jueves, 21 de mayo de 2009

La Cultura del Ladrillo. (Parte II).

Decidimos irnos p'á Ronda. Los cinco. Nuestras Santas, Special Force un servidor de ustedes y los seis kilos de sobrepeso que estos dos años no he podido quitarme de encima. ¿Cuánto me meteré entre pecho y espalda que a pesar de la tripá a entrenar que me doy no pierdo peso?. Es quizás lo que peor llevo de este vicio del correr. El cuidar la alimentación me produce mucho, pero que mucho stress. Prefiero vivir gordico a estar siempre con los nervios a flor de piel a causa del mal humor que me produce el continuo análisis de lo que estoy comiendo.

Pertrechados con nuestro equipo y dos listas de “porsiacasos”. El maletero lleno de trastos y un nerviosismo y una ilusión que contagiaba a mi ya hastiada de carreras y compañera de fatigas, mi Santa.

Habíamos repasado un sinfín de veces todo. A que hora llegaríamos a Ronda, que haríamos primero, cuando nos levantaríamos al día siguiente, como afrontaríamos la carrera... Quien me conoce sabe que externamente siempre estoy de chascarrillos, bromas y risas, pero que soy una persona metódica hasta la exasperación. No me gusta dejar nada a la aventura, nada que no esté planificado...

Lo primero que tenemos que poner en claro es que hay dos temas que juramos todos, los cinco que íbamos en el coche, mantener en secreto... Seguro que algún día entre gin-tonics y bromas lo contamos, pero hoy por hoy es secreto de sumario. Dos etiquetas para el futuro, no podemos unir en la misma conversación Ronda con “El trayecto más corto” o Ronda con “Cremas Hidratantes”... Ahí lo dejamos...

Un poquico antes de llegar al Puerto de La Mora paramos a tomar unas cañas. Allí nos encontramos con unos cartageneros del Mandarache que luego coincidirían de nuevo con nosotros en el restaurante italiano en Ronda para comer. Tras una horillas de viaje alcanzamos nuestro destino... Por supuesto ,ya fuera de cualquier horario previsto... Para no dar pistas, decir que tuvimos que parar , como no podía ser de otro modo, sobre las tres y media de la tarde para intentar tomar algo en el merendero más cutre y más alto de una ruta que lleva a Ronda..., pero de aquella manera. Por supuesto sólo hicimos un pis... Y porque no quedaba más remedio.

Encontramos el hostal. Siguiendo nuestra tónica de todo a un euro, un lugar de ambiente “familiar”. Allí ya estaban las habitaciones hirviendo de corredores que regresaban de comer. A quince metros había un italiano al que nos fuimos a comer pasta... La pasta y los plátanos son dos “manjares” que he apartado de mi alimentación por unos meses... En una mesa junto a la nuestra los Mandareche que nos habíamos encontrado a las puertas de Granada. Se desata la conversación y nos advierten que vamos muy eufóricos, que se nos ve poco preocupados... Le explicamos que entre nuestro “material” llevábamos unos euros “p'á cerveza” y pocas ganas de complicarnos la vida... Nuestro objetivo era terminar en el tiempo y forma que fuese y con tan pocas aspiraciones no nos íbamos a presionar en exceso. Concretamos con el pizzero unas cervezas para cuando pasara la carrera por la puerta del local y dimos consejos de entrenamientos y planteamientos de carrera, cual más disparatado a los ya veteranos. Ellos se encontraban presionados, el año pasado no pudieron acabar y se lo habían tomado como algo “personal”. Uno de ellos el más joven, al final se lo merendó en 12 horas 30 minutos... Los otros penaron bastante más.

Como eran más de las cinco y media nos fuimos directos para el polideportivo... Allí fue donde comenzamos a tomar conciencia de la realidad de los 101 kilómetros de Ronda.

Los alrededores hervían de corredores y legionarios. Los primeros intentaban llegar a por sus dorsales, los segundos informaban y trataban de ayudar al forastero. Hay que planificar bien cuando has de ir a recoger el dorsal. Nosotros, sobre las cinco y media llegamos al límete de lo tolerable. Tardamos unos cincuenta minutos para recoger la bolsica con una cola de unos veinte metros. Cuando salimos la cola ya alcanzaba una longitud de más de 200 mts. No se lo que tendrían que esperar los pobres que se pusieron a esa hora a entregar la documentación. De allí fuimos a La Alameda. Allí entregaríamos las mochilas que dejaríamos en El Cuartel. Estimamos que si íbamos a correr a Setenil llegaríamos a buena hora y no necesitaríamos nada. Lo que en un principio era un acierto, a la postre se convertiría en un error que nos podría haber ayudado a solucionar el mayor de los desaciertos cometidos... Más tarde se verá el motivo...

En La Alameda se respira una aire más sosegado que en el Polideportivo, donde casi todo son nervios por la largísima espera. Moraleja: Hay que llegar pronto a recoger el dorsal o te comes una espera, por corta que sea la cola de una hora mínimo). Para dormir en el Polideportivo hay que hacer otra cola, para dejar la bici, en caso de ser bikero, otra y así sucesivamente... Dejamos las mochilas en un plis-plas. Me gusta que las metan dentro de grandes y fuertes bolsas de plástico y cerradas con cinchas, seguro que no perdemos nada... Recogemos a nuestras Santas y ya nos tiramos a Ronda la nuit...

Una carrera de este tipo permite que la noche antes, sin pasarte, puedas tomar una cerveza y pasear un poco con la parienta... Nuestros compañeros y compañeras lo agradecen. Para ellos las vísperas de las carreras son un aburrimiento mientras que nosotros estamos con los pies en alto.

Cenamos pronto. Ya estábamos aprendiendo. Si te descuidas un poco todos los restaurantes están llenos y tienes que hacer una cola extra esperando mesa. Un paseo para ver como cientos de corredores y familiares se desesperan esperando un lugar donde medio cenar. Disfrutamos del colorido y buen humor del “Los últimos Sus-murais”. Un grupo creado en internet por una buena causa para correr en Ronda. Y ahora sí, ahora está todo listo. A la cama. Antes repasamos con la lista que llevamos todo lo convenido en las riñoneras. El objetivo era llevar de todo lo que nos habían dicho que podríamos necesitar, pero no duplicar el contenido. Si yo llevaba esparadrapo, Special Force llevaría tiritas, si yo vaselina, él cacao para los labios y así sucesivamente.

Dormí regular. Es normal, la experiencia es la madre de la ciencia y todos sabemos que esta noche no es la buena, lo buena era que durmiera la anterior...

Como los burricos que atan a al noria, ya habíamos aprendido bastante del mecanismo de la prueba. Desayunamos a las ocho y a las nueve nos dirigimos al polideportivo, esta vez otro, no muy lejos del de la tarde anterior. Entramos con todos nuestros bártulos. Camisetas que cambiaríamos antes de la salida, zapatillas por si el cesped estaba mojado no salir con las de competición húmedas, una mochila grande donde meter todo y dárselo a nuestras santas. El llegar temprano nos evitó lo que ocurrió con posterioridad a los marchadores que llegaron con el horario más ajustado. Como la hora se venía encima comenzaron a dejar pasar solamente a bicicletas y los de a pie tuvieron que chuparse otra espera y otra cola interminable. Fotos con el carnero, fotos con la bandera, fotos con los compañeros de Special Force, fotos a lo que fuera o fuese, había que ocupar la espera. Decidimos, más por hacer algo que por necesidad, que ya era hora de ponernos con la vestimenta de correr y devolverle la mochila a nuestras santas. Ya estamos listos, otro nuevo repaso. Montamos una cadena con los ciclistas que ocupaban todo el anillo del campo de fútbol que hiciera llegar la mochila a las chiquillas que estaban en la grada. Eso animó un poco el cotarro, pues rompió la tensa espera de los bikeros esperando a que tiraran el cohete. Llegó la mochila a las nenicas y ya la suerte estaba decidida. Salen los ciclistas. Casi cuarenta y cinco minutos de bicis pasando. Nos vamos a mear... Debajo de un árbol del campo de fútbol.

Cuando llegamos los 3000 marchadores ya están en la línea de salida como si de un mil quinientos se tratara... Inocentes pensamos que en 100 kilómetros nos daría tiempo a todo, no hacía falta comenzar a dar empujones, ni saltar vallas para coger un sitio más cerca del arco... ¡Primer gran error de la mañana!. Tiran los cohetes, nos abrazamos y nos juramos por última vez que no nos dejaríamos el uno al otro en toda la prueba. Si decimos de retirarnos el otro debería coger por los huevos al compañero y arrastrarlo hasta La Alameda, costase lo que costase... Ya habíamos decido no volver nunca más y una retirada nos hubiera tentando a retar de nuevo a la suerte.

En nuestro peregrinar por el pueblo nos dedicamos a escudriñar entre el gentío... Lo mejor de la carrera, sus gentes... No vemos a las chiquillas, nos jode, nos hubiera gustado despedirnos de ellas, más que “ná” por si no regresamos... De correr, con lo mal situados que estábamos, ni se plantea. Lo principal es salir vivo de allí. En cualquier momento te puede atravesar el hígado uno de los bordones, bastones y demás utensilios que utilizan los marchadores para ayudarse y que con tan poco tiento portan algunos. Que no te piquen como a un toro con una garrucha de esas es el principal objetivo de esos primeros metros. Saludamos a varios murcianos que nos encontramos por el camino...

Salimos del pueblo, la estampa es conocida por las fotos, volvemos a ver un enorme gentío por una senda roja y polvorienta que a malas penas deja sitio para correr. Nos miramos sin decir nada: “¡Vaya una cagada!” pensamos. ¡Qué mal nos hemos colocado!. El camino es ondulado, asequible para correr, pero somos prudentes. Corremos cuando es llano o cuesta abajo y el gentío nos lo permite, cuesta arriba se anda...

Una curva y un gentío se arremolina alrededor de algo que no acertamos a saber que es... Pronto nos damos cuenta... Es la cola para llenar el bidón. Es el primer avituallamiento... Ya estamos seguros... ¡Somos unos capullos!. Pasamos del primer avituallamiento, tampoco era imprescindible... Nos juramos no volver a saltarnos ninguno... Pero éste, en éste se va a parar Rita... El Tomtom comienza a reconfigurar la estrategia... Tenemos que apretar pues de lo contrario en cada uno de los avituallamientos tendremos que esperar a que pasen todos los que van marchando. Hay que correr para llegar con menos gente por delante al agua...

Te tienes que quitar el sombrero para agradecer a la gente del camino que sacaba de sus casas su manguera, sus garrafas de agua, sus caramelos, fruta... A la gente que animba sin cesar como si de un partido de noventa minutos se tratara, a los legionarios que a pleno sol se encontraban en los sitios más recónditos y perdidos del camino para cuidar, animar e informar a los participantes.

Pasamos el segundo avituallamiento y el tercero. Ya se puede correr, la cosa comienza a estar bastante más clara. La gente hace la goma. Nosotros le pasamos, pero la mayoría no paran en los puestos y de nuevo tenemos que volver a pasarlos. Nos cruzamos con las bicis. ¡Nenudo espectáculo!. Parece como si tu fueras montado en una de ellas... El campo de prácticas y el circuito Ascari. Kilómetro 25 aproximadamente... Nos damos cuenta del gran error que hemos cometido de nuevo... Veinte minutos esperando a coger un vaso de agua y un pequeño bocadillo. Donuts, barritas, naranajas, plátanos... ¡Aquí hay de todo!. ¿Para qué coño cargamos con tanta mierda?. La espera y el convencimiento que vamos cargados como burros para nada, nos hace bajar un poco la moral. Vaselina, cambio de calcetines, cambiamos cada 25 kilómetros, pues el polvo del camino destroza los pies y si las herramientas de trabajo fallan, ¿cómo vamos a currar?. Pensamos en desacernos de todo allí mismo y quedarnos con un bidón vacío para los dos... Sopesamos los pros y los contra... ¡Coño dejar tanta pasta en medio de un camino es una frivolidad!. ¡Si hubiéramos dejado algo en Setenil allí podríamos deshacernos de todo, pero como no ha sido así, tendremos que cargar hasta el cuartel. Ya comienza a hacer calor... Lo superamos bastante bien, correr a las cinco de la tarde por la mota del río en Murcia de dos a tres horas diarias en un ejercio que curte... En Arriate ya comenzamos a pasar a gente muy madura... Adelantamos a unos amigos y en la Cuesta de los Cochinos a otros. La gente está tirada por las orillas. Otros recogen agua de una “regaera”, sin preocuparles si ese agua es potable o no... Es algo muy parecido a una “catástrofe”. ¿A qué velocidad saldría esta gente si nosotros no hemos podido adelantarlos hasta el kilómetro treinta y tantos?.

Special Force va como un tiro. Yo voy muy bien... Vamos sobradamente preparados, seguros de nosotros mismos... Igual que el estudiante que se examina y sabe que ha estudiado, que tiene los deberes hechos... Nos ha fallado el ser unos pardillos (perdemos mucho tiempo en las colas y transportamos peso de más)... Yo voy bien, insisto, mis seis kilos de más van algo peor... En llano y en cuesta voy al ritmo del “chico de la empresa”, cuesta arriba lo retraso algo. He llegado a Ronda muy tocado de las rodillas e intento cuidarlas y mover todos los kilos de más contra la gravedad me penaliza...

Bajamos de la Cuesta de los Cochinos y el humor no nos deja. Le pregunto a Special, nazareno como yo... ¡Oye, Special!. ¿yo con qué salí, con cruz o con cirio...?. El personal mira, pero no dice nada...

Llegamos a la Romería... Allí un compañero de Special, se atreve a seguirnos pero hoy no iba a ser el día que nos adelantara nadie. Pronto desiste en la disputa. En el kilómetro 40 paso a “Guille”, nos conocemos de la “Pujada al Castillo”. Me paro un segundo para saludarlo y seguimos a nuestro ritmo... Los kilómetros de más hasta Setenil nos están poniendo nerviosos. No aparece el pueblo y por los gps ya nos marca que teníamos que estar bebiendo y cambiándonos los calcetines. El calor hace que no haya digerido demasiado bien lo poco que he comido... Poco, porque se ha de comer poco, pero lo necesario para correr sin desfallecer... Tengo algo de angustia, pero no digo nada a mi compañero... En Setenil me tomaré un ibuprofeno, aunque eso sea ayuda externa... Pasar por las terrazas te pone los “pelos tiesos”. Es un pueblo muy bonito y la gente te trata como debieron de tratar los griegos a sus héroes olímpicos... No puedes dejar de correr y saludar... De vez en cuando tengo que tirar de las riendas a Special, que va desbocado y se anima con los aplausos...

En Setenil ya no hacemos cola... ¡Menos mal!. Ya llevamos mucha gente detrás y más que quedarán. Tampoco teníamos que recoger nada, así que pillamos lo justo del punto y nos vamos a unas pequeñas escalinatas a cambiarnos de calcetines y de camiseta. Junto a nosotros se encuentra una pareja que debe estar esperando a algún competidor. La chica muy guapa... Como no podía ser de otra manera le lanzamos unos “requiebros” y alguna que otra chanza... Enseguida nos preguntan: “¿De que parte de Murcia sois?”. Resulta que eran de Puerto Lumbreras. El chico de ella ya ha pasado, le preguntamos el dorsal para que cuando lo adelantáramos darle recuerdos de su parte... ¡Somos más chulos que un ocho!. En ese momento la chica de él llama por teléfono para decirle que está llegando a Setenil (luego se dió cuenta que de llegar nada, que faltaba bastante más de lo que ponía el bloc) pero que está muy mal, que se va a retirar... La gente se paraba para no levantarse, algunos salían en camillas... Decidimos dejar tan buena compañía e irnos de allí, antes de que se nos pegue algún virus del tipo “retirada”... Le dejamos un poco de vaselina para la novia de nuestro nuevo amigo y tiramos hacia otra cuesta más...

En el siguiente punto le pregunto en canchondeo a un legionario ¿Cuántos kilómetros llevamos?... El tío me contesta cinco menos de los que marca el gps... Le digo con sorna: ¡Pues yo, en cuanto me marque el bicho este 101 me paro, esté donde esté y tenéis que llevarme la medalla y la sudadera hasta allí!. Hicimos peña un ratico con un grupo de la legión, con un guardia civil... Con mucha gente...

A Special-Force no hacía más que sonarle el teléfono... ¡Le llamaba ya Obama, qué tío más conocido!. Las primeras llamadas fueron algo despistadas, su madre le decía que comprara el pan que hoy era doble y los de la caja de ahorros para que fuera a recoger un regalo... Luego comenzaron a llamar las nenas y los amigos... Eso si que da alas...

El camino hacia el cuartel se hace largo... Por contra el sol ya había desaparecido del horizonte y comenzaba una nueva etapa... Pero eso ya será mañana...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo no pensaba comentar nada para que nadie me señalara, pero no sabeis las alas que dan para correr una buena crema con purpurina, y ademas si vas a ronda por la costa mejor que mejor para hacer turismo porque lolica y la reina si no hacen cien kilometros mas que el resto de la gente para llegar a un destino parece que les falta algo.