, encuentro la explicación a mi situación, que como podrás entender, querido diario, es perfectamente lógica si le aplicamos las enseñanzas que la lectura nos proporciona.
Ahora nos ponemos todos en pie:

Multiplicación de los panes (Lc 9, 12-17)
Estaba Jesús rodeado por una multitud de más de cinco mil personas. Los apóstoles le dijeron que los despidiera para que vayan a los pueblos cercanos en busca de alojamiento y comida. Sin embargo, Jesús les dijo que repartieran su comida entre ellos, a pesar de que no tenían más que cinco panes y dos peces. Jesús tomó estos alimentos, los partió y los bendijo, y los dio a los discípulos para que los repartieran entre la gente. Todos comieron hasta saciarse, y aún sobraron varios canastos.

Una vez leída la palabra paso a relatar, como lo que sucede en mí es digno de ser puesto en conocimiento del obispado, para que si lo estimara oportuno, se abriese expediente y procedieran a investigar en mi persona, si acaso soy un ungido.

Comencé con entusiasmo inusitado mi camino hacia la perfección, entendiendo por ésta el que me quedara perfectamente flaco, con el único objetivo de agradar a dios, miento, que esto el omnipresente lo lee también, decía, con el único objetivo de poder correr un poquico más rápido de lo que ahora lo estaba haciendo. “ Y al comienzo fue la luz” y por ello me puse a lo básico: Me pesé. Mi super-báscula, la adulo para intentar que en un futuro se olvide del rencor que me tiene y se torne en amiga que me de buenas noticias, explicaba varias palabras atrás, que mi peso marcó 72,5 kg. que fueron recibidos con un grito de espanto, un resoplido de furor y una cara de ajo de tal calibre que mi santa al bajar del cuarto donde se encuentra tan preciado “electrodoméstico” me preguntó si me encontraba mal. Como soy positivo, ¡ja!, retomé el entusiasmo, seguro que eso es lo que me hace engordar, la felicidad, dicen, es directamente proporcional al peso del individuo y me consolé con el pensamiento de mi amigo el Mago Pepo de: “Para poder adelgazar mucho, lo principal es estar muy gordo”. Con estas cuítas y varias más de esta cuerda me lancé a la desenfrenada vida que llevo.

Diseñé un plan de choque que consistía, digo consistía porque tendré que elaborar otro alternativo debido a las nefastas consecuencias que ha traído el primero, explicaba que consistía en: Desayuno: Un vasico de café con leche. Almuerzo: Dos manzanas del tamaño de un higo. Comida: Lo que mi santa me ponga en el plato, que no está el asunto “p´apretarle mucho a la chiquilla”. Merienda: Lo que toque entrenar. Cena: Un hervido de acelgas por lo general y un par de cortes de queso de Burgos. Con este infalible plan y una disciplina espartana me acostaba todas las noches esperando, como agua de mayo, que amaneciera para pesarme. El primer día mi báscula me sorprendió con un interesante 72,8 kg., que tras varias subidas y bajadas del peso, más que nada porque seguro que estaba roto, se quedaron en unos 72,8 kg. inamovibles. Pergueñando varias interpretaciones al suceso, qué si había sido el primer día, qué si un día de entreno había activado mi poderosa musculatura, qué si pitos, qué si flautas, pasé al día dos del plan.


Me levante, como siempre a las seis de la mañana con una sonrisa de oreja a oreja y tras los rituales de rigor, desperezarme, hacer pipí para que ese pedazo de trozo de cuerpo, cortico, cortico, se relaje y pueda estar dentro de donde tiene que estar. Evacuar a los muertos y demás, subía a donde habita como una faraona mi báscula, colocándome sobre sus lomos. Enseguida obtuve su grácil, sonrosada y risueña respuesta: 73 kg. de vellón. El gritito pasó a ser algo más, las subidas y bajadas del maléfico aparato también aumentaron, por si… y la cara de ajo pasó a ser una de colérico energúmeno. No me amilané, seguí irreductible en mi empeño. Así han pasado los días de tal manera que en la actualidad ya estoy en unos magníficos, orondos y sonrosados 73,8 kg.
Sólo con lectura de la parábola de los panes y los peces he encontrado consuelo. Ahora está todo claro y para su compresión lo explico con un salmo (del libro de los Salmos, vamos que no me lo invento): “El señor hizo en mí maravillas, ¡Gloria a ti, Señor!”.



Ante irrefutables, por contrastadas, explicitas, visibles e incuestionables realidades, mi pragmática forma de ser no ha podido más que tomar medidas. Las correcciones que he realizado son las siguientes:

Me he soltado el botón del pantalón. La presión era tal, que cuando llegaba a casa tenía una marca más parecida a la que deja un aparato penitencial como el cilicio en la cintura, que a la debería haber dejado un pantalón de buena calidad como el que yo uso. Tengo que tener la precaución, cada vez que me levanto de la silla, de abotonarme la prenda de vestir, más que nada por si la cremallera estallase y me quedase con mis sexis, bonitos y nunca bien exhibidos gallumbos al aire. La siguiente medida correctora viene aparejada a la primera. Como no hay sitio para la barriguita dentro del pantalón, se ha tenido que dejar fuera de él el polo, camisa o camiseta que a la sazón ese día lleve. Ahora voy como todos los gordos, con los faldones por fuera, más por falta de espacio dentro del pantalón que como “disimulo” como le llaman a los vestidos de la embarazadas, habiendo entrado directamente en el mundo de los que se tapan la barriga por gordos y se peinan el único pelo que tienen en varias capas para que le ocupe toda la calva.
Estas dos medias han traído consigo unos efectos secundarios unos malos y otros buenos. Los malos es que ya directamente todo el mundo me dice: ¿Qué Garban?. ¡Vaya verano que te has dado!. La buena es que mi santa desde hace varios años me venía diciendo que la camisa, los polos y las camisetas me están mejor por fuera que por dentro del pantalón, con lo cual ella cree que lo he hecho por hacerle caso y está más contenta que unas castañuelas. Otra consecuencia mala es que he tenido que elaborar nuevos procedimientos para vestirme. El motivo es que los anteriores quedaron obsoletos desde el momento en cual no puedo cerrar el botón del pantalón.
En la era primigenia, cuando estaba delgado, abotonar la cinturilla era como un clic, se cierra el botón y ya está. Más tarde había que “meter barriga”, mirar hacia abajo y tras localizar el objeto introducirlo por el ojal. Ahora ya no es posible efectuar dicha maniobra, ahora hay que complementarla. El procedimiento actual dice, más o menos, lo siguiente: “Súbase los calzones y cuando lleguen a la altura de la cintura cierre las piernas, para que en su caso, no se caigan de nuevo al suelo al no encontrar cintura en la que sostenerse. Meta la barriga. ¡Así no, coño!. ¡Con fuerza!, Con tal fuerza que se le pegue lo más posible el ombligo a la columna vertebral. A continuación, como aún no habrá encogido lo suficiente el estómago para que se pueda cerrar el pantalón, aplique una presión paulatina hasta llegar a constante y fuerte con la mano izquierda, aproximadamente entre el elastiquillo de los calzoncillos y su obliguico. Con la mano derecha pruebe a introducir el botón por el ojal. En caso de imposibilidad por falta manifiesta de espacio dentro del pantalón, levante la mano derecha hacia el cielo, de tal manera que estilice al máximo su figura y con la boca, que seguro que aún le quedará libre, llame a su santa para que sea ella la que proceda a ejecutar la maniobra de cierre de la cinturilla del pantalón. Al finalizar el procedimiento, cuando la parienta se ría de usted porque haya tenido que acudir en su ayuda en tan humillante, indigna y risible acción, recuérdele las veces que usted ha tenido que prestar su auxilio para soltar el sujetador o bajar la cremallera de ese escotado vestido de noche… (¡Ya se que no es lo mismo, pero algo habrá que decir para que no parezca tan indigna la situación!).

Pues sí, en estas me hallo y hasta este borde del precipicio me he asomado. Tras una semana de vida asceta, tras una semana de sufrimientos y calamidades, tras una semana desesperante, hoy, como el que pertenece a alcohólicos anónimos, tengo que confesar: “¡Me llamo Garban y en siete días de miseria he engordado un kilo trescientos gramos!, pero mi caso se encuentra en estudio en el obispao. Muchas Gracias”.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

En la Huerta Murciana cantan...

A mis ya rotos músculos se une que se rompen mis ganas y se rompe, por enésima vez esta temporada, la fuente de alimentación de mi ordenata de casa y no queda más que el desconsuelo, la desidia y el abandono. De este estado de cosas no queda más que cerrar el chiringuito y volver cuando las cosas hayan mejorado.

Para mejorar lo único que tenía que ocurrir era que volviera “al cole”. En mi trabajo siempre funciona el ordenador y al menos puedo subir al blog lo que pergeño en mis noches de insomnio.

Al final terminé por dejar la bici colgada en el cuarto de las bicis y dedicarme a descansar. De todas formas el montar en bici me evitaba el dolor del gemelo pero no hacía que éste mejorara. Como acción correctora me fui al podólogo, junto con mi amigo Juan para que me revisara las plantillas. Tras pagar lo que me pidió, que tampoco fue mucho, pero que es suficiente como para dejarme tieso el resto del mes, ya sabéis todos, lo de la crisis..., me dijo que me tendría que hacer unas nuevas, ya que éstas las había vencido por el uso. ¡Al menos ya he ganado una batalla!, aunque sólo fuera a las plantillas, que además me costarán el dinero.

Tras dejar el ejercicio, además lo ponía el plan de trabajo, me he dedicado a la vida contemplativa, a leer, a pasear con mi santa y a ponerme como un “zompo” a beber cerveza y comer. De todo lo realizado con inusitado entusiasmo, lo que explica el "inexplicable peso de 72,5 kg." he conseguido leer dos libros. El primero fue La Bodega de Noah Gordon. Un libro que me ha gustado porque muestra una historia interesante, muy bien narrada y que no te pone el alma en vilo por saber quien es el asesino. Se deja leer y te transmite tranquilidad y sosiego. El segundo libro ha sido el de Carlos Ruiz Zafón, El Juego del Ángel. Me recordaba en exceso a La Sombra del Viento y a veces me daba la sensación de que añadía páginas, muy bien escritas, con un léxico exquisito y con mucha sensibilidad, pero que no aportaban demasiado al libro como historia, pero que servían para alcanzar el cupo de hojas exigido por la editorial.

En cuanto a pasear con mí santa ha sido muy gratificante. Recorrimos todos los días el circuito pequeño que realizo cuando entreno a pie. Ocho kilómetros que nos despachábamos en algo menos de ochenta minutos, entre pinares, olivos y limoneros que nos alegraban la vista y nos reencontraban con la naturaleza.

También he tenido tiempo para acudir a tres conciertos, bastantes dispares entre sí. Al primero que acudí fue al de La Unión. Rafa, el líder, está “cuadrao como las neveras”, pero la voz no se deja escuchar si no es previo paso por la mesa de sonido de su ingeniero. Se le entendía bastante bien, pero le faltaba musicalidad. Para colmo, intentando captar nuevos adeptos, ha versionado alguno de sus mejores éxitos hasta dejarlos tan irreconocibles como cuando alguna protagonista del mundo rosa para por la mesa de su cirujano plástico. Mucho público, pero más dispuesto a pasarlo bien que a dejarse echar a peder el día con una música que no estaba a la altura de las circunstancias ni en el lugar, ni momento adecuado.

Estuvimos escuchando a los Parradboleros, grupo murciano que versiona un tipo de música que a nosotros nos encanta. Salsa, boleros, parrandas, pagode, tangos a ritmo de reage. No es una música que agrade a todo el mundo, pues enseguida los jóvenes y los modernos la preenjuician alineándola con lo antiguo o lo demodé. Un concierto largo y muy bien construido, con buen sonido. Lo único malo, por si alguno se informa y después me lo echa en cara, es que tuvimos que tragarnos la “Elección a Reina de las Fiestas 2008” de nuestro pueblo adoptivo: Cabezo de Torres. Todo un tostón por lo que conlleva y representa pero que capeamos con unos buenos don pedritos, unos bocatas y algún que otro Gin-Tonic que nos sacamos de la nevera. Éramos los únicos de los asistentes que íbamos contracorriente. Nosotros cenamos mientras que los familiares se mostraban nerviosos e ilusionados por si su patrocinada salía elegida y ellos cenaron mientras que Los Parradboleros interpretaban sus canciones.

Por último acudimos a la cita que Radio Murcia en su 75 aniversario organizó con un Macro Concierto en la víspera de la Romería. Más de 30.000 personas no reunimos en el aparcamiento de la Nueva Condomina. Un concierto gratuito donde nos sirvieron a papás que vigilaban a sus niños, a los niños y a un gentío joven donde lo más normal era ir pertrechado con tanto alcohol como si las que estuvieran en peligro de entrar en suspensión de pagos fueran las destilerías en vez de los bancos y las aseguradoras. No me voy a quitar pecados, nosotros también acudimos debidamente equipados, pero con una carga de bebidas infinitamente inferior a la media. En el “concierto” nos obsequiaron con unas buenas dosis de “garrafón” en forma de música enlatada con la simple presencia en el escenario de los artistas de moda para, a continuación, obsequiarnos con “Dover en Concierto”. Este grupo, al que había escuchado en algún CD y sobre todo en las emisoras de radio al uso, tiene entre su repertorio algunas canciones, que si fuera entendible su inglés no me desagradan. El grupo salió al escenario en riguroso directo, pues es imposible que algo así pueda estar grabado sin que ningún juzgado, inquisición o ama de llaves maligna lo haya roto en mil pedazos. Desde que escuché en un programa del malogrado Félix Rodríguez de la Fuente, al Arruí berrear en busca o medio de encontrar hembra para aparearse, no había oído alaridos, gritos, ni sonidos de ese estilo, nivel y o armonía. La chica, aparte de mover su larga melena, levantar las piernas como si no le importara que se le vieran las bragas y tenderse cuan larga era en el escenario, no realizó ni un sólo esfuerzo más si quiera, para dar una nota afinada. El nivelazo de la cantante, que la música, más por sus decibelios que por otra cosa, aún se podía escuchar y el que se acabaron las cervezas y el vodka, nos hizo recular y rendirnos, no teniendo más remedio que replegar nuestros flancos y retirarnos a casa, no sin antes reconocer que la chica nos había rendido, pues nosotros estimamos que igual lo hacía para que nos fuéramos y no queríamos darle ese gusto.

Pues aquí estamos, con las manos vacías y la mente llena de ideas. Hoy comienzo a trabajar y mañana probaremos a comenzar nuestro plan de entreno con cuarenta y cinco minutos de rodaje. Hoy saldré, por último día espero, a pasear con mi santa, esta vez será el crepúsculo el que nos vigile y no el amanecer, pero nos servirá para despedirnos de este pequeño placer hasta nueva ocasión. Deseo que sea por última vez pues será la señal de que no me duele el gemelo, algo que no tengo demasiado claro en estos momentos.

Me despido por hoy con unos versos de una copla, concretamente “Coplas Murcianas” del maestro Massotti que nos dan una pincelada de los “bonico que es mi pueblo, de lo rebonica que es mi huerta y del placer que me proporciona el vivir en esta tierra” y que con tanto arte y gusto interpretan Los Parradboleros.


En la huerta murciana
cantan las mozas
parrandas que parecen
hechas por Dios.
Y brilla la esmeralda
de su refajo
con luces arrancadas
al mismo sol.


martes, 2 de septiembre de 2008

Comienza el curso, por supuesto descansando, que tó no va a ser currar.

Comenzamos con el día 1 de septiembre un nuevo ciclo, otra temporada. Esperemos que esta sea mejor que la anterior, más productiva, sobre todo, más divertida. Deseemos que el personaje, Garbanzito, esté de mejor humor y vuelva a divertirnos con esas aventuras que a menudo le sucedían. Que vuelva a dibujar sonrisas y que cuente sin pudor todas aquellas cosas que nos pasan a todos pero que nuestro orgullo nos impide contar.

Lo cierto es que Garbanzito comenzaba la temporada el día 22. La terminaba el día 6 descansando unas dos semanas. Al final, como es un

7ª Pujada al Castell 2008

cabezón, ya desde principios de Agosto venía haciendo lo que le venía en gana. Una inoportuna lesión, ninguna es oportuna, así que para que contar más tonterías vino a dejar a Garban sin poder correr, con lo que no le quedó más montar en bici. Se buscó de compañero de fatigas “al rizos”, exciclista aficionado que le saca los ojos un día sí y otro también. Cada siete días “el Garban” falla dos o incluso tres, impedido por los “comas etílicos” en los que acaba la farra que organiza con unos y otros, fin de semana sí, fin de semana también. El caso es que tras el mes de Agosto me metí entre pecho y espalda 900 km de bici y algo de natación. Tanta bici, me ha servido para darme cuenta que no ando “ná de ná”. La natación al final la fui dejando pues quería desprenderme de la presión que me metió durante el año pasado.

El viernes pasado salí con la grupeta de profesionales que sale de la Iglesia del Carmen de Murcia, todos los días a las 10 de la mañana. Como el sábado comenzaba la Vuelta a España allí no había ninguno pero los que acudieron, aficionados, sub23 y demás querían, como los leones de la manada imponer su virilidad y demostrar que ellos eran los firmes sucesores de los que no estaban. Tanta demostración de testosterona, sumada a la endiablada velocidad que llevaban hizo que a los 16 km de salida perdiera la parte trasera del grupo, concretamente subiendo al Cabezo Negro y ya no los volviera a ver, ni ese día ni ningún otro, pues temo que tácitamente decidí no volver, por lo menos de momento.

Como iba diciendo seguiré saliendo hasta el día siete en bici y luego seguiré saliendo también aunque el plan ponga descanso, porque si no engordo un huevo y la barriga y la panza y la papada, el resultado es que engordo y eso no está bien, que el objetivo de este año es poder ponerme el culotte de ciclismo sin tener que meter la barriga “pá dentro”.

“Asín” que ya lo saben ustedes “El Garban” tiene como objetivo principal el ponerse a plan y quedarse hecho un figurín, un yogourín y un bollicao, “tó junto”. Si consiguiera quedarme como un pincel el resto de los objetivos serían más sencillos. Ya lo dijo el listo de turno: “No me dobles la potencia, divídeme el peso”.

Como ya anuncié en su momento el principal objetivo es el Maratón de Valencia. Me gustaría llegar antes que el práctico de las 3,15. Será difícil pero

7ª Pujada al Castell 2008

la ilusión es lo primero. Como objetivo principal también está el Triatlón de Zarautz. El método ya lo sabéis, lo que he hecho es apuntarme a un club de natación. En cualquier caso esta vez sólo iré si los test previos me dan algo de chance en la suerte, si veo que es imposible me quedaré en casa. El tercer objetivo es una cosa que salió en broma pero que se hará en serio. Bueno todo lo serio que puede ser el Garban, pues el objetivo es terminar. Me inscribiré en los 101 de Ronda. Lo que deseo es simplemente terminar y no haré ningún entrenamiento especial, supongo que con el volumen de entreno que lleve será suficiente. La ventolera me pegó cuando este verano adelanté a algún ciclista, también fui adelantado, que uno no es Montoya, otro gran ciclista vecino mío ya jubilado, que portaban majestuosos y ufanos la zamarra de los 101 con su banderita roja y gualda y la cabra de la legión dibujada. A mí la cabra me hizo tilín y en ese momento me propuse que sería mía. A esta aventura iré con “Special Force”, que es mi gran amigo y sufridor de neuras diversas aunque en los últimos años estamos alejados algo, deportivamente hablando, que de juergas, farras y saraos tenemos y tendremos gran apego. Nos hacemos compañía mutuamente cuando sacamos las guitarras a tocar y las mozas del lugar nos miran con ojos de “corderas degollás”. El amor es “asín”. Los 101 los haremos despacico, con maña, intentando sufrir lo mínimo y con el afán máximo de divertirnos, compartir experiencia y coger en propiedad esa camiseta tan chula que me pienso traer con cabra y todo. De mi bolsillo me pagaré el maillot de ciclista.

Como es día uno y algún día hay que poner para comenzar con la vida espartana, es decir, dejar los don pedritos e iniciar el proceso de perder peso, pues me he puesto a la labor. Comencé el día con 71, 5 y lo terminé

7ª Pujada al Castell 2008

con 72. Es la mierda está de no engordar. La dieta fue: un vasico de leche por la mañana. Dos manzanas de almuerzo. La comida, la justa, la que me pusieron en el plato, con agua y fruta. De cena un trozo de queso fresco, ni cincuenta gramos, un danone desnatado y una oración “pá quedarme delgao”, el resultado engordar medio kilo. Hoy ya he amanecido con 70,9 y espero seguir bajando. Ya son dos días de vida sana. Los don pedritos los he sacado del frigo pues si están allí, a la vista, fresquicos… Ya lo sabéis: ”El Garban es fuego y los don pedritos estopa, viene el diablo y sopla…”.

Estas son malas fechas “pá ponerse a dieta”. Tras el verano, hinchaos a no hacer ná los murcianos de la capital comenzamos con la Feria. ¡Pá descansar, del ajetreo de la playa!. Toros, cacharritos, fiestas y saraos diversos nos tentarán, pero: “¡A dios pongo por testigo, que haré lo imposible para evitarlos!”… Bueno, tos, toícos, no, que a algún sarao tendré que ir, que luego uno se queda sin amigos.

Bueno pues esto es de momento lo que da la mata, un poco de cada cosa.

Pronto tendrás noticias frescas, querido diario.

7ª Pujada al Castell 2008, Perdóname santica mía, pero una foto con Jandro no se puede dejar en el tintero.

Abierto el plazo para las Candidaturas a la Asmablea de la Federación Murciana de Triatlón

En cualquier sistema democrático la asamblea, órgano legislativo colegiado, es el punto crítico de la estabilidad y funcionamiento del sistema. Hoy se ha publicado el censo definitivo, ya sabemos quienes y cuantos somos, y comienza el plazo para la presentación de candidaturas a ese órgano. El presentarse a ella no representa más que unas ganas de participar, de dar ideas y de querer que nuestro sistema siga adelante. El presentar una candidatura no quiere decir que desees ser presidente, director o cualquier otro cargo. Después habrán votaciones y sólo estarán los que nuestro colectivo estime que son los más cualificados, tienen más ilusión o, ¡qué terrorífico panorama nos espera si eso es así!, son los únicos que se han presentado. ¡Animo!, si alguna vez hemos tenido alguna idea que aportar, si alguna vez hemos pensado que podríamos ayudar, si alguna vez hemos tenido la necesidad de hacer algo por ayudar a nuestro colega que está junto a nosotros en los boxes en cualquier duatlón o triatlón, presentémonos. El que no salgamos elegidos no es una humillación, nada más que nuestra voluntad por ayudar honra nuestra causa aunque no hayamos sido considerados los idóneos. Os animo a presentaos. Que en la próxima etapa de nuestro proceso electoral nos llevemos la alegría de ser muchos los que optamos a ser servidores de nuestro deporte. Mi candidatura a la asamblea está en camino, por favor, enviad la vuestra, nada más me gustaría que no fuera miembro de la asamblea porque se presentaron tantas personas y con tanta calidad humana, deportiva y cultural que yo me haya quedado fuera. ¡PARTICIPEMOS Y AYUDEMOS AL TRIATLON MURCIANO!.