martes, 11 de noviembre de 2008

¡Uff, es qué me pasa de tó...!

Tras las tempestad viene la calma. Un fin de semana desenfrenado da paso a otro tranquilo. Si no fuera de este modo habríamos perecido hace ya tiempo en el maremagnun de reuniones sociales y saraos varios.

Recordar al respetable, en primer lugar deseo, que a un diario personal, a mi confesor y guía espiritual no puedo mentirle. Si escribo a mi amigo de papel que estoy en la calle de los niños jugueteando con el agua y preguntándoles como son sus madres, es que básicamente es cierto. No negaremos que se le rodea, a la circunstancia, de un cierto hálito que le reste el grado de vergüenza que el suceso produce al protagonista. Lo cierto es que me tiro horas charlando con mis amigos de la “guarde” y que los muslos los tengo llenos de ronchas pues tantas horas con el churro pillado entre ellos no dejan inmune a tan fina y delicada piel.

Seguimos progresando adecuadamente o quizás de forma no tan adecuada, pero como el ser humano tiende a amoldarse a las circunstancias y las que hay son las que hay, ¿para qué calentarse la cabeza con menudencias?.

Un par de hechos reseñables han sucedido esta semana. Ambos los dos con un final incierto… Bueno, incierto no es el adjetivo pues es cierto que el final fue desafortunado, más en el segundo que en el primer caso.

El sábado tuvimos una sesión con mi trainner cuyos objetivos finales eran la mejora en la técnica de carrera y la adquisición de hábitos posturales para el entrenamiento en solitario, cosa que nada tiene que ver con el onanismo, por si a alguien se le ocurre relacionarlos… Tras una hora en la que estuvimos recibiendo enseñanzas teóricas y prácticas sobre el tema, sobre todo estuvimos realizando ejercicios que se adecuaran a la finalidad del objetivo y modificaciones de los mismos para la corrección de errores secundarios. Nos juntamos un buen número de triatletas. La mayoría venidos de lejos. Aquellos que de forma ordinaria no vienen a la pista de atletismo de Monte Romero a entrenar. Los Santa Poleros de Tri-oráculo y nuestro Hechicero, Jordi, flamante finisher en Kona que con total naturalidad y como diríamos de nuestro rey, tan campechano él, se mezclaba con la vil plebe. ¡Es grande este Hechicero!, como persona y como esqueleto, que es un buen tocho de tío. Lo que más me sorprendió fue que llevara puesta la camiseta de finisher de Kona. La mía de Roth, al objeto de que me dure toda la vida, sólo me la pongo cuando alguien va a casa de visita o a veces cuando me “pimplo” para recordar que beodo y todo soy un “atrevido finisher”. Se lo comenté: “¡Jordi, como te la sigas poniendo se te va a estropear…!. Debe de ser este Hechicero un hombre que vive y disfruta la vida en su momento, no como yo que soy un agonías y seguro que prefiere disfrutar de su camiseta durante el tiempo que le dure y no como mi menda, que cuando me amortajen y me vistan con ella, pensaré, bueno, si los muertos piensan… “¿Pá qué la he guardao tanto tiempo, pá que se pudra conmigo en la fosa?... Fue un entreno divertido pues los comentarios y chascarrillos de los Santa Poleros se enfrentaban a mi adusto, serio y metódico enfrentamiento con la actividad deportiva. Al finalizar pasamos a la segunda fase de la rutina prevista. Las Transiciones.

Todo comenzó con una explicación, pura teoría, de porqué teníamos que realizar una transición rápida. Después otra disertación sobre: “Las gomas elásticas, ¿porqué es a mí sólo al que se le enredan en el cambio dejándome mi bicicleta inservible?. Finalizamos con un período práctico de adaptación, es decir: subirse y bajarse de la bici.

Aquello fue el fin del mundo. La debacle, el día del juicio final. En el aparcamiento de la pista de atletismo nos juntamos unos veinte torpes que intentábamos montar al salto en la bici. La mía tiene el sillín más alto que mi cadera. No se si es que yo soy un tapón o que tengo que hacerle un bikifity de esos que anuncian. El caso es que ni subiéndome a una caja de cervezas, ni portando un ladrillo en el que apoyarme en el mono de triatlón llego a posar mi culo sobre el sillín de un salto. Vi mi carbono muchas veces en el suelo partido en dos en mi mente. Desistí. Tomé la variante 2B. Me subía a la bici después de apoyarme en el pedal izquierdo. Ya sobre la bici, lo siguiente era meter los pies dentro de las zapatillas. Entre que miraba la carretera, las zapatillas, que iba a dos por hora … De nuevo me veía en el suelo con mi “china” hecha añicos. Sin ser capaz de meter los pinreles en las zapatillas, me decidí a aplicar la parte final del ejercicio, bajarse de la bici. Eso lo hice “fetén”, me levantaba de mi sillín, arbolaba mi patica, como si fuera el aspa de un helicóptero, con lo que lo de bajarme en grupo será imposible pues con la piernecica tiraré a todo el que esté a menos de un metro de mi persona y pasando la pata derecha entre la mía izquierda y el cuadro me bajo de un salto más guapico, pintiparado y “pofesional” que un San Luis. Ya soy capaz de ganar un minuto en las transiciones a cambio de tener que ir 20 kilómetros, mínimo, con los pies “sobre” las zapatillas de la bici, en vez de “dentro” de ellas.

El domingo debuté en la Media Maratón de San Javier. Voy a glosar las miserias de un globero. Titularé esta parte como: “Manual de todo lo que no se debe de hacer nunca, aunque uno sea un “sobrao”.

El domingo me fui con mi amigo “Special Force” a San Javier. El día amenció especial para correr. Una temperatura muy agradable, ausencia total de viento. Buen número de participantes. Un recorrido llano…

El sábado elegí, si lo que hice se le puede llamar así, el equipamiento para la prueba. Lo primero que no se debe de hacer es escoger un pantalón que sólo has usado unas pocas veces y nunca más de treinta minutos seguidos. Lo segundo que no debes de hacer es que como ya has hecho tropecientas mil medias no estimes conveniente untarte excesivamente de vaselina la entrepierna pues llevar todo el mondongo reogado en la “mantequilla” esa al principio es incómodo, ya que supones que no te vas a escoriar. El resultado fue que ocurrió todo lo que debía de ocurrir. El pantalón poco usado, la ausencia de vaselina suficiente en las partes sensibles, las ronchas que me ha hecho el churrillo de la piscina, no lleva más que a una irritación cutánea del tamaño de un campo de fútbol. Como el tema del pantalón no fue suficiente escogí una camiseta que me regaló mi santa allá cuando comencé a correr y que no había usado en un montón de años. Como consideré que de uso iba bien provista, de nuevo obvié el untarme de vaselina los sobacos. Otra ulcera sangrante en el brazo derecho fue la consecuencia de tal error en la elección.

El colmo de la globería fue lo de las zapatillas. ¡Qué nadie mueva un músculo, qué nadie se ría!, ni siquiera una pequeña mueca con los labios. Tenía, digo tenía pues se quedaron en la meta de la media de San Javier, digo, tenía unas Mizuno revolver muy bonicas que me habían acompañado en mis últimas giras plagadas de éxitos. Esas zapatillas las usaba sin plantillas y me iban muy, pero que muy cómodas. Como meses atrás he tenido problemas musculares por culpa de las plantillas, hace unas semanas me hice unas nuevas. Las Mizuno son de la talla 39 y medio y las zapatillas para las que me hice las plantillas son un cuarenta largo… De ello se deduce que las plantillas son como mínimo de una talla cuarenta. Allí que va mi linda cabecica y piensa que iba a correr con las plantillas sin percatarse que zapas y plantillas son de distinto número, con el agravante de que las plantillas son mayores. Metí mis plantillas en las zapas y tras ellas mis lindos deditos en su interior. Al principio las noté algo prietas pero no le di importancia. Ya en el calentamiento debí parar a aflojar las gomas pues supuse, equivocadamente de nuevo, que me las había apretado demasiado. Salió la carrera y en los primeros kilómetros tuve que comenzar a apretujar los dedos dentro de las zapas. Cada vez la sensación de agobio de mis pies era mayor y el apretujamiento de los dedos directamente proporcional. Al final parecía que me estaba agarrando a un palo como los canarios se agarran al palo de su jaula. Comenzó por un leve hormigueo y siguió con un dolor de pies tremendo. Los pies acorchados me hacían subir por los gemelos unos rampazos de tres pares de cojones. Me comenzaron a dar calambres hasta en los muslos. En el kilómetro diez debí haberme parado, justo al pasar por meta. Como soy un optimista estimé que podría aguantar. No me gusta retirarme. En el kilómetro 13 aproximadamente tuve que detenerme y quitarme las plantillas. Seguí corriendo con ambas dos en las manos. Comencé a notar un cierto alivio en las planta de los pies que se iba contrarrestando con un dolor cada vez más agudo en la espalda. Ya sabemos todos que lo que es bueno para el cuerpo, es malo para el alma. El no llevar las plantillas me estaba haciendo la espalda fosfatina. Cuando no podía aguantar más el dolor de espalda decidí pararme de nuevo y ponerme las plantillas. Ahora la espalda me seguía doliendo, aunque no iba a mayores, pero de nuevo, las plantas de los pies, los gemelos y los muslos comenzaban a acalambrarse por la presión que las zapatillas ejercían sobre mis dedos. Como dios me dio a entender llegué a meta. Me repetí doscientas veces: ¡Soy un globero de mierda!.

Así que, querido diario, la Media Maratón de Torre Pacheco la correré con mis Kalenji de entrenamiento, pues hasta que no cobremos la extra la crisis no me deja gastar en zapatillas. Me quería comprar unas Zoot del 41, pero me conformaré con lo que buenamente pueda soportar mi economía de subsistencia… ¡La crisis es la crisis!.

¡Hasta la próxima, querido diario!.
Coda: Querido Gorka, tu bacalao al pil-pil estaba del mismo modo exquisito. Ahora te agradezco aún más que te hubieras molestado en cocinarlo para la grata reunión que tuvimos allí en Zarautz. De saber todo el trabajo que conlleva tan magnífico plato, ten por seguro que te habría animado a buscar otro manjar que conllevara menos sacrificio. ¡Nunca me planteé que para hacer un bacalao hubiera que mecer tanto los ingredientes!.
Por otra parte he leido con entusiasmo tu Behobia-San Sebastian, no te vengas abajo por los resultados. Bien está lo que bien acaba. Nos vemos pronto...

viernes, 7 de noviembre de 2008

Qué dice el Stani que no hay cojones...



















Eso, que dice Stani que no hay cojones a publicar las fotos. Advierto que estas son del domingo. Del sábado también se que hay algunas. ¡Vamos, hay que animarse para que se publiquen!.

¡Ahí va y que dios nos pille confesaos...!



martes, 4 de noviembre de 2008

... Prestigio...

Cuando le echamos un ojo al diccionario encontramos la siguiente entrada:
prestigio.
(Del lat. praestigĭum).
1. m. Realce, estimación, renombre, buen crédito.
2. m. Ascendiente, influencia, autoridad.
3. m. p. us. Fascinación que se atribuye a la magia o es causada por medio de un sortilegio.
4. m. p. us. Engaño, ilusión o apariencia con que los prestigiadores emboban y embaucan al pueblo.

Unos esta semana lo hemos perdido otros lo han aumentado. Si nos fijamos un poquico de la cuatro acepciones dos van dirigidas hacia el “valor personal” y las otras dos hacia el mundo de la magia.

Esta semana he perdido definitivamente cualquier rescoldo de prestigio que me pudiera quedar, acepciones primera y segunda. Definitivamente me han enviado a la calle donde “aprenden” a nadar las criaturicas de cuatro años. Sí, allí estoy yo con los utensilios al uso de los niños de esa edad. A la entrenadora sólo le ha faltado atrezarme con un cubico y una pala, rodearme de un capazo de arena de playa y ponerme a jugar en la orilla de la piscina. Los zagalicos alucinan cuando ven al “zanguango” del Garban como uno más en su calle.

Todo empezó cuando Isa me dijo que “notara” el agua, que sintiera el diferente comportamiento de la misma dependiendo de cómo metiera las manos en ella. Mi descoordinación es mayor que la habría si un batallón de payasos desfilara por la Gran Vía. Como metía la mano, con más ardor que un novio primerizo y con menos delicadeza que un chapista golpeando el metal, me ordenó que me sentara en una tablica, de esas que “los otros utilizan para entrenar” y moviera las manos. Allí estaban los casi cincuenta tacos del Garban, con su dignidad perdida y su prestigio hundido en el fondo de la piscina, sentado en la tabla y moviendo los brazicos. Cada tres movimientos, como soy un hábil que te “cagas”, la tabla se resbalaba del culico y ¡cataclás!, me daba una voltereta y quedaba como los patos borrachos, con la cabeza dentro del agua y el trasero al aire. Isa se estaba dando cuenta que cada pocos segundos naufragaba, la tabla salía disparada a cientos de metros y yo salía a buscarla en dirección contraria a la fila de verdaderos nadadores que en mi calle entrenaban. Decidió quitarme la tabla, meterme un “churrico” entre las piernas y que chapoteara feliz y alborozado en la calle de los tiernos infantes. Allí me tiré más de hora y media, hablando de nuestras cosas con mis nuevos compis… Algunos me contaron que su madre está muy buena y otros que le obligaba a engullir la papilla de frutas antes de irse a la piscina. En esa calle, estos días estoy forjando amistades que se me antojan serán perdurables e intensas en el tiempo. Veremos si alguna madre no se queja de que el “viejuno” esté dándole la tabarra a sus críos, entreteniéndoles para que no consigan los objetivos propuestos en la sesión del día.

En la otra calle, en la de los triatletas, el cachondeo es mayúsculo y ya me preguntan si va a venir mi madre a vestirme después del entreno y si mi “seño” de la guardería me trata con mimo y me da ceras para colorear el retrato de mi osito de felpa favorito. ¡Y pensar que hace unos días creí que estaba mejorando!.

Por lo demás el pie sigue en su línea y la bici con su frecuencia y su kilometraje. El sábado nos cascamos 80 kilómetros con 8 cuestas de fuerza. Como siempre me quedé el último con diferencia, pero eso no me preocupa, se que cuando tenga que andar, andaré, en mis ritmos, en mis tiempos, pero dentro de la normalidad. El domingo tocaban 100 kilómetros pero las circunstancias, impidieron su realización. Hacía sol, aunque la temperatura era fresca. La carretera estaba muy mojada, lo que la hacía peligrosa, sobre todo en las primeras horas de mucha humedad y el viento era muy fuerte. Todas esas variables además de que el sábado nos acostamos tarde y mojados me hicieron tomar la decisión de salir a correr 8 kilómetros en unos cincuenta minutos. Al menos quemamos algo de alcohol… Sólo de pensar el mal cuerpo que teníamos y regresar con ese vendaval en contra a casa me hacía presagiar muy malos momentos sobre la bicicleta. Preferí una salidica algo “ligera” pero mucho más apropiada a nuestro verdadero estado. El mes ha finalizado y sólo he fallado dos días. No está mal. Cincuenta y ocho horas de trabajo y 36 sesiones. Lo daremos por “progresa adecuadamente”.

Hacía unos días que nuestro amigo Pepo, el mago, el mago de la cocina, el mago de los vinos, el mago de la conversación amena y divertida, comentó que “su Pepe” tenía un compromiso deportivo en Murcia. La noticia traía consigo una doble alegría. Por una parte Pepe nos haría una demostración de sus progresos y por otra era una excusa lo suficientemente buena para una gran reunión. Como a los magos les acompaña la suerte, dio la casualidad que “han c’a mi cuñá”, donde habita y realiza milagros a tiempo parcial San Cucufato se había organizado una fiesta, con un sin fin de excusas, ninguna suficientemente buena como la real: ¡Qué de vez en cuando nos apetece reunirnos y reírnos de nuestras propias circunstancias!. Por motivos que no vienen al caso y con la disculpa que era “jalogüin”, se acordó que sería una fiesta cuyo “tipo” fueran los trajes de novios. Se rogaba que fuera el original, el genuino, aquel que con el tiempo, algunos nos hubiera gustado no tenernos que poner… ¡Qué no, qué es broma!. Mi santica lee esto y se va a creer que estoy arrepentido, qué no... Me hubiera gustado haber nacido “casao” con ella, para así ser feliz aún más tiempo, pero mi santa madre no tuvo a bien tenerlo previsto en su momento.

Unas diez o doce parejas, más algunos niños, de ellos unos con traje de “comunión”, lo que fue un puntazo y otros con disfraz de “muertos vivientes”, nos dimos cita en la Ermita de San Cucufato. Sin querer hacer de menos a nadie, el cadete deslumbró por lo sorprendente del traje, de entre los novios. Las novias que la Familia Diez, con la echadora de cartas a la cabeza presentaron a la fiesta fueron todo un éxito. ¡Ah, también vino el chico, con su bellísima novia, que le discutió al Guardia Civil en la Romería de San Cucufato y esta vez decía todos sus apellidos, ambos, los dos, sin trabucarse una sola letra.

Trajes genuinos de novios y novias. Unos un poco más tuneados que otros y otros definitivamente reemplazados por diversas causas, como por ejemplo: “Lo tengo en un baúl en casa de mi madre y si voy y le digo que necesito el traje seguro que llama a los loqueros” y otras del tipo: “¡A mí no me entra!”. Pero allí se presentó desde el que se casó de verde caqui, hasta la novia más guapa del mundo, todos de boda. Estuvimos bailando y cantado coplas de nuestro tiempo. Bebiendo “Viña Mágica”, traído con mucho cariño por “El Mago”, comiendo y volviendo a beber. Entre tanto, El Mago Pepo, esta vez en el papel de juez con toga y peluca al uso, comenzó una serie de “divorcios rápidos” que hicieron las delicias de los divorciados y de los invitados a los fastos. Fueron divertidísimas las roturas conyugales, los motivos y los métodos, nada ortodoxos, que utilizó el supuesto juez para llevarlos a buen fin. No diremos más... Sólo apuntar la frase que se acuñó y fue el slogan y referente en la fiesta. Mientras que caían no menos de 100 litros de agua por metro cuadrado, una invitada, siempre positiva, siempre creadora, siempre siendo la noria que eleva la alegría y la simpatía, exclamaba con profunda convicción: ¡Hay que ver, qué buena noche se está quedando.

El día siguiente, mientras que yo rezaba porque amaneciera tan lluvioso como lo habíamos dejado al acostarnos, comenzamos con los preparativos de la segunda jornada de convivencia. La mañana, como ya he comentado me sorprendió con un sol de cojones que me tiró por tierra la excusa más fácil que me había preparado: “¡Está lloviendo!”. La carretera mojada, la humedad del día y el viento, no serían aceptadas por mi partenaire de entreno. Decidí que sería por las bravas, ¡No, que no salimos, qué hace un día “muy malo p’a la bici!”. Esta afirmación más la presencia de Stani en el rodaje-paseo, pareció ser suficiente para calmar los impulsos ciclistas del Mago.

Finiquitado el trámite del entreno pasamos a labores más gratas… Nuestro “Cheff Pepo” se propuso obsequiarnos con un magnífico Arroz con Cebolla. Como la compra la había realizado mi propia persona, la hice con total desconocimiento de causa que los resultados fueron que había arroz para tres paellas y bacalao para otras tres. El bueno del Mago decidió que el arroz se guardara, el sobrante claro y que con el bacalao realizaría un “Bacalo al pil-pil” de alta escuela. Como soy un “descerebrao y un indocumentao”, desconocía por completo que al “bacalaico de los cojones” había que estar meciéndolo más tiempo y con más entusiasmo que a un bebe de tres meses, de haberlo sabido habría abortado tamaña empresa. Allí que se nos puso nuestro “Maestro de la Cuisinne” y nos deleitó con un arroz de exposición y un bacalao de muestrario. Unos veinticuatro comensales dimos cuenta de tan suculentos platos, mientras que el “Viña Mágica” que habíamos reservado de la noche anterior, regaba nuestros gaznates. Una comida que finalizó, con gin-tonics, al estilo Stani, cafeses, copas y licores al gusto y como siempre, con unas coplas al uso de la tierra.
La tarde caía y los feriantes debían volver a su olivo.

Y con ello queda reflejado el porque del título de esta entrada. Unos perdemos el prestigio, acepciones primera y segunda y otros lo elevan, refuerzan y lo expanden por este mundo real y virtual… Y es que el Mago Pepo y su familia, tienen mucho, pero que mucho PRESTIGIO.

P.D.: Los videos os los ahorráis, pero de la cantidad de retratos que hicisteis bien me podíais enviar algunos que ilustraran tan magno evento.

¡Hasta otro día querido diario!