Diario de un crucerista sin vocación
Si siempre haces lo que haces siempre, siempre llegarás donde siempre llegas
Se encontraba Garban inquieto. Pensó que quizás el
sacrificio del buey a Pólux y Zeus se
les había antojado a éstos poca cosa y por ello lo castigaban con ese fresquete
y fina lluvia con los que le recibió la ciudad de Barcelona. Siguiendo los
manuscritos que cruceristas impenitentes habían tenido a bien colgar en
Internet, adivinando con acierto, que tras ellos y con menos dotes para el
viaje otros repetirían la ruta, como a través de los tiempos viajeros rehacen
el peregrinar de Santiago siguiendo las primigenias huellas.
Al instante encontró la estación de metro donde indicaba el
mapa, evocando el juego de “la busca del tesoro”, con la L 3 en verde clarico… Bajó en la
parada indicada, sin sin desatinar en la dirección y encontró algo más allá, al
otro lado de la Plaza
de Colón la marquesina del “portbus”. El viajecito había incrementado
sensiblemente el precio desde que los pioneros de la ruta inmortalizaron su
experiencia para el mundo. Todo se desarrollaba según lo previsto. A lo lejos
comienza a perfilarse el que llaman “Muelle Adosado” y en él, una larga línea
de cruceros abarlobados al pontón. El primero, imponente, majestuoso, el EPIC.
Para un zagalico como el Garban, la simple visión de ese mastodonte, pétreo y sin embargo de femeninas formas, le causó impresión.
Comenzó a plantearse, de nuevo, si con las perricas del crucero no podría
haberse ido a andar a los Pirineos durante al menos seis meses. Descendió del
bus y comenzó la representación que durante tantas horas la tarde anterior había ensayado.
Se dirigió en primer lugar a la pérgola de equipajes y como
ya había realizado la facturación On-line, no tuvo más que dejar la maleta. Le
comunicaron que cuando llegara al camarote ya la tendría allí. ¡Qué eficacia!.
No tendría que ir con olor podenco durante demasiado tiempo… Todo ello
informado con un castellano autóctono y perfectamente inteligible… Garban se
relajó y creyó, ingenuo y contumaz bien pensado, que quizás no se desarrollaría
toda la obra en clave de tragedia, como había intuido. Al instante se dispararían
las alarmas… Un ejército de filipinos trajeados como si a una boda se tratara,
se dirigen hacia él. Sin duda, con
rotundidad, armados con una inderrotable sonrisa. Garban comienza a
experimentar la reacción inversa de los Pokemon. En vez de trastocarse a un ser
más evolucionado, dispara los mecanismos de defensa y para pasar de ese cáliz,
se transforma en mosca y saliendo volando de allí. Pero no. Comenzó la
transformación tarde. Los amables filipinos le rodean y le dicen primero en inglés
y después, cuando Garban les comunica que la única palabra que entiende es
“sorry”, en castellano, que le van a entronizar haciéndole poseedor de “la
medalla de oro”, que no es más que un colgajo amarillo, en el que cada vez que
pasas un control, te anotan una hora y así testean si cumplen los objetivos de
calidad marcados en la Norma ISO
que tienen en vigor. Garban no puede negarse, pues antes de que le diera tiempo
a responder lo abandonan como puta por rastrojo y ociquean el ambiente como un
grupo de “locas el día del orgullo” en busca de otra víctima.
Garban a solanas en la cola de registro, pelo rapado,
pancita de buena vida, entrado en años y de crucero, posee ante sus ojos y a
los de cualquier otro que lo observara, todas las cualidades para ser nombrado
“ jefa del club de fans de Fredy Mercury”, sin lugar a dudas. Eso, más la
genuina y única, medalla de oro que le han colgado, hacen que todos los
componentes de la cola, espontáneamente, le hagan un corro bastante amplio a
fin de no estar cerca, ni encontrarse dentro de su radio de influencia.
Pensaban los componentes de la larga línea de espera, como lo pensaría el
propio Garban en el caso inverso, que la posesión del colgajo amarillo por ese
sujeto, no podría más que ser el anuncio de que el individuo, fuera
presumiblemente, portador de un virus sin duda mortal.
Lo registró en el barco un amable empleado en perfecto
castellano y hasta la mañana del lunes, no volvió a escuchar, el pobretico del
Garban, una palabra más en tan musical, florido y querido idioma.
El pasillo donde se encuentran los camarotes del 11500 al
final, debería ser llamado “La Milla Verde ”.
Pues si bien es cierto que ninguno, que sepa
Garban y sus vecinos, va a ser ajusticiado al amanecer, si es una cuestión
indiscutible, que es el colectivo que más cerca está de la muerte de todo el barco. Cuando Garban se cruza por el
pasillo con uno o una de sus convecinos, cree él, que ambos piensan: “¡Qué, tu
también estás viejo y has venido solo, puta vida!. Los camareros los tratan con
especial deferencia. Garban piensa que los que van solos están celebrando las
bodas de plata desde que se jubilaron. Menos de cien años no tienen ninguno.
Garban se ríe porque se sueña que él es solo un espectador.
Sabe, en el fondo, que es un trozo de atrezzo más del paisaje, que él pertenece
a esa obra, que no es más que uno más de ellos.
Ha sobrebautizado el barco. La tripulación le llama el más
moderno del mundo, el del parque acuático más grande del mundo, el del bar de
hielo flotante más grande del mundo… El de La Albatalía le ha puesto
el siguiente alias: EPIC: “El barco con más hambre del mundo”… ¡Joder, que le
han quitado las ganas de comer!. Qué aquí “todios” se pasa el día jalando. Que
no paran. Se le ha metido el olor a Fast foot en la puta nariz y no hay forma
de sacarlo. Lo próximo será ver a alguien montando en la barca salvavidas y
pidiendo al servicial y solícito camarero filipino que le ponga un cubo de
cervezas y cincuenta y dos hamburguesas, para esperar a que nos salven los de
“Salvamento Marítimo”. ¡Que desea, que
llegado el caso, sean los de Francia! . Porque como tenga que esperar que sean
los italianos o los argelinos, el Garban está convencido que se ahoga.
El camarote está mejor de lo que había soñado en murcianico.
Si ligara, cosa que como no sea con alguien de la tripulación va a ser
imposible. El sitio tiene amplitud y comodidad para desarrollar los juegos
olímpicos lividinosos… Como es así de torpe ya ha roto el recipiente del
champú, que está dentro de la ducha. Le ha dado con el codo haciéndolo saltar
por los aires. Menos mal que a él, para el pelo, no le hace demasiada falta.
Comunicar por otra parte, que el negocio del sexo no va a poder ser posible, ya
que ha encontrado varios problemas, dos de ellos irresolubles.
El primero, el nulo valor comercial del estudio donde iba a
instalar el comercio carnal. Por ese pasillo no anda ni cristo y el que pasa
está más para tomar la “coramina” o el “efortil” que otra cosa. La segunda es
que la ventana tiene un cristal traslúcido y claro, no deja ver su fibrosa,
musculosa y atractiva figura, con lo que el valor de la mercancía no puede ser
expuesto en todo su esplendor.
Seguía Garban en el puto barco y en veinte minutos se había
llevado dos broncas, eso sí, acompañadas de la dulce sonrisa del empleado. Ninguna
de las dos sabía el pobretico porqué. Inmediatamente fotografió los carteles y
los envió por guasap a alguien, que caritativamente, le indicó que “Only”
significa “solo” y “crew” tripulación, así que optó por no adentrarse más por
esos pasillos. Acojonado que estaba Garban después de las dos reprimendas y al
ver a un grupo de cientos de brasileños quemando “literariamente” el bar
bebiendo cervezas y con la autoestima por los suelos, acopió valor suficiente
para intentar beberse una y que con el suave y fresco sabor de la bebida, se le
pasara el susto. Cuando llega Garban al bar pide su cerveza. La camarera le
solicita la tarjeta y le dice: “ Señor Francisco José (lo leyó previamente en
la misma)……” y un rollo en inglés de no menos de tres minutos, tras el cual se
giró en redondo y se fue a la otra punta de la barra.
Si nuestro buen amigo ya tenía el ego mermado, esto le
rompió la autoestima por siete sitios. Miró a su alrededor y lo que había sido
una fiesta sin igual, llena de alegres borrachines y de vestales con infinitas
ganas de fiesta, se había convertido en un páramo, del que sus alegres
pobladores habían sido abducidos….
Al cabo de unos minutos mientras que Garban buscaba un cabo
para ahorcarse, sabido es que en los barcos lo único que tiene cuerda son los
relojes, aparecieron las bellas vestales contoneando sus cuerpos e
inmediatamente después le siguieron los revoltosos borrachines. Tardó de nuevo
el vecino de La Arboleja
en recobrar valor suficiente para pedir, por segunda vez, la cervecita y cuando
llegó a la barra y solicitó que se la escanciaran, le miró la camarera con una
sonrisa en los labios, pero ojos llenos de ira. Le solicitó su tarjeta y de
nuevo le soltó un rollo que finalizó con el mismo resultado anterior, nada de
cerveza, camarera al otro extremo de la barra y el resto de personal
desaparecido.
Pocos minutos después, como si de derribar las murallas de Jericó
se tratase, sonaron pitos y estruendo de fanfarrias… Aparecieron los
saltimbanquis de la barra del bar y tras ellos las casquivanas ninfas. ¡Me cago
en mi estampa!, bramaba Garban. ¡Pues no he ido a pedir la cerveza, justo
cuando se estaban realizando los simulacros de desalojo del barco.
Falto de seguridad en si mismo, se consoló Garban pensando
que el martes llegarían a Italia. Quizás allí le será más fácil sobrevivir que
en esta espesa, endógena e ininteligible sociedad anglosajona.
Volvió a cenar en buffet libre, haciendo caso omiso a los
cantos de sirena de estrenar alguno de los restaurantes temáticos del barco,
pero como el chiquillo ya había tenido una ración más que suficiente de
escarnio y humillaciones públicas, decidió que mejor ir a lo seguro y tentar a
la suerte lo menos posible.
A palo seco, pues una cerveza cuesta 7,44 (cierto que son
dólares, pero a él le da dolor de tripa cada vez que lee el ticket). Cenó lo
que buenamente pudo. Aprendió como funcionaba la máquina de los zumos y tras
acicalarse para ir de caza, se lanzó a
la aventura de la noche.
La noche da la verdadera radiografía de que fauna puebla el
barco. Esto es un compendio de mineros galeses que celebran la jubilación.
Matrimonios en el que el marido cumplió los 100 años tiempo ha, ataviados con
el uniforme vacacional (calcetines blancos más camisa hawiana). Señoras con el
mismo peinado que la Sra. Ropper ,
para quien recuerde la serie. Madanmes embutidas en vestidos de noche, pero
noche, de que se les ha casado un hijo, acompañadas de señores en bermudas y
muchas lentejuelas con flip-flap en los pies. A todo esto hay un combatiente,
aunque exiguo grupo de cruceristas, que han dejado los disfraces de noche para
carnaval e intentan poner algo de cordura en el vestir… ¡Si Petronio levantara
la cabeza!
Como Garban va solo y no se entretiene en conversaciones
banales, no entiende ni papa de lo que
le dicen, en la primera “soire” se ha recorrido
todos los espectáculos. Los tíos que tocan la guitarra, los que tocan el piano
pero en plan tranqui. Los imitadores de los Beatles. La orquesta Manhatan, el
karaoke. El duelo de pianos, muy bueno, divertido, dinámico, pero si no hablas
inglés no te enteras de nada, como en ningún espectáculo del barco. Al final se
fue a escuchar a una orquesta de salsa que cantaban en castellano. Aprovechó en
el descanso para decirle al saxofonista que si, por favor, podía pedirle al camarero un Gintonic con
Seegrans, no logró hacerse entender por nadie hasta ese momento. Que a la
postre, resultó ser más barato que la cerveza. Cree que el caribeño se quedó
con los cuartos ya que sólo le pidió
cinco euros…
Ya no tiene nada que hacer ninguna noche. Lo ha visto todo.
Estos días se dedicará más a repetir, para realizar la crónica artística y a
las fiestas temáticas…
Se retiró Garban tarde. Disfrutaba el barco de un alegre
vaiven, que hacía que el ritmo de barcarola le meciera y le llevara a disfrutar
en los brazos de Morfeo…. Excepto que como las puertas de los armarios son
correderas, éstas se abrían y cerraban al ritmo de las olas, con el consecuente
portazo, ruido y susto… Tuvo Garban que levantarse y mover la mesita de noche
de forma que presionara la puerta y utilizar el paraguas para atrancar la otra
y entonces ya, entonces, ya pudo dormir…
Esta mañana se ha levantado con nuevos bríos y se ha ido al
gimnasio a correr en la cinta. Como no se ha enterado muy bien en la cubierta
que le ha dicho el camarero se ha paseado desde la siete a la catorce hasta el
feliz encuentro.
En el desayuno ha vuelto a escuchar castellano. Una zagalica
de unos 17 años le ha dicho si se podía sentar en su mesa… No había más sitio…
No está fácil la caza aunque las piezas solo puedan escapar tirándose por la
borda…. Al decirle que no entendía bien que le estaba preguntando, la chica le
ha contestado en un perfecto castellano. Se han inquirido mutuamente por la
procedencia… Al final le ha dicho que de Barcelona, en Israel, de donde era
oriunda la nenica, no saben ni que existimos…. ¡Dos hurras por el consejero
Cruz y diez por su tío que lo mantiene!. La chica aprende castellano viendo
telenovelas…. Subrealista… Y lo hablaba casi correctamente, eso sí, con un
acentazo algo choni…
Mañana Nápoles. Espera el Garban encontrar wiifi gratis para
subir su penitencia de crucero. ¡Fantástico!, por cierto. Ahora mismo Garban,
mejor dicho el barco, pasa por un estrecho entre dos islas… Sicilia a babor y
Córcega a estribor, mientras unos angoleños que se creen del mismo Central Park
porque son negricos, gritan y dan la nota en el comedor…. ¡Precioso!
El Garban, siendo las tres menos cuarto de la tarde, reúne
valor, deja de contar sus mierdas y se dispone a la odisea de atreverse a pedir
algo en algún comedor decente…. ¡Igual come patatas fritas de la máquina!!!!!!...
P.D.: Para los que sufren por el chiquillo. Ha comido muy
bien, ternera a la jardinera y otra cosa que no sabría repetir. Dulce, macedonia
de frutas, café y un mojito…. ¡Caro!. Pero mojito a fin de cuentas.
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