martes, 26 de febrero de 2008

Granada Tierra de la luz y del color

Genial imagen de Francisco Izquierdo que nos daba la bienvenida y nos observaba desde el dintel de la puerta

La semana ha transcurrido con pereza. “Perezoso” es el nick que utilizaba cuando escribía en el foro de la Federación de Triatlón de la Región de Murcia (www.trimurcia.org). El lunes debía haber nadado pero cuando llegamos de Valencia la pereza me venció. El Martes que era el día dedicado al descanso lo transformé en spinning y natación. El miércoles tocaba de nuevo natación, para rematar jueves con un rodaje por Murcia junto al Capitán Bajoca que debía haber sido de setenta y cinco minutos y se quedó en algo menos. El Viernes debíamos salir para Granada temprano y sólo pude nadar dos mil metros. Ahí terminaría mi actividad deportiva de esta semana. Prometí a mi santa que dejaría los trastos de “matar” en casa y me dedicaría exclusivamente de viernes a domingo a disfrutar de su compañía y de la de los suyos.
Creo que ya lo he comentado alguna otra vez. Mi familia es pequeña, se reduce a mis padres y mis hermanos. En cambio la familia de mi santa es de las “quedar mucho”, de esas, que quizás sea lo normal pero no es mi caso, de las que todos saben de todos y se reúnen en cuanto tienen una pequeña oportunidad. El vivir en Murcia nos ha impedido muchas veces el poder acudir a esos “pequeños eventos” familiares. Se que le apetece, ahora que tenemos los críos mayores, reencontrarse con esa parte de la familia que está mucho tiempo sin ver. De una familia por otra parte extensa, tanto en número, como en cariño entre sus miembros.
El fin de semana nos fuimos a Granada. En otra entrada comenté que mi santa tenía, que yo sepa, que igual tiene varios más, un tío importe, “un famoso” como diríamos los que provenimos de “la calle del árbol”.
Este viernes se inauguraba en Granada un ciclo homenaje a Francisco Izquierdo, conocido en casa como el Tío Paco. Una persona y un personaje que, como ya dije otras veces, no tuve el acierto ni la suerte de tratar más que en un par de ocasiones. Este hombre era un genuino ejemplo (cito a quien de verdad le conocía) “de humanista de nuestro tiempo y cultivó las letras y las artes: fue narrador, ensayista, editor, autor de singulares guías turísticas; pintor, dibujante, grabador, ilustrador; cinéfilo, colaborador en periódicos, revistas y programas de radio; y hombre abierto, dinámico e irónico”. De su obra conozco poco más de un par de libros que en su día nos hizo llegar a casa, los cuadros de él que están colgados en casa de mi suegro, en Murcia y en casa de su hermana Beatriz, en Granada y poco más. De su carácter, como digo hablé pocas veces con él, puedo dar fe que me dejó la misma opinión que al escritor que he citado con anterioridad un hombre abierto y dinámico, pero sobre todo muy muy irónico y socarrón. Pues hasta Granada nos fuimos a disfrutar de la compañía de la familia de mi santa y por supuesto, a contemplar el primer hito de los actos que se celebrarán en el ciclo homenaje, la inauguración de una exposición antológica de su obra en el Centro Cultural Gran Capitán. Una gran foto del artista presidía la entrada a la sala de exposiciones, donde unos minutos después de la apertura por parte del Excmo. Sr. Alcalde de Granada se sirvió un ágape. Mientras me tomaba mi enésima cerveza miraba la enorme foto que ocupaba toda la puerta de entrada y rumiaba en mis adentros: “Nos mira con sorna y está pensando que vaya “pechá” a jalar que nos estamos dando en su nombre”. De todas formas creo que era un hombre que no dejaría a ningún amigo sin “alboroque”. Entre las muchas anécdotas que se cuentan del él circula una, en la que según cuentan, el Tío Paco charlaba con sus amigos sobre “la muerte” y él les espetaba: “¡Maricón el último”. Por lo menos el no fue el agraciado con el adjetivo. Entre sus muchos premios, el Nacional de Periodismo y más, que invito a conocer buscando en el google con la entrada Francisco+Izquierdo+Granada, consiguió uno que le duró menos que una golosina en el puerta de un colegio. Su biografía en www.franciscoizquierodo.org nos cuenta que obtuvo El Nacional de Literatura, en 1970, por "El apócrifo de la Alpujarra Alta", el cual, después de concedido y comunicado al autor, por la denuncia de un jurado, Pedro de Lorenzo, que figuraba como premiado el año anterior, se declaró desierto. El argumento del Sr. de Lorenzo para impugnar el galardón era que en el libro se "atacaba" al ejército, institución intocable, como el gobierno y la iglesia, según se establecía en las bases del concurso. Me hubiera gustado haberlo visto y oído reaccionar ante este revés. Seguro que su reacción estaría en consecuencia con su forma de ser, irónico y socarrón.
Como anécdota del fin de semana destacaría la foto que de mi santa y mía aparece en el diario “La Opinión de Granada”. En ella se ve a una pareja, una de espaldas, el otro de perfil que observan las pinturas expuestas y una larga fila de las mismas al fondo. En general se comentó que “¡hay que ver la santa, “pá una vez que viene y la sacan en el periódico!. Mi santa el único comentario que hizo fue: "¡ Ja, ja, ja, qué risa!. ¡Garban, se te nota la barriga cervecera!" Sobre la foto hay varias teorías. Una afirma que el fotógrafo fue sobornado por uno de los dos con cincuenta euros para que nos sacaran. Otra, la menos aceptada, afirmaba que éramos las dos únicas
Invitación al ágape
personas que estábamos disfrutando con la belleza expuesta, mientras el resto se dedicaba a la pitanza y a la plática en la antesala de la exposición. Una tercera se difunde en el sentido, también poco apoyado por el respetable, de que el fotógrafo reflejó en la instantánea la calidad de las obras y las aderezó con la presencia de dos personas que rezumaban sensibilidad y cultura, reafirmando en la fotografía la sensibilidad de unos con la belleza de otros, siendo el resultado otra magnífica obra de arte como es la foto publicada. En este momento desvelaré la realidad de la escena:
-¡Hola Garban!, ¿qué haces por aquí?. Se dirige a mí el fotógrafo de La Opinión. - ¿Me recuerdas?, soy fulanito. Nos conocimos cuando tú colaborabas en La Opinión de Murcia, entonces yo trabajaba de fotógrafo allí.
-¡Hola, fulanito!. Recogí el guante del reportero, al que no recordaba de nada. - ¿Cómo no me voy a acordar?. Pues estoy por aquí, pues el homenajeado era tío de mi “señora esposa”. Por cierto fulanito, aquí mi santa.
-Poneros allí, un poco a la derecha, otro poco a la izquierda.
Mi santa se gira pues no le gusta salir en las fotografías, creo, aunque ella no lo reconocerá nunca, que piensa igual que los habitantes de algunas tribus africanas, cree firmemente que una fotografía le robará el alma.
En un momento ¡Flash! y nos dice: -”¡Tanto gusto!. Mañana os saco en el periódico. Y esa es la verdadera historia.
Un paseo por la siempre bella ciudad de Granada y la visita a algún que otro bar para tapear y tomar cervezas. ¡De acuerdo, fueron algunos más que alguno, pero tampoco fueron tantos como podríais imaginar! y regresamos a casa, despues de haber conocido, en mi caso, a muchas personas, cual de ellas más interesante. Por cierto, quedé con Amores, un pintor
La santa y Garban contemplan la magnífica exposición
granadino para volver pronto pues se “ofreció amablemente” después de varios ginc-tonic, por mi parte (es decir, que me los tomé yo y me puse más “pesao” que la mano de un novio), a pintarme un cuadro.
He regresado de nuevo a la rutina. Sin demasiada entusiasmo por el triatlón en estos momentos. Ayer hice un test sobre 2.500 mts., no tocaba pero tengo que tomar una decisión pronto y la incertidumbre me puede. He mejorado algo, pero no lo suficiente. El sábado por la tarde estoy inscrito en el duatlón de San Pedro del Pinatar. No pensaba ir, no me apetece, pero la presencia en la prueba de mi zagal mayor, sin entrenar, pero mejor que se anime a participar a que se quede en casa y de mi zagal pequeño que actuará de juez, quizás me anime a ponerme en la línea de salida. Al menos ya tienen a mi hijo en la línea de salida para darle pedigree a la prueba, no todos los días hay un subcampeón de España de tri, aunque sea de G.E., en la línea de salida y varias veces bronce por selecciones regionales de duatlón.
¡Pues nada que me piro, Ramiro!
Hasta el próximo día, querido diario.

jueves, 21 de febrero de 2008

Valencia Tierra soñada por mí





Entradilla primera:

Me inquieren sobre la inactividad del blog. Este lo creé como medio de comunicación conmigo mismo, mejor dicho con mi Alter Ego “Garbanzito”. Los objetivos no eran otros más que dar, desde un prisma de un personaje, de mi acontecer diario. El humor y el quitarle importancia que los deportistas “a tiempo parcial” le damos unos claramente sobredimensionados pequeños problemas, un dolor en un gemelo, un mal resultado en una carrera... era y sigue siendo el motivo de la existencia de éste.

Garbanzito no es más que un personaje sin vida. La mía y la de mi familia se mantiene de mi trabajo y éste ahora está en un momento de crisis. La palabra crisis no tiene que ser definitoría de un mal momento, también se puede emplear como un cambio, un punto de inflexión. Soy informático por que las circunstancias así lo requirieron. Mi empresa se encuentra inmersa en convulsiones importantes. Primero una certificación de calidad pionera en nuestro grupo y en nuestro sector. Después otra certificación, esta vez de seguridad, así mismo primera en el sector y en España. Ahora hemos comenzado otro proyecto faraónico, novedoso dentro de nuestro holding. Estamos migrando una red de más de 3000 usuarios a un entorno totalmente abierto y desprovisto de licencias. Estamos en fase de terminar la migración más grande, en este sentido dentro de nuestro pequeño mundo. Todo lo novedoso requiere una gran aportación de ilusión y trabajo. Mucho I+D+i y mucho esfuerzo que te deja seco, falto de ideas y sin ganas para dedicarle excesivo tiempo más al supremo arte de pensar. Para aumentar aún el riesgo del proyecto lo estamos haciendo en “caliente” con el usuario conectado y solicitando nuestros servicios. Al final quedará una gran plataforma clusterizada y cliente-servidor, totalmente gratuita para la empresa, con sus herramientas de usuario y de administración superior creadas casi totalmente en la “casa”. Cuando termino no tengo muchas ganas de escribir y si las encuentro los problemas son tan grandes que me quitan el humor y le quitan importancia a los aconteceres del deporte. Este blog, sin humor no tiene objeto y por ello prefiero no escribir a hacerlo por quitarme el compromiso de encima. De todas formas intentaré remediar la sequía creadora.


Entradilla segunda:

Estoy en fase de reflexión. Unos comentarios en el foro del Atleta me han tocado personalmente. Es por ello que me cuestiono si merece la pena pertenecer a este mundo global de los foros y los blogs. El tema es que unos usuarios comenzaron a cuestionar la actitud de otros y en el debate, sin comérmelo ni bebérmelo, salió mi nombre. Lo que más me molestó fue que lo asociaron a dobles nick y demás chiquilladas de ese tipo.

Me considero lo suficientemente preparado para debatir con cualquiera sin necesidad de esconderme tras un segundo nick. Es obvio que me considero lo suficientemete hombre para dar la cara defendiendo mis convicciones. Estos “chicos” que hablan de progresía y moderneces, siguen sin digerir bien cuando alguien no piensa como ellos y les expone lo que piensa y además se lo argumenta. Enseguida si alguien escribe en parecidos términos y el nick es diferente, contraatacan acusándole de troll y dobles nicks. Muchachos, el pensamiento único pertenece al pasado y puede que haya más personas que piensen diferente a vosotros, es posible que estén equivocadas, pero eso no significa que tengan que ser malintencionadas. No sois perfectos y lo que comenzó como una ayuda al usuario ahora se parece más a un mercadeo. Jesús echó a los mercaderes del templo. El templo es el foro del Atleta, los mercaderes serán los que se “beneficien” de alguna manera, por leve, simple y nimia que sea de él. Uno de los acusadores, atendió a mi respuesta en el foro y con la boca pequeña se medio disculpó, no muy convencido de mi inocencia. El otro, el que más respeto exige, ni se molestó en contestar. Con su pan se lo coma.


Valencia, tierra soñada por mí.

Teníamos mucha ilusión por Valencia. Digo teníamos, pues mi Santa, aunque el año pasado juró no volver, se ilusionó con la propuesta de éste. En principio íbamos a irnos el sábado por la mañana. El viernes a última hora salimos a Valencia ya que nuestro amigo Juanma nos achuchó con la promesa de una suculenta cena. Esta cena tenía como acicate, aún mayor pues soy una maruja, su compañía y el de su guapa novia. Que “Butragueño”, el tuno más dicharachero de Valencia y el corredor de maratón más gandul de la comarca, tuviera una novia, era suficiente argumento como para coger el coche e ir a conocerla en persona. La cena y la compañía fue suculenta y divertida y acabamos tarde, pero aún sabiendo como nos llamábamos. Comenzó el viaje a Valencia con “excelentes” premisas para el divertimento, pero anunciando debacle inminente en la carrera como la cosa siguiera por ese derrotero.

La mañana del sábado amaneció grisácea y fría. Lo primero que hicimos, mi santa y yo, fue “jurar y volver a jurar” que nos comportaríamos como deportistas, aunque sólo lo fuéramos “a tiempo parcial”. Tras correr durante treinta minutos siguiendo mi costumbre en las ciudades que visito, por el centro de la calle para conocer de primera mano y en profundidad los lugares a donde voy, regresé a casa de Susana. Susana, para quien no la recuerde es la escultora de San Cucufato, patrón de nuestro paraje y santo que paseamos, “en solemne procesión el último fin de semana de julio” por los alrededores de nuestra casa. Fuimos paseando hasta el hotel de la organización y tras varias colas recogimos el dorsal, la bolsa y las demás chucherías, pitanzas y otros cachivaches que nos obsequió la organización. Esperamos a Stani y Mariló, como no podía ser de otra forma, en un bar cercano, donde nos tomamos unas cervezas y vermuts para amenizar la mañana. Llegados nuestros amigos y como el bar era un sitio calentito nos tomamos otras cervezas para celebrar nuestro encuentro y luego nos tomamos otras mientras que Susana se acercaba a nuestro encuentro.

En las séptimas u octavas cervezas decidimos que Susana nos acercaría a un sitio maravilloso que recomiendo como es “Casa Montaña”. Un garito con el sabor de una taberna de mil ochocientos, con su mostrador de mármol blanco, su mobiliario de madera, sus grandes toneles, su pizarra con los vinos y tapas escritos con tiza, pero con unas tapas de diseño y costumbristas que nos encandilaron, más o menos nos encandilaron hasta las cinco de la tarde. Con la promesa rota, la que habíamos hecho a las ocho de la mañana de comportarnos como deportistas, nos dirigimos a dormir la siesta. Por la tarde, nuestra anfitriona nos llevó a ver otra parte de la ciudad que el año pasado no visitamos. Entre los sitios que vimos estuvo el mercado de estilo modernista de Colón. A las tantas acabamos la troupe compuestas por la guía, la familia de Alfonso, la pareja formada por Stani y nosotros, entre nueve y diez personas en un garito comiendo pasta. Un poco de pasta, un vino, otro vino, otro vino más, creo recordar y un par de cervezas y sobre la una de la madrugada nos metimos en la piltra con la sana idea de madrugar al día siguiente y correr una maratón en el majestuoso tiempo de hora y media. Mi intención era acompañar a Stani, hasta ese momento.

Bien está lo que bien acaba, aunque los comienzos fueran terroríficos. A las seis estaba de pié y mi santa dormía con una cara de ángel que me daba pena el despertarla. Cuando ya estuve en condiciones la desperté. Resultó que lo hice tarde. Desayunamos, cogimos el coche y el reloj avanzaba inexorablemente hacia las ocho, momento en el que deseaba estar en la línea de salida. Este año, como novedad, algunas más llevaba pero vamos como novedad más evidente, me había agenciado un navegador que mi hijo me había prestado. Lo pusimos, le dimos la dirección y “¡Voila!”, en un plis estaríamos en el Carrefour. ¡Y una mierda!. El bicharraco se empeñaba en llevarnos por calles cortadas por las obras del metro, para después darnos como alternativa otras que estaban valladas por que la carrera pasaba por allí. Tras mucho preguntar, hacer más kilómetros que un taxista y los nervios a flor de piel el reloj marcó las ocho y media. Dejé a mi santa con el coche ( al final tuvo que dejarlo encima de una acera) y me encaminé guiado por el cauce del río y las torres del alumbrado del estadio hacia la línea de salida. A las nueve menos veinte arribaba al lugar y comenzaba a cambiarme. ¡Menos más que lo llevaba casi todo puesto!. A las nueve menos diez aparece mi santa y puedo dejarle la bolsa y nos conminan a que entremos en los cajones de salida. No había visto a nadie, ni a Juanma, ni a Stani, ni a Pepo... Decidí que no era el momento y que mi humor no era el más apropiado para hacer compañía a nadie. Me dirigí a mi cajón de salida. Ni estirar, ni calentar, ni beber, ni hablar, sólo esperar unos segundos pues la salida sería dada ya. Eran las nueve menos dos minutos.

Se lanza la carrera y me pasa el globo de las tres horas, correcto. Mis sensaciones son buenas, aunque mis ánimos no eran los mejores para la larga prueba. Con mi norma de no llevar reloj, me acomodo a un ritmo conocido a cuatro cuarenta, aproximadamente. Unos me pasan y paso a otros. Me cruzo con Michel, de Santa Pola y me pregunta por Stani. Le comento que estoy esperando que me pase el globo de las tres horas y media, pues seguro que ahora irá rápido para recuperar el tiempo perdido en la salida. Pronto desisto. Me cruzo con el globo y no veo a Stani. Sigo a un ritmo de tres horas y veinte. A los pocos kilómetros se forma un grupo de cinco corredores, cuatro valencianos y yo. Llevaban un forerunner 305 y lo seguían como la biblia. Me parecieron gente seria y me fié de ellos. Los únicos momentos en los que se salían del guión eran cuando se acercaban a la salida. Comentar que me gustó mucho el pasar tantas veces por la salida, había un gran ambiente, mucha animación y motivaba mucho. Una de las veces tuve hasta ánimos de gritarle a mi santa: “¡Pá qué veas que es verdad que cuando me voy de casa y te digo que voy a entrenar!”. Cuando el corredor que llevaba la iniciativa del grupo apretaba, le preguntaba, ¿qué ocurre, hay algún conocido cerca?. La respuesta siempre era afirmativa. Conozco la forma de actuar de los que somos populares. En una amplia avenida, luego sería el kilómetro 38, me cruzo con Stani. El grito siempre es el mismo: ¡Stani maricón, Stani maricón!. Va ligeramente por delante del globo de las tres horas y media. Ya es muy tarde para esperarlo y mi humor sigue siendo igual de malo. Tengo frío. Estamos a punto de pasar la media maratón y aún llevo la camiseta de algodón que me puse en la salida, mis guantes y mi pañuelo-gorrito de Homer Simpson que me regaló mi hermana. Al final no me quitaría la camiseta más que para entrar al estadio y sólo porque se me viera el dorsal. Vamos bien, pero no era optimista. Sabía que el día no era el adecuado desde que me empecé a equivocar de trayecto en el coche, así que estaba preparado para el plan B. Cerca de una estación de metro o de tren, Pepe, el hijo del Mago me reconoce. Lo saludo, me alegra el día. Pienso en terminar pronto pues luego tenemos una comida con ellos que promete ser espectacular. Me gustó el circuito. Me gustó la animación, me gustó el voluntariado, siempre con ganas de ayudar y siendo enérgicos cuando la ocasión así lo necesitaba, pero siempre educados. Creo que no se podrá repetir ese circuito, el pifostio del tráfico fue tamaño “Delta del Nilo”. Llegamos al treinta, dos de mi grupo se paran a orinar, otro sigue y yo me hago con mi botella de agua. Había tomado dos geles y me disponía a tomar el último. No llegué a echármelo a la boca. Un regusto amargo me salía por la garganta. Me pasaron mis compañeros meones y en ese momento comencé a encontrarme mal, muy mal. Tenía unas ganas de vomitar enormes, pero no podía. Llego al treinta y uno, definitivamente me despido de mis compañeros de viaje y me dispongo a realizar la travesía del desierto. Me agaché para vomitar y lo único que conseguí fue marearme. Pensé en sentarme, pero intuí que si me paraba y me caía al suelo lo primero que harían sería llamar a mi santa en cuanto llegara el de la ambulancia, así que pensé que ese susto no se lo podía dar, con lo bien que iba el fin de semana. Creí andar, luego me di cuenta que iba más rápido de lo que creía correr, el subconsciente es un arma muy poderosa. Pasé el treinta y cinco. Un montón de corredores comenzaban a adelantarme, la situación requería nervios de acero. No hay nada que me siente peor que me adelanten al final de la carrera, significa que soy un pardillo y que me he sobrevalorado. No me sobrevaloraba, yo lo sabía, pero me jode que los demás piensen que sí, era un mal día. En el treinta y cinco no veo a nadie de la Cruz Roja. Decido que para que para allí, seguiría hasta que encontrara a algún medico. Si lo había no lo ví. Llegué al habituallamiento del 40 y allí, recordando la maratón de Roth me paro a beber y charlo con un voluntario. El tiempo que estuve allí me sentó de maravilla, más a mi psiquis que a mi cuerpo, pero encontré nuevos motivos para correr. A lo lejos veo llegar al globo de las 3:30. Me espero y decido que intentaría entrar con Stani. Mi amigo no va en el grupo. Me pego a ellos con la intención, no de no quedarme, que sabía que me cortaría, sino de hacerlo poco a poco, de forma progresiva, de tal manera que cuando volviera a quedarme sólo estuviera muy cerca de meta. El globo se va. Uno de los prácticos, con la cabeza afeitada, como yo, va dando gritos de ánimo a todo el mundo, gritando y diciendo que lo iban a conseguir. Hay que hacerle un monumento al chico, me daban ganas de correr hasta a mí, si hubiera tenido fuerzas. Pienso que entraría en meta sobre las tres treinta y cinco horas. Bajo al estadio y el spiker comenta que ya ha entrado el globo y que había ganado aproximadamente un minuto a su tiempo estimado. El caso es que tras analizar los tiempos, en once kilómetros sólo perdí diez minutos, cuando me sentía que iba andando, luego aún corría rápido. Creí que podría entrar dentro de las tres horas y media y efectivamente, el reloj marcaba 3 horas, treinta minutos, cincuenta y ocho segundos cuando crucé la línea de meta con la peor cara de mi vida en este mundo de las carreras. En la grada mi entrenador apostaba a que hoy no me tomaba ni una cerveza, de lo mal que me vio, mi santa apostó a que antes de las dos me habría tomado al menos dos. Por supuesto mi santa me conoce más y ganó la apuesta. Otra vez el navegador, las obras y las calles cortadas nos hicieron llegar tarde a la comida con Pepo. El lugar era guapísimo y comimos con entusiasmo, abundancia y con suficiencia de riego. El Tridente es un lugar para volver. Unos entrantes buenísimos, como en todos estos sitios, algo minimalista, yo es que soy de la huerta y claro un plato no está lleno mientras que vea a través de él al comensal de enfrente, es broma, todo estupendo. El vino, la paella, el cava. Los quesos y los postres fueron de cine.

Al final nos trasladamos al bar en donde nos tomamos varias copas de balón y tarde, nos recogimos, con la promesa de volvernos a encontrar en otra nueva aventura.

P.D.: El año pasado hice mejor marca, pero prefiero esta y haber disfrutado tanto de mis amigos y por supuesto por ver la cara de felicidad de mi santa al haberla podido corresponder con un viaje como el que ella se merece y no como los que habitualmente, con el rollo este de correr rápido, la suelo obsequiar.

¡Hasta el próximo año, querida Valencia! y por supuesto amigos...