jueves, 12 de septiembre de 2013

Cualquier cobarde que huye merece mi respeto (I)

Diario de un crucerista sin vocación

Si siempre haces lo que haces siempre, siempre llegarás donde siempre llegas

Los que conoceis a Garbanzito, Garban para los amigos, sabeis de su gran defecto, el ser prusiano en sus planteamientos, el ser pragmático en sus acciones.

Por el mes de Mayo decidió la programación del nuevo curso escolar. Lo primero alquilar un apartamento en Cádiz para pasar diez días en el carnaval que más ilusión le hace participar y disfrutar. Por el mes de Marzo sabremos los resultados.


Lo segundo y más inmediato fue inscribirse en un crucero por el Mediterráneo Occidental. El objetivo no está claro, pero intuía el chavea que si siempre se encontraba en el mismo sitio, con las mismas personas, el resultado siempre sería el mismo. Así pues, sin ninguna vocación por los viajes, nunca fue a ningún sitio sin un fin concreto, visitar a un amigo, participar en una carrera, realizar un examen, se puso manos a la obra, intentando hacer algo distinto, alternar con otras gentes y que esto fuera el impulso que diera el pistoletazo de salida a las nuevas aventuras que comenzarían tras el verano.

No estaba seguro que al final fuera a materializarse el proyecto, pues anhelaba, suspiraba, porque un acontecimiento extraordinario le hiciera desistir y le ahorrara este viaje en solitario.

Hoy ya tiene el billete, por lo que hoy, oficialmente, comienza su crucero y de esto va a tratar esta historia. Las aventuras y desventuras (noveladas, claro) de la titánica lucha para intentar ocultar a todos los demás la verdadera naturaleza del gachó, un huertano perullo, un zagal sin glamour. El pivón que ninguna madre querría para su hija.

Apareció Garban a primera hora de la jornada por la agencia de viajes a fin de recoger la documentación que le permitiera el embarque. Hasta ese momento le habían atendido trabajadores normales, personajes que poco diferían de los que nuestro sujeto podría encontrar comprando en el mercado de Verónicas o tomando un vermout en el “Luis de la Rosario”, pero esa mañana lo recibió alguien distinto. Una bella señorita con un porte, una ropa y un aire tal de sofisticación  que, tras escucharle susurrar sus primeras palabras, pudo catalogarla como una super pija con la que poca empatía podía surgir.

Estando presentando sus primeras cuítas respecto al viaje, apareció por la puerta otra señorita, calco de la primera que, tras saludarla, realizó un par de preguntas interrumpiendo la conversación. Sabida es la poca predisposición que tiene Garban a sentirse ignorado, ya que al instante pasó nuestro personaje a ser totalmente trasparente en la escena que acontecía. La niña expresó la intención a su amiga de realizar un viaje, ante los atónitos ojos de nuestro protagonista, no sabía bien si, a Orlando o a París con el objeto de pasear por Disneyland. Como aquello se alargaba, no acertó el Garban a terciar en la conversación más que con la célebre frase, “Hay que ser muy bruto para ir a París a ver a Pluto”. Pareció que la interrupción surtió efecto, pues ambas se miraron con la intención primera de asesinar a Garban para inmediatamente concentrarse en despedirse y dejar a nuestro eventual viajero relanzar la hilera interminable de preguntas, obvias por cierto, para cualquier persona con algo de clase y un poco más de experiencia…Cuestiones como: ¿Cómo adivino yo donde está atracado el barco?. ¿Hace frío en el interior? O ¿No son muchos cuartos cincuenta napos diarios por tener barra libre?, fueron pacientemente respondidas por la solícita empleada que con éstas y otras de similar corte, se hizo a la idea de que el cliente en cuestión, embarcaría embutido en su traje de pana y aliñado con su no menos imprescindible boina.

La chica de la agencia, intentando aparentar interés por su cliente, planteó a su vez cuestiones tales como, porqué había elegido ese barco o, si se había percatado que la naviera era americana y en el buque mayormente se hablaba inglés. Garban con paciencia obtenida en sus días de escrutar las nubes en el vano intento de predecir si llovería en las próximas horas le dio las respuestas solicitadas… “El barco lo elegí porque observé  que tenía un parque acuático de llamativos colores en la cubierta”. Hecho que cualquier mortal puede reconocer como un argumento irrebatible  o  la otra de si “Ana Botella se animó a defender la candidatura de Madrid para las olimpiadas con su nivel de inglés, ¿no voy a poder ser capaz de pedir una cerveza?...

Pues sí, desde este momento, Garban es oficialmente crucerista. Ahora comienza lo realmente difícil, preparar la maleta y pensar que va a hacer el zagalico durante ocho días, metido en un barco donde se habla inglés, no conoce a nadie y encima va solo…

El equipaje será fácil de confeccionar, como no tiene demasiada ropa, meterá toda, la de invierno y la de verano, en la maleta que tampoco necesariamente, debe alcanzar por ello dimensiones bíblicas y se embarcará con todo su hato como si no fuese a volver nunca más... 

Ya tiene el billete, mañana sabremos como resuelve lo de sus bártulos…

1 comentario:

princesas dijo...

menos mal que sabes nadar en piscina, y que el aguaa no es salada, porque te ahogarias jajajaja.

Espero leer tu diario del viaje .....