jueves, 7 de marzo de 2013

La Vuelta al mundo en mi birlocha y VI


Pasaron algunos días y nada parecía haber sucedido. La huerta se torna triste cuando la lluvia golpea con la insistencia del tic-tac del reloj. Sabemos que al siguiente segundo escucharemos el tic para inmediatamente ser contestado como el eco por el tac. No hay fin, no hay cambio, no hay solución

Pues sumido en la tristeza de un carril sin paseantes. de un juego de bolos sin parroquianos, de un día más sin respuesta de Laura, pasó Ginés las siguientes jornadas. El nenico salía a la puerta de la taberna y miraba tras la bardiza que separa el juego del azarbe, junto a la gran piedra que por arte de bilibirloque había aparecido al comienzo del quijero en la linde de su padre.

La piedra ya le había traído a Ginés algún problema con el tabernero. El papa del mozuelo, le había comentado en alguna ocasión que, como pillara a los zagales, que él suponía habían puesto el pedrusco al comienzo de la valla, les iba a meter un cocotazo que los iba a poner mirando “p'a La Fuensanta”. El morroncho de Ginés, en vez de pensar que como se diera cuenta el tabernero que el “cacho canto” lo había puesto él, el jetazo no iba a ser pituso, se entretenía en idear un paseo con la Laura entre los pinos piñoneros que rodean el santuario y los lugares próximos.

En la parte de atrás de La Fuensanta entre las moreras que jalonan la explanada donde estacionan los carros el día de la romería. Justo donde la era da comienzo al cejo por el que discurre la rambla. Por allí parte una senda muy estrecha que a media altura del raiguero serpentea a veces cegada por la bardomera, otras clara y diáfana hasta llegar a la altura del Cenobio de Nuestra Señora de La Luz. Este no era otra cosa que uno de los que en el S. IV a.c. formaban una red de santuarios ibéricos que estaban al servicio de la diosa de la fecundación, Deméter. Esto último, el mandanga del chiquillo lo desconocía y por tanto ignoraba que la Laura siquiera osase a dar un paso por esa estrecha y coqueta senda, si supiera que lo que le esperaba al fin de la misma, era una ofrenda para solicitar a la diosa su fecundación... Su padre la desloma siquiera por imaginarlo.

Seguía Ginés, en estos y otros sueños, mientras trajillaba la arena del carril de juego y vigilaba con el ojo que tenía desocupado, pues con el otro estaba atento a su padre. Creía que éste estaba perdiendo la paciencia con él, pues no hacía otra cosa que cuidar el albero y pronto podría recibir un capón por la espalda, en represalia por la indolencia que mostraba a las órdenes que vociferaba, cuando vigilando el tolmo, ara donde esperaba que su amor quedara signado con el depósito de una carta, vio pasar a Laura.

Le pareció que ésta había parado un poco antes de la piedra, mirado alrededor y despues sejar para, en su opinión, nada objetiva, esfisar si bajo la piedra había una carta. Ginés que se aplicó con prontitud y nada de reflexión el cuento de “Creía el ciego que veía y eran las ganas que tenía” experimentó un angor y a la vez un júbilo que no podían ser provocados, mirados de manera objetiva, por ninguno de los hechos que ocurrieron. Lleno de alborozo, creyendo que Laura había leído la carta y esperaba otras, dispuso papel de estraza, pues evidentemente un papel de menos resistencia a los elementos, bajo la piedra y con las humedades de la huerta y Marzo, no sería soporte suficiente para mantener las letras, que manifestaban su amor, si Laura, como estaba ocurriendo en la actualidad, dilataba tanto sus paseos por la trocha.

La carta decía así:

Estimada Laura:

He estado pacientemente observándola estos días. Fundamentalmente he observado que usted no ha pasado en varios por la cieca que está en el linde, por lo tanto no la he visto, pero como el objeto era observarla, si acaso hubiera pasado, he observado que no he podido observarle. Y creo que con esto está todo bastante bien explicado.

Hoy. Sabrá que día es hoy cuando lea ésta (por la fecha), ya que cuando ojee la misiva no será hoy, si no otro día, que no es hoy. No sabré que día la leerá, pero con esta información tan precisa, si sabrá que día la he visto pasar. Pues como le estaba indicando en esta perorata, me pareció que usted había mirado con el rabillo del ojo la piedra donde le indiqué , depositaría en el futuro mis cartas encendidas de apasionado amor.

Se que se habrá sentido profundamente decepcionada al no encontrar sobre alguno bajo el pedrusco, pero es que escribí una, hace ya unos días y por la lluvia, la torrentera, la bolsa, si , esa del atún de hijá donde le guardo mis palabras de amor, se esfaró por el partior y creo yo que ahora estará más allá del Rincón de Bonanza, bonito paraje del partío de Orihuela. No tiene al caso indicarle esta pequeñez, pero como se que usted es estudiante y creerá que  sólo soy un tabernero, le indico este pequeño detalle de mi erudición para que, si a bien lo tiene, no sea un impedimento para nuestra relación. Con mi sapiencia y saber estar no se sentirá usted de menos cuando, en el futuro, ose a dar el paso de presentarme ante sus amistades. Además como soy trombonista siempre puedo apañar una fiesta o reunión en la que usted tenga a bien participar con mis melodías. Al final llegaré a ser el único que no querrán sus amigos de usted, falte a los jolgorios.

Desearía aprovechar estas letras para suplicarle que en el futuro y si usted me lo permite, nuestro trato se haga un poco más cercano y pudiera llamarla de tú y si a usted no le incomoda acompañar su nombre con algún adjetivo cariñoso que denote lo prendado y cautivado que estoy por su persona, como por ejemplo: Mi bella Laura...

Deseo que en la próxima podamos hablar de nuestros sentimientos de una forma más informal y cercana, pero para ello debo recibir autorización expresa por su parte y si acaso, en el futuro podríamos vernos en las moreras esas que están a tres palmos de la orilla de la cieca, pero no quiero ser atrevido y que piense que mis intenciones son deleznables. Así que ese punto lo dejaremos para cuando nuestra relación sea menos rodreja.

Esperando con ahelo su carta y suplicando pueda usted acceder a mis nobles y sentidos deseos,

Se despide de usted, éste que lo es


Ginés

La Arboleja, Marzo de 2.013

A todo esto Ginés desconocía varias cosas. La primera que Laura no había leído la carta y lo que pareció un ligero retroceso para ver si bajo la piedra había alguna , fue un esfarato de la chiquilla, por el suelo embarrado y lo suyo no fue más que un movimiento para equilbrar su lindo talle y no dar con sus preciosos huesos en el charquero que se había formado por la lluvia. También Ginés desconocía que Laura había tenido la misma idea, la de utilizar las moreras, las que están junto a la regaera, pero no tenía intención de que fuera Ginés el mozo que la rondara bajo ellas...

2 comentarios:

reina dijo...

menos mal que el zagalico ha resucitado, ahora solo le falta que Laura quiera pelar la pava con él

Stani's fan club dijo...

Aquí hay tema, vaya que si hay tema!!!