martes, 30 de octubre de 2007

¡La próxima semana, San Javier!


De nuevo nos vemos, querido diario. En primer lugar agradecer a todos las muestras de cariño y la preocupación por el estado de salud de mi santa. Ya le han quitado los puntos que tenía y está en fase de franca recuperación. La tengo en un “palmito”. Limpio, friego platos, hago camas, tiendo ropa y atiendo a los perricos y demás “animales” de casa como son mis dos “tiernos infantes”. Mi santica creo que está mejor que en brazos y no creo que tenga ningún reproche que hacerme por ahora. Esperamos con entusiasmo que ya se pueda mover un poquico más, el médico describió su cicatriz como un “navajazo de un lado a otro de la cadera”, para que nos comience a hacer comidicas de esas que nos gustan, un buen potaje, olla de cerdo, arroz y habichuelas y todos esos guisicos que tanto nos gustan. Al menos el que esté en casa nos va a servir para comer como señores, que cuando ella está en el trabajo pone voluntad pero tanto calentar platos y tanto microondas nos hace parecer que comemos peor que un soltero. Supongo que en un par de días podrá volver a estar operativa, al menos para preparar comidas, a fin de cuentas los toreros con cornás como esa reaparecen a los diez días…
También tengo buenas noticias, en cuanto a la evolución de mi cuerpo. Estoy aún más jamón que antes, si es que se puede llegar a tener un cuerpo con más poderío de que yo tenía. Mi peso actual es de 70 kg. y 300 gramos, luego en este par de semanas ya me he descargado de dos kilos setecientos. La “hoja de ruta” sigue su camino. Mi zagalico el pequeño, como es tan pragmático, me ha bajado los humos diciéndome que los dos primeros kilos son de proteínas y que por lo tanto no se notan en la barriga… ¡Siempre me tiene que poner los pies en el suelo!.
Debo comentar, querido diario, que no es que esté decaído o de bajón. El tema que actualmente me encuentro es que el año pasado era todo nuevo y tenía capacidad de asombro por las nuevas cosas que iba descubriendo, ahora es todo un poco más repetitivo y si encima estoy tan gordo, pues es difícil mantener el tono, pero nada grave, ya encontraremos el humor por otro sitio.
Como decía la semana pasada, estoy teniendo problemas con el tema de entrenar a pie. Siempre que me toca rodar pasa algo. Esta semana si pude correr el jueves, pero el sábado que tenía que hacer un R 90´ no pude hacerlo pues habíamos quedado a las 11 con los compañeros del Tri-oráculo de Santa Pola para ir a Tabarca a comer un caldero. Al final el viernes tenía descanso y el sábado me lo tomé para ir de excursión, ¡ya tengo otro déficit de entrenamiento!.
El sábado fue un día bastante entretenido. En un velero muy bonico nos fuimos a Tabarca y regresamos a la luz de la luna con todo el velamen desplegado… La pena fue que a mi vera estaba el feo de Stani y lo que podía haber sido un romántico viaje de enamorados, se quedó en: ¡Qué corra el aire y no te pongas tan tierno!. La verdad es que estaba deseando llegar a tierra pues no iba adecuadamente vestido para la ocasión y me helé de frio en la proa del barquico dichoso. Desde aquí dar las gracias a los compañeros de Santa Pola por el día tan estupendo que nos prepararon. Ni que decir tiene que mi santa se quedó en casa, no era plan de montarse en barco con “el navajazo” que llevaba. El caldero, las cervecicas y la compañía fue lo mejor. Espero que los nenicos nos envíen las fotos que nos hicimos. En el blog de Stani hay un par.
El domingo teníamos la subida a la Cruz de la Muela. El cupo de la inscripción se cerró varios días antes. Las ciento ochenta plazas se acabaron pronto. La fauna de la inscripción era variada. Unos diez o doce especialistas de montaña de los buenos. Cien corredores variados, unos de ruta, otros triatletas y los menos de montaña. El resto un nutrido grupo de senderistas que acudían a la cita sin saber muy bien donde se metían. En la cabeza un gorrito de esos que parecen una cubitera, una mochilica pequeña a los hombros y un palo, bordón o unos palos telescópicos con punta que parecían que iban a esquiar en las manos. Temí por la vida de algún corredor, pues esos afilados aditamentos podrían haber sido un arma mortal en manos de un poco avezado senderista.
A la subida acudieron, engañados por Alfonso, varios de los protagonistas del sábado en Tabarca. Según me comentan tienen las patas tan malicas que no pueden sentarse ni a “cagar”. Es lo malo de una subida que tiene cuatro kilómetros setecientos cuarenta metros y que comienza a 62 metros de altitud y termina en 344 mts, hay momentos en que la cuesta se empina tanto que no queda más remedio que respirar hondo y andar lo que se pueda. Mi menda, que ya sabía de que iba el corte, no se apretó demasiado, sabía que si te aprietas al día siguiente los cuadriceps estallan de dolor. Mis anteriores marcas, al menos las que he encontrado, estaban en 31 y 34 minutos, esta vez 37:47 fue lo que marcó el reloj al llegar a lo alto. La subida es dura, espero que pronto pueda poner alguna foto, se ve en lo alto a la gente andar en fila de a uno. El regreso lo hice corriendo y entonces fue cuando me puse los cuadriceps a tope. Hoy estoy algo tocado, pero puedo correr, poco, pero puedo.
El lunes, como tenía la conciencia intranquila, no pude menos que hacer penitencia y hacerme el rodaje de 90 minutos que me había saltado el sábado. Salió despacico, pero salió como pudo. Por la tarde nadé dos mil quinientos metros en 58 minuticos y luego para terminar de purgar mis pecados me he metido a la sesión de spinning de 45 minutos, un poco para tranquilizar mi conciencia y otro poco para ver a mis monitoras que hacía ya varios días que no las veía. Al final, el señor me ha castigado y ha aparecido un monitor calvo a dar la clase, lleno de músculos para alborozo de las nenicas que llenan a rebosar la sala y desesperación de los nenicos que somos clara minoría.
La carrera fue como siempre. Primero unas bromas con el personal y decir “la verdad”, que no podía correr que estaba malico. Luego hemos salido a toda caña y a esperar a que el personal madurara. La alegría ha sido que, por primera vez desde hace muchos meses, los tres nenicos hemos vuelto a correr juntos. Mi zagal mayor, mi zagal pequeño y yo. Me hacía mucha ilusión que mi nene mayor volviera a una carrera, aunque el hombre hizo lo que pudo. Mi Pablo llegó muy cerca mía. Tiene mucho mérito pues ha perdido este verano 17 kilos y está preparando triatlón esta temporada.
Este fin de semana nos iremos a San Javier a correr la media maratón que hacen por allí. Ya veremos como sale. Lo bueno que tienen estas carreras es que vamos sin presión, como un rodaje más, unos salen mejor y otros peor. Seguro que es divertido, aunque me ganen el mamoncete del Stani y el Capitán Bajoca.

P.D.: Espero tener algo más de tiempo esta semana y hablar sobre "Como planificar la carrera" y sobre el "entrenador de natación"

jueves, 25 de octubre de 2007

Y esta semana ¡La Cruz de la Muela!

Tengo que obligarme. Con la edad uno se descubre así mismo. Algunos no nos reconocemos en el espejo y menos en las fotos. Preguntamos con desconfianza, ¿ese soy yo?. Es que siempre tenemos una imagen de nosotros mismos mejor que la que damos al exterior, tanto física como a nivel personal. Siempre nos creemos mejor persona de lo que somos…
La falta de ilusión, de retos, de verdaderas ganas por conseguir un objetivo se está notando esta temporada y eso se refleja en todo lo que hago, en todo lo que está en contacto conmigo. Sin ganas para escribir…
Sólo podría hablar de historias pasadas, de cosas que seguro que ya he contado, que tergiversaré, engrandeceré y cambiaré de tal manera que no se reconozca con la realidad. El ripioso Campoamor ya lo escribió: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”.
De momento no es el caso, sólo que no encuentro ese objetivo que me anime, esa ilusión que obligue a hacer algo con verdadero entusiasmo.
Desde el quince han pasado algunas cosas, la mayoría anodinas, sin trascendencia, sin mérito suficiente para ser contadas. Pues vamos a contarlas, más que nada porque no quiero que el personal se acostumbre a que no hay ninguna actualización en el blog y deje de leerlo. El que escribe, lo hace para ser leído…
Comencemos por las cosas buenas. Mi santica nos dio un susto muy grande el jueves pasado. Mi nena es más dura que “el palomino”, también conocido como “la mierda de paloma”. No se queja nunca y cuando lo hace es porque realmente la tenemos hasta el moño de tonterías y caprichos o, como ocurrió en este caso, porque se encuentra muy malica. El jueves me llamó diciéndome que se iba a casa, que se encontraba muy mal. Como es tan bruta, tuve que convencerla para que me esperara para acompañarla. ¿Qué iba a hacer ella sola, enferma, en casa en medio de un monte, sin nadie a su alrededor?. Cuando puede hacerla entrar en razón, me permitió que la llevara, cuando lo que yo realmente deseaba era llevarla a urgencias. En casa, como no podía ser de otra manera empeoró y sólo entonces me permitió que la llevara al Hospital. A las 12 y media de la mañana, entramos por esa puerta de urgencias. A las ocho de la tarde la operaban para extirparle, supongo que el nombre técnico será otro, un tumor de 10 cm que tenía estrangulado y sangrando, en una palabra que se estaba desangrando por dentro. El dolor era tal que le metieron tanta dolantina y demás medicamentos que cuando entró al quirófano saludó como si traspasara la puerta de “Lluvia de Estrellas”, pues el ciego que llevaba era digno de un botellón. Como es tan dura desde el lunes la tenemos en casa. Hace unos 15 años pasó por un calvario semejante y cuando ves que todo empieza de nuevo, la moral se resquebraja, pero ya está bien y todo quedará en un susto. Muchas gracias a todos los que os habéis interesado por su salud y a los que no os he dicho nada, no me lo toméis en cuenta. Por una parte cuando uno está realmente enfermo no tiene muchas ganas de visitas y cuando comienza a recuperarse y está en el hospital, sobre todo a las mujeres, no les gusta que les vean en poses y actitudes que no le benefician, digamos, de cara a “su imagen”.
Tras esta buena noticia, otra también no menos buena, aunque menos importante. ¡He perdido un kilo setecientos gramos!. Estoy en 71,3. Me está costando, pero como dice la canción “¡Me estoy quitando!”.
Estas dos semanas no he hecho ni un metro a pie, me refiero en los entrenamientos. Los jueves son los días que dedico a ello y el anterior llovió a mares y el siguiente me lo pasé en el hospital, así que… De todas formas si he encontrado hueco para nadar, montar en bici y el spinning. Cuando llegue fin de mes haré un recuento de las horas y de los kilómetros, pero de momento no es importante. Estoy en una fase que denominaríamos entrenamiento terapéutico, en fase de perder peso, sin eso es imposible estar en buena forma.
Lo más importante desde el punto de vista deportivo, estos días, fue el Duatlón Cross de Cieza. Me había comprometido con mi amigo Jesús Carrillo a echarles una mano y como mi zagalica estaba mucho mejor y mi nenico el mayor quería quedarse con ella en la clínica, aproveché la circunstancia para irme a ejercitar otra diversión, que es la de comentarista en pruebas deportivas. Esta es la forma con la que calmo el mono de cuando hacía mis pinitos en la radio. La carrera fue muy dura y estuvo, lo que yo ví, al menos muy bien organizada. Cuando más me divertí fueron los momentos en los que Stani, Xarli y Juan aparecían por boxes y les taladraba la cabeza con su tardanza en cambiarse de zapatillas, aireaba su “tiempo” y hacía chascarrillos con su silueta. El “¡volved pronto y que no se os haga de noche por la montaña!, fue una de las lindezas más suaves que escucharon de mi boca. Por cierto, los tres se comportaron como verdaderos campeones, aunque el “hombre de hierro” Stani, estuvo algo más delante que los otros.
El domingo se celebró la Media Maratón de Molina de Segura. Me había inscrito con mucha antelación y esta vez el nenico pequeño se ofreció a ser el guardián de su mamaica. Mientras corro, compito o entreno, me divierto, se me olvidan los problemas o resuelvo muchos de los que se me plantean, sobre todo los problemas de trabajo, así que sin pensarlo dos veces me fui bien temprano a la línea de salida. Me encontré con muchos compañeros que desde hacía un año no veía. En la salida me encontré con el Capitán Bajoca, lo cierto es que habíamos quedado… En una carrera, lo principal es mentir. Si estás realmente mal de forma, miente. Di que estás fantástico. De esa manera “tus enemigos” te respetarán y pensando que tu los atacarás pronto, se reservan y cuando se dan cuenta que estás hecho una mierda y arrancan ya es tan tarde que los daños serán mínimos. Si estás en una forma óptima, miente igualmente. Debes contar que casi no entrenas y que una lesión crónica te tiene postrado en casa viendo las series y el “Diario de Patricia”. Así ellos serán los que ponga un ritmo que será el más fuerte para ellos pero que esperan que sea suficiente para descolgarte. Cuando estén maduros, un pequeño cambio los dejará a diez metros de ti y el esfuerzo que realizarán para que no te escapes demasiado será el que haga que revienten y empiecen a correr para atrás, como cuando se le rompe el hilo a la birlocha. El domingo sabía que iba a ser duro. El sobrepeso, la falta de carrera a pie, los cuatro días en el hospital, la falta de descanso, la mala alimentación, me iban a pasar factura, pero la alegría de estar haciendo algo que realmente me gusta era suficiente para compensar todo el sufrimiento, sobre todo cuando el mero hecho de estar vivo es un triunfo. La media de Molina es de las duras, no llega a ser del estilo de Hellín, pero se está subiendo mucho, pero mucho rato.
En la salida convinimos el Capitán Bajoca y yo de ir suave. Aunque mi mente me pedía correr, sabía que mi cuerpo no la acompañaría. Pasamos los primeros ocho kilómetros con prudencia, los más duros, pero pronto el Capitán comenzaba a mirar el reloj, yo sigo sin llevarlo y a pensar que delante nuestro había mucha gente que habitualmente le sacamos diez minutos en meta. Como él es más joven e intrépido estaba como el perro atado a un árbol. En el ocho le liberé de su compromiso y le dije que se fuera hacia delante, no sin antes advertirle que los últimos 5 kilómetros son para correr y que el comienzo de la segunda vuelta pasaría factura a mucha gente, pues se hace muy dura. El, que a pesar de los pesares es un novatillo, se fue hacia delante. No me sacaba mucho y yo iba controlándole en la distancia… pero cuando se hacen las cosas bien, la mayoría de las veces salen mal, así que cuando ya de principio se hacen mal… pues salen como salen. Me estaba encontrando bastante bien e iba adelantando a mucha gente que antes había adelantado mi hermano… Comienzo a sentir un hormigueo en los pies… ¿qué pasa?. Acostumbro a preparar el materia de la carrera el día antes, pero como estaba en la clínica lo hice la misma mañana de la carrera, no probé lo suficiente las zapatillas y las plantillas. El caso es que con las prisas las debí meter mal y se hicieron una arruga que me presionaba la planta de los pies y que hicieron que se me durmieran. En un jardín pare y me descalcé. Estuve un tiempo dándome masajes para reactivar la circulación sanguínea y veía como me pasaban todos aquellos que ya había adelantado más muchos más. Lo ví claro. ¡Cuando no se puede segar, se espiga!. Me quité las plantillas, las cogí en mi mano y comencé a correr cinco o seis minutos después. Esta vez sin prisa, no digo que disfrutando porque para una persona tan competitiva como yo, el correr mal no le causa ningún placer, pero sí consciente de que aquello era lo menos malo que podía haberme sucedido un domingo por la mañana. En una hora cuarenta y ocho minutos llegué a la meta, gordo, jodido y cansado, pero con una felicidad distinta a la de otras veces, por eso digo que uno con la vejez comienza a conocerse mejor. Llegué con una alegría más íntima, menos de jarana y postizas, una alegría interior por hacer lo que me gusta…
Lo jodía del tema y para que veas, querido diario, como es la peña, es que todo el que me ganó, incluido el Capitán Bajoca se apuntó la victoria en su casillero, cuando de buen competidor hubiera sido dar la carrera por no disputada, teniendo en cuenta mis circunstancias… Tanto es así que el Capitán en el blog de Stani escribe que me ganó, pero no dice en que circunstancias y tampoco cuenta que, por no hacerme caso, pegó una explosión, justo en el kilómetro que yo le dije, de tres pares de cojo… ¡No pasa nada, estas son las historietas que gustan de recordar!. Ya pondremos fecha a la próxima para el desquite, pero que sepan que me sacaron ocho minutos y yo les pienso sacar quince en la siguiente.
Este sábado tenemos una comida en la Isla de Tabarca, frente a Santa Pola. La organizan nuestros compañeros de Tri-Oráculo. Estos bandarras, son los mismos que organizaron, con gran acierto, el I Triatlón Doble Olímpico, Clandestino de Santa Pola. Esperemos que este año se repita. El objeto de la misma es agasajar a nuestro entrenador, por ellos llamado Oráculo, por habernos aguantado esta temporada en la que todos hemos acabado un Iroman y “semos” “hombres de hierro”. Nos reuniremos alrededor de un “caldero” todos los que hemos preparado con Alfonso esta singular prueba, será una manera, no la más espectacular, pero si la que más nos gusta, de darle las gracias por su labor y su paciencia.
El domingo recuperaremos una mítica prueba, la Subida a la Cruz de la Muela. Esta carrera consiste en subir a una cruz que está en lo alto de un risco impresionante y que vigila y corona la ciudad de Orihuela. La recuperamos pues ya se hacía en un tiempo en forma de contrareloj compensada con las edades de cada uno. Era muy divertida y espero que de nuevo vuelva a serlo. Ahora se hará a la manera tradicional de ¡Maricón o lesbiana el último o la última! (con todo mi respeto por ambas opciones). La prueba era entre amigos, se salía de casa de Alfonso y regresábamos de nuevo a ella donde comíamos todos. Este año pasará de ser familiar a oficial. El Club Tragamillas de Orihuela se ha encargado de organizarla. Si queréis saber de la distancia y el desnivel acumulado lo podéis ver en
www.tragamillas.org. Como mi forma física no es la ideal, me he inscrito con los outsider del club ficticio “amigos de Alfonso”. De todas formas, esté bien o no, la carrera se la dedicaré y en toda ella estarán en mi pensamiento mis amigos Joaquín y Carmen, que ya no pueden disputarla y que tantas veces me adelantaron en ella y que tan buenos recuerdos me traen a la memoria.
¡Hasta la semana que viene, querido diario!

lunes, 15 de octubre de 2007

¡Arreglaos vamos!, Historia de un tragón.


Ayer mi hijo me describió. Fue algo ácido, pero fiel reflejo de la realidad. Inquirido sobre mi apariencia, uno tiene que complejo de “cuerposaco”, me dijo: “Papá, pareces un Chupa Chups. Las piernas finicas, finicas y la barriga el caramelo al final del palo”. La frase es cruel, cuando a uno le pueda doler la respuesta lo mejor es no preguntar, pero mirándome en el espejo y con el maillot rojo que llevaba parecía un Chupa-Chups de fresa.
¿A qué viene esto?, pensarás querido diario. Pues viene como reflexión, qué la vida es un continuo luchar contra las olas… Al final siempre acabas en la orilla… Hace unos pocos meses era un “hombre de hierro”, una sílfide, un bollicao, un hombre maduro pero que aún tenía su público…Ahora soy un juguete roto… ¡Qué cierto!. Agua pasada no mueve molino. Como soy un ser voluble pues uno se confía y se deja mecer por las querencias y pasiones terrenales. La historia es la siguiente. Confiado en mi superior condición física pensé, ¡qué malo es pensar!, erróneamente, por supuesto, que siguiendo mis ritmos de entrenamiento, me pondría en forma y perdería peso. El caso es que, aunque llevaba algo de cuidado, no eliminé drástica y definitivamente esos caprichos que uno se da. Una mano de donpedritos, unos vermutcicos, esas tapicas… Al final lo que ha ocurrido es que me he pegado una “filetá” a entrenar que no me ha servido para nada. Comenzé el 1 de septiembre con 73 kilos y sigo ahora mismo en esos mismos 73, ¡qué si no hubiera entrenado se habrían transformado en 80!. Así que ese no es el camino. ¡Y de aquellos polvos, estos lodos!. El jueves fiesta en el trastero del Stani. Según dicen las malas lenguas, pá mí que la botella estaba empezá, nos soplamos entre El Lobo, Xarli, el Stani y un servidor de las monjas un litro de ginebra de esa azul que tiene poderes afrodisíacos. El viernes era el santo de mi señora y diluviaba. También era nuestro aniversario de bodas, veintidós añicos que lleva soportándome, con contrato, que en “economía sumergida” estuvimos otro buen puñao. Me encontraba malico, no tenía muchas ganas de fiesta. Aparte del poder de la ginebra, que te pone contento media hora y te deja el cuerpo pá el arrastre tres días, no me encuentro demasiado bien. Tengo un dolor intensísimo en el gemelo, como cuando te da un calambre que me baja hasta el tobillo y me sube por el brazo. Sentado cuando el muslo se presiona con la silla aún me duele más. Pues la casa, como las plazas de toros, abarrotá, mi ánimo muy bajo, así que lo que tomé me sentó como un tiro. Encima no pude entrenar, ni el cuerpo, ni el tiempo lo permitieron. Acabamos cómo las procesiones, de madrugá. Ya llevaba un puntazo del jueves y una cornada con dos trayectorias del viernes y el sábado tenía que ir a correr a Rafal. La carrera salió “un pan como una torta”, como dicen por aquí. No quedé el último de milagro. En los primeros metros ya no podía ni respirar. Antes en la línea de salida recibí elogios del calibre: ¡”Garban, has cogido peso”. U otro del estilo: ¿No tenías otra ropa para competir que te hiciera mejor cuerpo?, ¡pareces una morcilla!. El mejor fue uno que creyendo que no lo escuchaba aseveró: “Creo que la bici cuando el Garban se baja, hace como los caballos, ¡relincha de gusto!.”. La carrera fue algo patético desde su inicio hasta el final. Cuando llegué a la meta, como aquello estaba vacío, creí que había ganado y me dirigí a mi entrenador a darle las gracias por su ayuda para conseguir la victoria. Conforme me acercaba comenzó a hacerme señas, de que siguiera de largo y que fingiera no conocerle. ¡Se avergonzó de mí!. Para celebrar tan estrepitoso fracaso, el mismo sábado nos fuimos a cenar un grupo de atletas en casa de del entrenador y acabamos con las existencias de productos cerdícolas, donpedritos y licores en general.
El domingo, comencé mi nueva vida. Me levanté a las siete de la mañana para hacer la ruta con la peña ciclista. Unos cien kilómetros con subida a Sierra Espuña, Gebas y La Cola del Caballo. Un morir continuo, un sufrir de escándalo… ¡Qué ganas tenía de llegar a casa!. El caso es que si el sábado fue patético, el domingo fue para ponerse a llorar. Como había comenzado una nueva vida, no me quedé a las cervecicas de la peña, también porque se hizo tardísimo, pero me autoconvencí de que lo hacía porque era “un hombre nuevo”. Por la tarde asistí al cumpleaños de Candela, la nenica del Capitán Bajoca y de nuevo volví a caer en la tentación, no era el hombre de voluntad férrea, sino un vil pecador. Acabamos con los donpedritos y nos conjuramos para no volver a tomar ni uno más a partir de hoy mismo.
El caso es que me levanto y delante de todos digo: ¡Buenos días, mi nombre es Garbanzito y soy un tragaldabas!, pero espero que con vuestra ayuda me rehabilite…
P.D.: El entrenador de natación ya no lo necesito, con la grasa que abraza mi cuerpo tengo mayor índice de flotabilidad que las plataformas petrolíferas del Mar del Norte.
Espero que pronto pueda escribir algo más divertido y hablar del profesor de natación, pero ahora sólo estoy para esconderme y esperar a comenzar a adelgazar

lunes, 1 de octubre de 2007

He encontrado nuevos amigos para entrenar. ¡Qué gran error!

Hasta el moño de no progresar dando vueltas al jardín que está junto a casa, decides que tienes que cambiar algo en tu modo de vivir esa nueva experiencia que es el correr. En el jardín todos los que corretean por él tienen las piernas gorditas, llenas de pelos, la cara redondica como un pan casero y las mejillas con ese color sonrosado que sólo tienen los bebes y la gente que no se cuida. Llegas a la dolorosa conclusión que allí no vas a mejorar más de lo que ya lo has hecho y que no es más que no tener al día siguiente tales agujetas que te no te permitan subir al autobús del trabajo. Allí, en el trabajo, ese lugar donde cual carromato de titiriteros puedes encontrar casi cualquier cosa, comienza tu investigación. Un compañero conoce a otro que tiene un amigo en otra sección que corre. De las oídas de las oídas que otros han oído, resulta que éste es un calco de Juantorena el cubano, que corre como un gamo y que “¡está federado y todo!”, como si esa tarjetita incluyera algo más que un cutre seguro y fuera el carnet de corredor. Tras varios días de ir a buscar al fulano a su puesto de trabajo y no encontrarlo, certificas que el atleta, a parte de correr un montón, según has escuchado, es un tío que curra menos que “Los Reyes Magos”, pues ha pasado una semana y aún no has podido pillarlo en su sitio. Tras varias llamadas, notas y contranotas concretáis el entrevistaos en la máquina del café…Llegas tarde a propósito a la cita, un poco por hacerle pagar las idas y venidas a su oficina de estas semanas atrás, otro poco para poder ver la pinta del “chavea” de lejos y crearte una opinión previa. ¡En este momento se puede decir que has entrado plenamente en la dinámica del corredor popular! Ya tienes prejuicios y clasificas a los que tienen pinta… y estigmatizas a los que carecen de ella… De lejos tampoco es que parezca un Bekele, más bien tiene pinta de levantador de pesas, pero quizás, puede que sea… qué la ropa le viene amplia. Ya cerca constatas que no, que el tío está al menos tan gordico como tú. Tras las bienvenidas y presentaciones comienzan las preguntas. ¿Oye, que yo quiero correr un poquico más pero no se como hacerlo?, ¿tú qué haces?. Con las primeras respuestas comienzan las primeras mentiras… No… nosotros entrenamos un grupo… tres veces por semana… nada complicado… ¡fundamentalmente lo que queremos es divertirnos!. Ya te ha cazao. Esa mentira es la que rompe todos tus esquemas, inseguridades y prevenciones. Lo primero y antes de que siga con la historia es que nadie que entrena tres días por semana corre una media por debajo de una hora y media. Lo segundo es que nadie que quiera correr deprisa se divierte mientras entrena, sólo sufre como un cochino. Una vez que con ese capotazo te ha metido al toro tú lo que haces es preguntar ¿Qué días entrenáis?. Los lunes, martes y jueves, a las ocho en el Malecón, nos juntamos un grupo de 10 ó 12, muy de buen rollo, hacemos tres o cuatro malecones y a casa. El motivo de que sean los lunes y martes es porque no hay fútbol en la tele y los jueves lo utilizan como excusa para llegar tarde a casa e ir después de “trotar juguetonamente” a tomarse unas cañas por las tabernas que rodean la universidad que ese día en especial están repletas de zagalicas en “edad de merecer”. Por desgracia tu, de eso te das cuenta a la tercera semana de ir por el Malecón. La siguiente pregunta es: ¿Pero vais siempre, o si es fiesta no vais, o si llueve también lo dejáis para otro día, o …?. Nada, nada, allí no se falla nunca, si es lunes y no se ha acabado el mundo allí como un clavo a las ocho…¿Te importa si me acerco mañana que casualmente es martes?, balbuceas tú. ¡Por favor, calla, nos va importar!, tú con total confianza, acércate por allí…
El martes a las ocho menos diez y con tus mejores galas de corredor te presentas en la punta del Malecón. Allí, como no podía ser de otra forma, no hay ni díos. Esperas y a las ocho y cinco aparece un tío en pantalón corto, como tú, que te mira raro, casi con desprecio…Comienzas a ponerte nervioso, pues lloviznaba desde las siete y media y comienzas a creer que el mundo se ha acabado pues allí no aparece nadie. A las ocho y cuarto aparece tu conocido y otro más y con una sonrisa de oreja a oreja te dice: ¡Hoy parece que va a estar flojico!, el personal cuando llueve no viene… ¡Podía habérmelo dicho antes, pues también me hubiera dado de baja con el día de perros que hace!, piensas pero no te atreves a decir. Tras las presentaciones salís a correr los cuatro, el mal encarado que llegó primero, tu compañero de trabajo, su amigo y tú. Deciden que, como está lloviendo, van a realizar un rodaje suave e irse a tomarse unas cervezas que con ese tiempo no hay quien corra. Tú les recuerdas que eres novato y que tu forma física no la misma que la suya, que por favor, si acaso los retrasaras que no se molesten en esperarte, que a la vuelta te reunirías con ellos. ¡Cá, dice tu compi!, aquí no se deja atrás a nadie, iremos al ritmo que tu puedas llevar. Nueva mentira, te sacarán los ojos con el firme convencimiento que eso hará que los respetes más y cual es tu sitio en la manada, tú eres un “puto lobezno”. Los muy cabrones comienzan fuerte para que seas consciente que podrían acabar contigo con un chasquido de sus dedos, cuando te llevan quinientos metros con el resuello de un moribundo he intentas suplicarles que aflojen, tu compi, se adelantará y con el fingido interés del que lo que realmente quiere es joderte pregunta: ¿vamos un poco rapidillos, verdad?. Tu sólo puedes mirarlo con ojos de perrito lastimero. Inmediatamente ordena a sus coleguis, ¡chicos vamos a ir un poquillo más lento que hoy es su primer día!. Inmediatamente aflojan el ritmo de tal manera que tu no puedas quejarte de lo contrario, efectivamente lo han bajado, pero no tanto como para que tu sigas corriendo un punto por encima de tu umbral aeróbico, concepto que a esta altura de tu carrera como popular aún no has descubierto. Tras cuarenta minutos de carrera a ritmo de suplicio dan por finalizado el entreno. Te invitan a que vayas con ellos a tomar cervezas con la esperanza de que aceptes y con la excusa de que es el primer día los invites. Tú que estás para acostarte y que además has dejado a la parienta en casa con un morro de tres metros pues ella no entiende que teniendo el jardín justo bajo casa te tengas que ir al Malecón que está a 12 kilómetros de donde vives y encima la dejes sin coche, pergueñas una excusa que no tiene ni pies ni cabeza y sales escopeteado para casa…
De camino piensas, ¿dónde me he metido?. Te das cuenta que estás, de momento, en un callejón sin salida. Mañana te encontrarás con tu compañero y te preguntará por tus sensaciones. Deberás mentirle y andar gallardo, al menos en su presencia, que no note que tienes el cuerpo molido, como el café de guinea. Por otra parte aunque tu mente te dice que no debes volver el jueves, “tu hombría” no te deja tomar esa decisión, ¡Pa que digan que soy un rajao, un moñas y una nenaza!. La realidad es que en principio a ti te tenía que dar lo mismo, no los conoces de nada, pero por “tus cojones” tomas la decisión de volver y demostrarle a esos “cabroncetes” que tu eres un runner en toda regla. Lo malo es que aún no sabes que la voz se ha corrido. El jueves aparecerán todos los corredores de la grupeta que el martes no aparecieron, más cinco o seis de los que hacía meses que no iban, con la sola intención de reventarte y tener cosas que contar de ti a tus espaldas mientras toman cañas y miran a las universitarias, treinta años más jóvenes que ellos en las tabernas que están junto a la universidad.
El próximo capítulo será “Mi primera carrera con mi grupo de entreno. La mentira continúa”