Diario de un crucerista sin vocación
Si siempre haces lo que haces siempre, siempre llegarás donde siempre llegas
“Nunca hagas promesas cuando estés alegre, ni escribas una
carta cuando estés triste”.
El nene de La
Arboleja estaba en toda su salsa y no se le ocurrió otra cosa,
que asegurar a sus nuevas amigas que les llevaría a Avignon al día siguiente. Llevado
por la euforia del momento comentó, no sin ciertas ganas de presumir, que era
infalible a la hora de organizar excursiones off-cruise. El Garban tenía
previsto ir en tren y regresar antes de las seis y media para ver sus murallas.
Hasta ese momento todo le había salido a pedir de boca. Los certeros manuales
del crucerista traídos de España le habían servido de una inestimable ayuda.
Hay que buscarlos en internet. Las dos nenicas, embrujadas por los encantos del
zagal y su envolvente verborrea, se apuntaron a conocer con él tan bonica
ciudad.
Se acostaron tarde y algo pasadas de entusiasmo (y de
alcohol, el Garban no, que perder el juicio en el barco sale carico). Sus
nuevas amigas confiaron en el chiquillo.
Cuando el vecino de La Albatalía leyó el diario de a bordo del día siguiente, intuyó lo peor. El puto
barco ya no llegaba a las siete de la mañana a puerto como en días anteriores,
si no a las diez. Imaginó que la catástrofe se avecinaba, cual tormenta de
otoño. Se llamaron para modificar la hora de reunión. Ya no serían las ocho de
la mañana, serían a las diez. En el lugar convenido aparecieron las chiquillas
más una amiga que sólo hablaba inglés, y un nenico que por prudencia evitó
preguntar quien lo había invitado. Cogieron la lanzadera que les dejó en el puerto
viejo de Marsella, cerca del centro, pero ligeramente separados de la “Gare de
Saint Charles”. El Garban había estudiado a conciencia el plano de la ciudad y
condujo al animado grupico hasta la taquilla de los billetes, como si no
hubiera hecho en la vida otra cosa más que callejear por la ciudad de Marsella
conduciendo grupos de turistas.
Con su fluido francés, mentiría el chiquillo si no
mencionara que con cierta ayuda del catalán de su nueva amiga, hizo entender a
la nena de la taquilla que quería ir a Avignon y regresar antes de las seis
menos cuarto de la tarde… La nena de la ventanilla transmutó su linda carica y
le anunció el principio de la tormenta que al despertar el día el Garban
barruntaba. Eso iba a ser imposible. El tren que les llevaba a su destino
tardaría dos horas en llegar y sería el mismo que deberían coger de regreso.
Así que ir a Avignon, podían ir, pero para estar a la hora precisa en Marsella
no podrían ni bajarse a comprar pipas. ¡Coño, el jodío del Capitán Cook les
había jodido el plan!. Platicaron largamente sobre el asunto y llegaron a la
siguiente conclusión: El grupo resacoso hasta extremos inimaginables decidió
que para ver la puta Marsella, prefería regresar al barco y recobrar fuerzas.
El Garban, que no había realizado el viaje para pasarse más de las horas
estrictamente necesarias en el EPIC, con la mejor cara posible y disimulando al
máximo su decepción, dijo que nones, que el se iba a patear Marsella, algo
habría que ver por allí. Así que allí terminó la aventura en compañía y se
dispuso a pasear sin rumbo por la ciudad, una vez más, a solateras.
Ayudado por una gentil lugareña que observó como el zagal,
en la puerta de la estación, daba vueltas y más vueltas al manoseado callejero
de Marsella, pergeñó el plan de emergencia. El chiquillo despojado de los
nervios, al no sentirse ya responsable más que de si mismo, mejoró su dicción y
semántica francesa, tanto que, fue felicitado por la indígena al finalizar la
conversación.
Al cabo de unos minutos emprendió la ruta.
Es sabido que casi todas las zonas que rodean las estaciones
de tren, autobuses… etc. de las ciudades, suelen ser barrios deprimidos. Por
unos momentos Garban se asustó y pensó que estaba en la “pequeña Argelia”.
Calles sucias con cafetines infectos a cuyas puertas se sentaban en pequeñas
mesas decenas de personas cuyo aspecto no era precisamente el más
tranquilizador. Pateó toda aquella zona con algo más que prudencia, hasta que
comenzó a encontrar los lugares que buscaba en el mapa. No era Florencia, ni Pisa
y aún menos Roma, pero allí había algo que ver. Sobre las tres de la tarde,
junto a la comisaría de policía encontró un coqueto bar con terraza, en el que
intuyó podría tomar una cerveza. En todos los lugares parecían que las mesas de
las terrazas estuvieran solo dispuestas para comer. Tuvo suerte de que el
camarero era un simpático norteafricano que se enrolló como si de la misma
Murcia fuera. Le explicó como conectarse a Internet aprovechando el wiifi de la
comisaría y comenzó a servirle cervezas autóctonas, al principio con tiento.
Conforme fue perdiendo la prudencia y haciéndo efecto el alcohol, de nuevo su
francés mejoró, como si el don de lenguas hubiera sido siempre una de sus
cualidades más acentuadas. El garçon le explicó que por allí se tomaba la
cerveza negra mezclada con “Amair Picón” y aquel brebaje le dio nuevos bríos al
huertanico. Sobre las cuatro y media decidió el Garban que ya era hora de
buscar la ruta de regreso al barco. Esta vez ya no venía de la parte alta de la
ciudad, así que encontró la
Marsella de los lugareños. Calles peatonales con bonitas
terrazas en las que los marselleses tomaban café y charlaban amigablemente.
Descubrió la imagen de Marsella de la que hablan los libros de viajes. Replacetas
con sabor acogedor, donde el paseante agradecía detener su marcha y tomar un
pequeño descanso. Y eso hizo el crío. Disfrutó del paseo y se llevó consigo una
imagen de Marsella acogedora, íntima, agradable. Tanto exprimió su estancia por
aquellos sitios que fue el último en subir, al último autobús que partió.
Mañana Palma de Mallorca. Se acabó la aventura de lo
desconocido. De hacerse entender. De experimentar nuevas sensaciones. De
intentar empatizar con el diferente.
Esta noche la ha dedicado de nuevo a vagabundear por el
barco. Noche de viernes. La verdad es que esto es un ecosistema de lo más
variado. Hay pasajeros que el día que enseñaron la elegancia. O la discreción.
O lo que es ir un poquico conjuntado, no fueron a clase.
Pretenciosos vestidos vaporosos con lentejuelas, que seguro
que el diseñador de la línea de ropa omitió su nombre para no sentirse señalado
por la calle. Camisetas de algodón que tienen menos prestancia que las que
utiliza el Garban para sacarle brillo al parquet. Pamelas al estilo carreras de
caballos. Vestidos de señora que seguro que la primera puesta fue en la boda de
la hermana de ésta. Chaquetas blancas con botones dorados. Minifaldas raberas,
junto a chicos con camiseta sport de tirantes blancas o negras… Menos mal que
aun queda parte del pasaje con algo de coherencia en el vestir.
Esta mañana igual. Tanto que el Garban ha pedido el micro al
speaker y ha solicitado por megafonía un poquico de buen gusto para bajar en el
puerto de Palma. ¡Qué aquí veranea nuestra Leti!
Ni un pareo a juego con el bikini, ni un bolso de playa a
juego con las flip-flap (chanclas de toa la vida, que el Garban se ha vuelto un
snob. Mucha grasa y poco glamour…
El capitán Cook está dispuesto a hacerse rico a base de
tenerlos encerrados en el barco y que gasten aquí. Hoy el desembarco es a las
1.00 PM. Menos mal que les da un poco de cuello y atrasa el regreso al barco
una hora. Hoy a las 7.30 PM.
Ayer husmeando por el barquito de vela… Pensó el chavea.
¿Aquí nadie fuma?. Y nada más terminar
la reflexión se lanzó como un poseso en busca de la mazmorra, donde sin duda
alguna, los tienen que tener encerrados….
Le costó encontrar el escondite. Arriba, muy arriba. Junto a
las chimeneas del barco. Tan alto estaba que había una placa que decía: “Aquí
pereció fumando Rodrigo de Triana y sus útlimas palabras fueron ¡Tierra a la
vista!”. Que dice el Garban que hacía un aire allá que los fumaores se
arrepetujaban unos con otros para aumentar la masa y que el viento no los
lanzara al mar como servilletas de papel. ¿Y frío?. Hacía tanto frío en aquel
inhóspito lugar que a los que allí se aventuraban para encender un cigarrillo
los protegían con una chaqueta en la que se leía “Al filo de lo imposible”.
“Expedición Española al Everets”.
El Garban al sentirse en tierra propia hoy se ha dejado de
tonterías. Estos días atrás desayunaba tostadicas, mermelada, matequilla, café
con leche. Tenía miedo de que le ocurriera algo y no supiera explicarle al
médico los síntomas que notaba. Aparte, no se fiaba demasiado del sistema de
salud de los franceses o italianos. Es más, si enfermaba en Livorno, puestos al
caso, ya había hecho cálculos y le salía más barato comprar casa allí que ser repatriado
en un vehiculo medicalizado. Así que, habiendo perdido el miedo, al sentirse
seguro de que los chicos de Ana Mato lo atenderían y solo le cobrarían lo
imprescindible… El copago es un medio para que todos nos sintamos participes
del sistema. ¿O creíais que era por recaudar?. ¡Mentes cloacosas!. ¡Lo hacen
por nuestro bien. Pues eso, que hoy ha
ido a lo suyo, a lo que desayuna de normal en casa…”Huevos revueltos, beacon,
salchichas, cebolla, pepinillos….”. Lo
habitual. Si se pone enfermo el médico lo salvará y si eso le costara caro a la Mato , como la pérdida del
Garban es contigente, al menos el cura le administrará los santo óleos con un
bonico discurso en castellano.
Y aquí está el Garban, con los barcos de los realmente ricos
dando vueltas alrededor del majestuoso EPIC, saludándolos y devolviendo saludos.
Esperando que la divina Leti, no le entretenga demasiado en la recepción que le
ha preparado.
Nota.
Se acaba el viaje. Aunque el domingo mientras se registraba
estaba deseando que éste llegara a su fin, cree que lo echará de menos. Eso sí,
poco tiempo. En su casa está su gente, sus amigos y allí tiene nuevos planes
que emprender, nuevas aventuras que contar.
P.D.: ¿No sabe la gente que si miran un trozo de mármol desde muy cerca no será más que una piedra?. ¿No se habrán dado cuenta que si se alejan lo suficiente verán un David o una Torre Inclinada?
Es que no he hecho una foto donde no haya algún gilipollas delante. Es que no se suben a la chepa de Neptuno por que un guardia los llevaría a comisaría. Tengo las mismas cabezas en más de doscientas fotos... Ni su peluquero les ve tanto el pelo como se lo voy a ver yo el día que me decida a volver a ver las fotos.
1 comentario:
Intrigadísimo por si Garban se ha quedado en Palma...
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